Espejismo mundialista

Espejismo mundialista
Por:
  • larazon

David López Cárdenas

En medio del descontento generalizado, ayer inició uno de los eventos deportivos de mayor trascendencia, la Copa Mundial de Futbol 2014, que tiene como sede Brasil.

Mucho se habla de las implicaciones que la organización de la justa mundialista ha traído para la popularidad de Dilma Rousseff, quien busca su reelección como presidenta de la nación sudamericana en octubre próximo.

Paros, movilizaciones y altercados violentos sirvieron de prefacio para esta edición del mundial de futbol, comúnmente visto como un escaparate publicitario para las naciones que lo reciben cada 4 años. Ayer mismo se dieron enfrentamientos.

Los reclamos de diversos sectores de la población brasileña convergen en la desaprobación de una cuantiosa inversión gubernamental para satisfacer los requerimientos establecidos por la FIFA para albergar una competencia de estas dimensiones.

Y es que, al concluir la algarabía futbolera, Brasil inevitablemente tendrá que lidiar con la resaca post-mundialista del endeudamiento, como ha sucedido en otras sedes de economías emergentes, como Sudáfrica en el 2010.

El espejismo generado con la derrama económica que la Copa del Mundo trae aparejada termina cuando llega el momento de amortizar los pasivos contraídos para la construcción de una costosa infraestructura deportiva a la que, además, se le debe dar mantenimiento para conservar su funcionalidad.

La organización de eventos deportivos internacionales es una apuesta que resulta arriesgada, incluso para países desarrollados, pues el gasto erogado no siempre regresa convertido en beneficios económicos palpables, al menos para el anfitrión.

Claro ejemplo fueron los Juegos Olímpicos de Atenas 2004, que causaron el colapso de la economía griega al grado de requerir de la intervención de la comunidad europea para su rescate.

Todo parece indicar que Brasil no será la excepción y las muestras de inconformidad prevalecientes dan la impresión de que la muy sonada bonanza carioca sólo fue el anzuelo para ganar la sede del mundial de futbol, pues ésta no se refleja en la calidad de vida.

La desigualdad social en Brasil, que ha quedado al descubierto con el mundial de futbol, no los deja en una posición muy cómoda como para tratar de demeritar los trabajos que se realizan en países con características similares.

Lejos de trasladar el ánimo competitivo del mundial a las relaciones bilaterales, sería oportuno que se atendieran las expresiones de desencanto y ocuparse de los asuntos internos, si es que aspiran a retener el gobierno de una nación aún subdesarrollada.

 Punto final... Desde este espacio deseamos el mayor de los éxitos a nuestra selección, que el día de hoy se enfrenta a su similar de Camerún. Seguros estamos de que el cambio de mentalidad que se gesta en nuestro país se verá reflejado en la cancha.

davidlopezcardenas@gmail.com

Twitter: @DavidLpzC