Impuestos y vida en común

Impuestos y vida en común
Por:
  • larazon

Blanca Heredia

La idea según la cual los recursos generados vía el cobro de impuestos es algo así como la bolsa común de un grupo de viajeros que deciden compartir gastos y de la que cada quien obtiene lo que pone es, por decir lo menos, una idea muy curiosa. El que resulte “natural” esta manera de entender el sistema impositivo constituye un indicador especialmente elocuente de hasta qué punto se ha desgastado en mucho de nuestro discurso público la idea misma de lo público.

Los recursos fiscales no son una bolsa compartida que empate de forma lineal costos y beneficios privados. Los impuestos sirven para sufragar el costo de la vida en común y para hacerla vivible. En países tan desiguales como México, los impuestos debieran servir centralmente y por ejemplo para moderar la desigualdad, pues ésta no sólo afecta negativamente a los que menos tienen, sino que termina imponiéndole un costo muy alto a la colectividad en su conjunto.

En todos los países desarrollados y en muchos de similar nivel de ingreso que el nuestro, el sistema impositivo modera las desigualdades. En México no: aquí, la distribución del ingreso antes y después de impuestos es prácticamente la misma. Se entiende por ello que pensemos los impuestos como bolsa común de la cual sacamos justo lo que metemos. Así hemos vivido hace ya mucho tiempo y es comprensible que el costo de cambiar ese estado de cosas sea tan gigantesco.

Impulsar el tránsito hacia un sistema impositivo capaz de moderar la de-sigualdad es uno de los objetivos más importantes de la propuesta de reforma hacendaria presentada en días recientes por el Ejecutivo federal. Para ello, la propuesta incluye dos elementos centrales. Primero, la eliminación y/o reducción de muchas exenciones y mecanismos que les permiten a los que más tienen pagar menos impuestos de los que les correspondería dado su nivel de riqueza y de ingreso, por ejemplo y entre otros: eliminación de la exención a ganancias derivadas de operaciones en bolsa y de la exención del IVA en compra y venta de inmuebles. Segundo, el aumento de la tasa impositiva para personas físicas con los mayores ingresos.

Pasar de un régimen fiscal casi neutral en términos distributivos a uno en el que paguen más los que más tienen, supone transitar a un estado de cosas en el que los costos y beneficios del pago de impuestos no son simétricos, pues el objetivo es justamente que paguen más lo que tienen más y reciban más los que menos tienen.

La oposición frontal contra la propuesta del Ejecutivo no se ha hecho esperar y nos ha ofrecido una suerte de desfile público de los actores que más se benefician del régimen fiscal vigente. Algunas de las críticas, en particular las que enfatizan la necesidad de que el aumento en la carga fiscal se acompañe de mecanismos que garanticen que los recursos fiscales ampliados habrán de emplearse correcta, eficiente y responsablemente, por otra parte, son fundamentales.

Si bien es cierto que el tema del “buen gasto” es central, también lo es, sin embargo, el que, finalmente y tras largas décadas de pensar lo público como la suma simple de lo privado, tengamos sobre la mesa una propuesta que recupera el sentido colectivo y común de lo fiscal.

bherediar@yahoo.com