El cortejo del tiempo

El cortejo del tiempo
Por:
  • claudia_guillen

En varias ocasiones, y en este mismo espacio, he aludido al tiempo como parte de distintos escenarios. Quien esto escribe lo concibe como esa forma no sólo de medir el paso de los lustros o de los siglos sino, también, como el área que nos permite tomar distancia a determinados acontecimientos.

Sunset Boulevard, o El ocaso de una estrella: filme estadounidense estrenado en 1950, lleva a cabo un puntual repaso de ese significado del tiempo al que me refería antes. Gloria Sansón (1899-1983) es una de las mayores protagonistas del cine mudo: actriz, cantante y productora ganadora de un Globo de Oro, aunque nunca obtuvo el Premio Oscar. Dejó su carrera cuando cumplió 35 años, pues el cine sonoro se había apoderado de la cinematografía y ella ya no tenía cabida en esta nueva forma de hacer cine. Sin embargo, reaparece en esta cinta que retrata de alguna forma la propia vida de esta actriz y de tantas otras que se quedaron en el camino.

Apenas habían pasado dos décadas del siglo XX y, en ese momento, la edad de las personas, sobre todo las mujeres, se percibía de otra forma; como fue el caso de la protagonista de este filme en el cual se relata la historia de una mujer, primerísima actriz de la cinematografía sin audio, quien más allá de su destierro de la fama seguía viviendo en la memoria de ese pasado glorioso cobijada por una mansión ubicada en una de las calles más famosas de Beverly Hills y que le da nombre a este filme. Sus 50 años se presentan como un impedimento para proseguir en el mundo que del que había sido dueña.

Este relato nos muestra cómo esa mujer se sigue manteniendo en este mundo en una suerte de cúpula transparente, semejante a un cristal muy fino, en el que sigue interpretando la historia de sus mejores épocas.

La ponchadura de una llanta de su carro hace que un joven guionista se detenga enfrente a la casa de Norma Desmond. Él se queda a vivir en ese lugar como una suerte de presa que cae con docilidad en la trampa, teniendo como único testigo de esta decisión a su auto Plymouth.

El siglo ha cambiado y con él quedó atrás la idea central de esta gran película. El papel de la mujer es otro más allá de haber rebasado la quinta década de vida. Es decir, el sexo femenino tiene hoy una vitalidad mucho más perdurable.

Les contaba que el guionista que se queda en casa de Norma Desmond lo hace porque su auto se descompone o porque el destino así lo quiso, como se quiera tomar en caso de que vean esta película. La cuestión es que la marca de este carro me lleva a mis épocas de infancia. Sí, la que se celebra hoy, Día del Niño.

Mi padre era un hombre enraizado en viejas costumbres: cuando yo nací él tenía, cuando menos, 45 años edad. Siendo la más joven de los tres hermanos fui una niña rodeada por la sabiduría de mis padres y mis hermanos. Cada domingo, por ejemplo, íbamos a Cuernavaca a “pasear” en aquel Plymouth 1957 que se paraba justo en la parte alta del camino, es decir, en Tres Marías. Ya que su motor, aunque firme, no sabía de temperaturas y se calentaba. Sin embargo, bastaba con echarle un poco de agua al radiador para seguir adelante en el paseo. Así fue cada fin de semana durante muchos años.

También cuando era niña yo solía salir a jugar con los amigos de la cuadra. Mi hermano, Fedro, fue un gran aliado en esas aventuras pues él no dejaba que nadie me molestara por jugar canicas o béisbol. Es cierto me limitó a jugar futbol americano y qué razón tenía.

Les hablo de aquella niñez de los años setentas donde Perdidos en el espacio era una serie de ciencia ficción. Y que los paseos eran ir a ver el alumbrado a la Alameda o al Zócalo. O bien, ser tan intrépidos como para llegar al sur más profundo de esta capital e internarse, de alguna forma, en ese pasado precolombino que todavía hoy existe en las trajineras de Xochimilco.

Éramos niños que nos asombrábamos con todo y nada. Y que habitábamos con deslumbramiento cualquier situación. Pero no se imaginen que pienso que mi infancia, y quizá la de muchos que leen esta columna y la vivieron igual, fue mejor que la que se vive actualmente. Simplemente creo en los significados que el tiempo va dando a cada cosa, lugar o persona, dependiendo de su contexto y su época. Y vuelvo a pensar en Norma, la protagonista de Sunset, que a sus cinco lustros de vida se sentía acabada. Y tampoco puedo dejar a un lado que mi infancia fue tan exorbitante como la que viven los niños de hoy. Porque me parece que hay un terreno en el que el tiempo tiene cabida distinta y es en el terreno de la imaginación: de quien la vive y cómo lo vive. Por ello festejo a los niños del presente en cada rincón del mundo en este 30 de abril.

Nos vemos el otro sábado, si ustedes gustan.

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