El terrorista “normal”

El terrorista “normal”
Por:
  • larazon

Bertrand de la Grange

Un amplio reportaje publicado el pasado mes por la revista estadounidense Rolling Stone, reproducido luego en su edición española, ilustra la complejidad de la lucha antiterrorista. Con sus gigantescos recursos y su capacidad técnica para interceptar las comunicaciones en todo el mundo, sean por teléfono o por Internet, los servicios de inteligencia de EU no pudieron detectar a tiempo las intenciones malévolas de dos jóvenes inmigrantes chechenos que cometieron, el 15 de abril, un atentado mortífero contra el maratón de Boston.

El artículo de Rolling Stone no aporta ninguna revelación sobre el acto terrorista, pero sí permite entender mejor la personalidad de sus autores, los hermanos Tamerlan (26 años) y Dzhokhar Tsarnaev (19 años). A partir de numerosas entrevistas con los amigos, profesores y familiares de los dos jóvenes, el reportaje de Janet Reitman dibuja, con una profusión de detalles, el perfil de dos hermanos “normales” que parecían bien integrados en EU, donde habían sido acogidos con su familia diez años antes bajo la generosa figura del asilo político.

¿Qué pasó por la cabeza de esos dos jóvenes para que, de repente, fabricaran dos bombas con sendas ollas a presión, llenas de metralla, y las depositaran en la meta de la manifestación deportiva más emblemática de la apacible ciudad donde vivían con su familia y sus amigos? Murieron tres personas, entre ellos un niño de 8 años, que se habían congregado a la llegada del maratón (en su huida los terroristas mataron también a un policía). Hubo además cerca de 300 heridos, algunos de suma gravedad, incluyendo varios corredores que perdieron una pierna o las dos.

Entre los heridos leves figuraba un hombre muy cercano a Dzhokhar, su entrenador de lucha libre, el deporte que practicaba el más joven de los hermanos Tsarnaev, el único que fue capturado vivo por la policía. Para Peter Payack, que era además profesor de redacción en la Escuela de Música, ha sido un terrible trauma: “Era un buen chaval”, dice. “Y, por lo que parece, también es un monstruo”.

A los amigos de Jahar, como lo llaman para simplificar una pronunciación imposible, les cuesta aún aceptar que el joven que consumía y vendía mariguana, que iba de fiesta en fiesta y tenía mucho éxito con las chicas pudo haber cometido semejante barbaridad. “Era tan dulce. Era demasiado dulce… Una persona maravillosa, un tipo genuinamente bueno que trataba genial a todo el mundo”, asegura su amiga Alyssa. “Nunca se expresó a favor del terrorismo, jamás”, agrega.

Otro amigo da una versión menos angelical del personaje. “Una vez me dijo que los actos terroristas estaban justificados por lo que EE.UU hace en otros países, lanzando bombas continuamente”, recuerda Will. Unos seis meses antes de cometer el atentado de Boston, Dzhokhar mandó un twitter a sus amigos donde les reprochaba su credulidad ante la versión oficial de la destrucción de las Torres Gemelas hace 12 años: “No sé por qué es tan difícil para algunos de vosotros aceptar que el 11-S fue ideado desde dentro”.

Payack, su entrenador de lucha libre, señala sin embargo que Dzhokhar no era una excepción en la escuela multi-étnica donde había estudiado antes de ir a la universidad. Muchos jóvenes, sobre todo aquellos nacidos en otros países, están convencidos de que el 11-S fue un “trabajo interno”. Según un experto citado por Rolling Stone, esos estudiantes creen que el 11-S fue obra de los judíos: “Se pasan el día fumando mariguana y buscan en Internet alguna información manipulada que se ciña a sus ideologías carentes de historia y contexto”.

Esas opiniones son inocuas mientras no sirven de justificación para recurrir a la violencia. Lo más probable es que Dzhokhar nunca habría puesto una bomba en una calle de Boston si no hubiera sido por la influencia nefasta de su hermano mayor. Tamerlan era boxeador y músico, pero no consiguió realizar su sueño de participar en los Juegos Olímpicos en el equipo de EU. Fracasó también en su carrera de boxeador profesional. Para alejarle de las discotecas donde se pasaba la vida, su madre Zubeidat lo alentó a buscar consuelo en la religión.

Fue así como Tamerlan se convirtió poco a poco en yihadista. Animado por el odio y el deseo de vengar sus fracasos personales, enroló a su joven hermano para castigar al azar la ciudad y el país que los habían acogido. Unos meses antes de rellenar una olla de presión con pólvora y metralla, Dzhokhar trabajó como socorrista en una piscina de Harvard. Mandó a sus amigos un twitter que confirmaba su fama de buen chico: “No me convertí en socorrista para estar tranquilo y conseguir dinero. Lo hago por la gente, salvar vidas me hace feliz”.

Por ese reportaje la revista Rolling Stone recibió un aluvión de críticas en EU. Muchas tiendas no quisieron venderla porque daba una imagen demasiado positiva de un terrorista. Craso error, porque estamos ante uno de los pocos textos publicados en la prensa que ayudan a entender la conversión de un chico normal en terrorista.

bdgmr@yahoo.com