Jóvenes sicarios

Renato Sales H.

Fernando Vallejo retrató la cruda violencia de la ciudad de Medellín en una novela que se hizo famosa: La virgen de los sicarios. La trama se desarrolla en los años noventa, década especialmente violenta para Colombia.

La película, que lleva también ese nombre, empleó como actores a auténticos pandilleros de la ciudad. Cuentan que en su estreno la sala se llenó de voces lastimeras. Eran las madres que lloraban al ver en la pantalla a sus hijos muertos, asesinados poco después de ser filmados.

En Medellín se contrataba a un sicario por una cifra equivalente a los quinientos pesos. Eso costaba la vida de una persona. La ciudad era la más violenta de Latinoamérica.

Viene a cuento lo anterior por las recientes declaraciones del subsecretario Roberto Campa Cifrián. “La violencia que estamos viviendo, dijo, afecta principalmente a los jóvenes que son, de manera absolutamente mayoritaria, víctimas de esa violencia, y son también los jóvenes perpetradores de esa violencia… el homicidio doloso es la causa número uno de muerte entre jóvenes de 18 a 29 años. Las ejecuciones de jóvenes son historias que se repiten en buena parte del país, y cuando revisamos esas historias, uno encuentra en muchos casos, sobre todo entre quienes son emblemáticos, niños sicarios, jóvenes sicarios que tienen prácticamente un padrón idéntico que incluye invariablemente jóvenes expulsados de la escuela por problemas de violencia, pero que fueron víctimas también de violencia en el entorno de sus familias y, en muchos casos, vienen de familias rotas, monoparentales y con problemas de alcohol o drogas y que tampoco tuvieron oportunidad de utilizar su tiempo libre de manera productiva”.

Décadas de corrupción en el sector educativo, de abandono y desprecio por nuestros policías. Años de falta de oportunidades, de pobreza y de miseria, de urbanización neo feudal, selectiva y discriminatoria que encierra a sus habitantes en condominios “seguros”, que cierra calles y levanta en los muros alambres de púas, arrojan su saldo en jóvenes sicarios y niños muertos.

¿Qué se hizo en Medellín para convertir la ciudad más violenta de América Latina en un buen lugar para vivir?

En una entrevista concedida a Roberto Zamarripa, el ex alcalde de Medellín, el matemático Sergio Fajardo, ahora gobernador de Antioquia, habla de lo que tuvo que hacer para modificar su ciudad.

“Mi obsesión ha sido esta puerta (de entrada al mundo de la violencia). Hay que cerrarla. La forma como se cierra es abriendo otras, para que puedan mirar otras. Esto es la clave. Uno tiene que mirar esto en forma integral. ¿Y cómo se abre esta puerta? Se llama oportunidad y llegamos a las comunidades para abrir oportunidades. Nuestro proyecto se basa en que la gente tiene capacidad para construir una sociedad justa, todos tenemos capacidad y la podemos desarrollar”.

“El concepto fundamental es la arquitectura. Para recuperar el espacio público con algo muy poderoso: Lo más bello para los más humildes.

Rompemos la idea de siempre, de que a una persona humilde o pobre hay que darle cualquier cosa. Migajas. Hágale una escuelita. Dicen. ¿Una escuelita? ¿Por qué no hacemos la mejor escuela de Medellín en el barrio más pobre de Medellín?”

Las cifras en la gestión de Fajardo hablan por sí solas. Medellín tuvo en 1991 seis mil 300 homicidios. En 2008, cuando culminó su administración, se contaron 771.

A finales de los noventa Fajardo formó el grupo Compromiso ciudadano. Con el lema “del miedo a la esperanza” logró devolver dignidad a los habitantes de la ciudad. El Estado se hizo presente en las zonas más pobres y violentas de Medellín. Primero la policía, una policía de cercanía, civil, comunitaria y, posteriormente, programas sociales, culturales, acompañados de proyectos urbanos integrales como los “parques biblioteca”.

¿Qué hacer con los jóvenes? Dice Fajardo: “El hijo de una desplazada del campo de Antioquia va a ir a un colegio donde van los hijos de los más poderosos de la ciudad. Es el primer paso: el de la dignidad y el respeto”.

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