Intoxicación mediática

Intoxicación mediática
Por:
  • larazon

Bertrand de la Grange

Con la universalización de Internet, la explosión de las redes sociales y la proliferación de los periodistas ciudadanos, nos hemos dotado de unos maravillosos instrumentos para mejorar la calidad de la información. El acceso inmediato a una infinidad de fuentes y de testigos ofrece la posibilidad de contrastar los datos y de llegar a una percepción más auténtica de los acontecimientos en cualquier parte del planeta.

Eso es la teoría, porque la realidad dista mucho de esa visión optimista, como lo estamos viendo en estos días con la polémica sobre el uso de armas químicas en Siria. Los rebeldes han divulgado imágenes estremecedoras que documentan las bajas provocadas por un ataque atribuido a las tropas del régimen de Bashar al Assad contra varios pueblos de la periferia de la capital, Damasco. Esos videos muestran decenas de víctimas, entre ellas muchos niños, que no presentan heridas visibles y parecen haber muerto por asfixia. Se ve también a sobrevivientes con un cuadro de convulsiones, atendidos por personal médico.

Según los rebeldes, que controlan esa región, además de otras partes del país, el Ejército lanzó proyectiles cargados con gas sarín en una ofensiva que mató a 1,420 personas en la madrugada del pasado miércoles. Tenían, por fin, la confirmación de que el régimen usaba armas químicas prohibidas por las convenciones internacionales. Y esa confirmación llegaba precisamente cuando una delegación de expertos de la ONU acaba de aterrizar a Damasco para investigar otros tres casos anteriores de ataques químicos, dos de ellos atribuidos al Gobierno y uno a la oposición.

A pesar de esa coincidencia sospechosa y de varias incongruencias en el relato de los acontecimientos, la mayoría de los medios internacionales no cuestionó la versión de la oposición en un primer momento —empezaría a hacerlo sin muchas ganas más adelante. Esas fotos sobrecogedoras merecían el despliegue descomunal que se les dio, pero la información quedó coja: faltan aún las pruebas de la responsabilidad del Gobierno, cuyos desmentidos se perdieron muy por debajo de titulares que dejaban poca duda sobre la identidad de los criminales.

Si bien algunos editorialistas, sobre todo en El País y The New York Times, son prudentes en sus análisis, en cambio la prensa francesa y británica es tan radical como sus gobiernos respectivos y sugiere aumentar la presión militar sobre el régimen de Bashar al Assad. Los rebeldes sirios han conseguido el golpe mediático que necesitaban en un momento particularmente delicado para ellos.

Después de dos años y medio de guerra y más de 100,000 muertos, la oposición armada estaba dando señales de agotamiento ante la contraofensiva del Ejército, que ha retomado varios puntos estratégicos del territorio. Además, la radicalización extrema de algunas brigadas islamistas, que han desplazado poco a poco a los grupos moderados de la rebelión, era un motivo de preocupación para los gobiernos occidentales, no muy partidarios de armar a discípulos de Osama bin Laden.

Algunos de esos grupos yihadistas han dado sobradas pruebas de su crueldad y han difundido un sinfín de videos de sus “hazañas” para aterrorizar al enemigo. Por eso, no se puede descartar que uno de ellos sea responsable del ataque químico. Se trataría de aprovechar la llegada de los expertos de la ONU para echarle la culpa a Bashar al Assad y dar así una justificación a los países occidentales para involucrarse más en la lucha contra el régimen.

Esa hipótesis no es tan descabellada como parece a primera vista. La rebelión ha logrado hacerse con muchas instalaciones militares, donde ha requisado armamento, municiones, tanques y, muy probablemente, algo de agentes químicos (Siria tiene enormes reservas de gas sarín y otros productos tóxicos). Además, según los expertos consultados por varios medios internacionales, los síntomas de las víctimas en los videos se corresponden a un envenenamiento por productos tóxicos de tipo industrial, sin descartar tampoco algún tipo de gases lacrimógenos.

La reacción de Rusia, aliada incondicional de Siria, es también un factor a tomar en cuenta. Su ministro de Exteriores, Serguéi Lavrov, ha pedido a Damasco que coopere con los investigadores de la ONU para facilitarles el acceso al lugar de los hechos. No es prueba de nada, pero sí un indicio de que Moscú sospecha más de los rebeldes que de su amigo Bashar.

Tres días después de la tragedia, los servicios de inteligencia estadounidenses y europeos llegaron a una “evaluación preliminar”, que la agencia Reuters resumía así: “Es muy posible que el ataque del miércoles fuera con armas químicas y contara con, probablemente, el visto bueno del Ejecutivo de Al Assad”. Esto suena más a una intoxicación mediática que a un análisis apoyado sobre hechos probados. Y trae a la memoria el recuerdo de las armas de destrucción masiva de Sadam Husein.

bdgmr@yahoo.com