Frustraciones, hallazgos, incertidumbres…

Frustraciones, hallazgos, incertidumbres…
Por:
  • marcoantonioa-columnista

El sábado al comenzar a leer un artículo de un venezolano, matemático y periodista, con nombre y oficio de dramaturgo, con la creencia de estarme adentrando en una alegoría acerca de su desbarajustada nación, topé con el vocablo “polímata”, el cual, según la RAE, define a una especie de auténtico sabelotodo, aunque la nunca suficientemente bien ponderada Susan Sontag dijo que se trataba de “alguien interesado en todo y nada más”.

Pues bien, después del anterior descarado pirateo, debo decir que me hubiera gustado ser polímata, pero no me dio tiempo, como dijera don Renato Leduc.

Pero de todos modos estoy medio convencido de que por ganas no ha quedado y todavía le sigo haciendo la lucha. Así, con la amazónica ayuda de un querido amigo, acabo de conseguir un libro que refiere las 101 cosas que pude aprender en la escuela de ingeniería. Por ejemplo, que cada problema es único o que cuando una fuerza actúa intensamente sobre un objeto fijo puede haber consecuencias como las vividas el pasado 19 de septiembre. Pero deserté antes de terminar, sólo para pasar la mayor parte de mi vida activa trabajando o asociado con ingenieros.

Mencioné la palabra mágica para conseguir por internet lo que sea y esa tarde estuve buscando infructuosamente los datos acerca de la inexorable destrucción del pulmón del mundo, de la cual participan alegremente las sociedades, gobiernos y sus compinches de los 8 países cuyos territorios contienen una parte de la Amazonia. Había visto los datos en un montaje museístico en una universidad canadiense y creo que su conocimiento y comprensión debieran ser asignatura obligada para todos los habitantes del planeta, mientras podamos seguir respirando.

Pero siempre es posible encontrar refugio en la literatura y terminé de leer Reflejos en un ojo dorado, la segunda novela de Carson McCullers, descubierta –en mi caso- a cincuenta años del fallecimiento de la autora.  Tennessee Williams comparó esa obra con creaciones como el Gernica de Picasso, por su pureza y potencia. Me cayó fácilmente el veinte porque, no por presumir, hace poco recibí por tercera ocasión el impacto del lienzo de don Pablo.

Mientras, no dejo de tener en la trastienda el pensamiento sobre el embrollo catalán, acerca del cual cuanto más me informo adquiero más dudas que certezas. Sólo me queda la esquemática convicción de ver enfrentada la falta de cálculo social y económico con la carencia de voluntad política (no policíaca) y de gobierno.

Pero antes de apagar la luz me entero de que el rojinegro equipo de mis amores venció a su rival más odiado. No al más odioso.

Me doy cuenta de haber caminado en estas líneas por senderos que se bifurcan una y otra vez, con el perdón de don Jorge Luis, y llego a la orilla de la nada, como bien lo apuntó la señora Sontag, redescubierta con la ayuda de un señor Martínez.