El hombre que sabía poco

El hombre que sabía poco
Por:
  • larazon

Gil Gamés

Hay hombres que saben demasiado y hombres que saben poco. El comisionado federal en Michoacán, Alfredo Castillo, pertenece al linaje de la segunda raza, los que saben muy poco. Resulta que el comisionado no sabía el pasado negro de Juan José Farías, alias El Abuelo, lugarteniente del Cártel de los Valencia. La noticia reventó en su periódico Reforma: el 5 de febrero se reunieron en Tepalcatepec el comisionado y diversos mandos de las fuerzas federales y nadie le advirtió a Castillo nada de nada.

No se lo tomen a mal a Gamés, pero sólo con anécdotas como ésta puede entenderse el avance imparable del narcotráfico en México. Dice Castillo: “Cuando entré a la bodega se me acercó una persona y me dijo: ‘Oiga, quiero decirle que yo soy Fulanito de Tal’, yo no ubiqué el nombre ni ubiqué la persona, yo ni sabía”. Aigoeeii. Como Gamés ve muchas películas, se pregunta si no existe la inteligencia política, pero al parecer sólo ocurre en las películas y en otros países. Perengano: una tarjeta de todos los asistentes a la reunión de hoy con las autodefensas y la manga del muerto, pero ya, Fulanito. Na. Al parecer no tenemos lo que nos falta, o como se diga.

Gil imagina: comisionado, gusto de verlo. Fíjese que cargo con una mala reputación, pero aun así, comisionado, me gustaría charlar con usted en corto, tengo algunas cosas que contarle, ¿nos vemos a la sombra del árbol? Es que de veras, si el encargado de las ejecuciones de los Valencia puede llegar a una reunión de militares, policías federales y autoridades del estado, estamos perdidos. Oiga, comisionado, póngase la pila, deje de leer el libro de Messi y despierte, por su madre.

Según la nota de Claudia Guerrero en su periódico Reforma, Castillo dijo “yo pensaría que, si tuviera una orden de aprehensión vigente estaría loco de presentarse ahí, cuando estábamos todas las autoridades”. Cierto, por esa razón, cuentan que los políticos piden tarjetas con la identidad de los invitados.

Olvídenlo, Gil no saldrá del mullido sillón para asesorar a nadie. ¿Cuánto pagan?

El procurador Murillo dijo cosas maravillosas: “Alguna razón debió de haber habido, y no precisamente una mala razón, puede ser incluso una buena razón”. Bonito, caracho, muy bonito: las buenas y las malas razones. Por cierto, Gil tienes buenas razones para repantigarse en el mullido sillón.

Algo raro pasa. Cuando Gamés vio la fotografía, pegó un brinco: el jefe de jefes, Manuel Mondragón, comisionado de Seguridad Nacional, le da un beso de los grandes y fuertes al procurador Murillo en la amplia frente, ya calva. Si los encargados de la seguridad nacional se dan de besos como si fueran a morir esa misma noche, Gamés se pone muy nervioso. Si se van a dar besos que sea en un juego de futbol, o en fiestas y ya con tragos, no en pleno problema michoacano.

Gamés está muy preocupado, de verdad. El comisionado Castillo conversa con un capo sin saber que está precisamente frente a los delincuentes a los que debe combatir; Mondragón besuquea a Murillo no se sabe si de tristeza o desesperación. Dirán misa las autoridades, pero la cosa está que arde. A Gil no le gustan los grupos armados que proliferan en el país. Nadie le hace caso a Gamés. Helas!

La máxima de Manzoni espetó dentro del ático: “Es menos malo agitarse en la duda que descansar en el error”.

Gil s’en va

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Twitter: @GilGamesX