La caja de Dios

La caja de Dios
Por:
  • larazon

Carmen Amescua

Una de las partes más difíciles cuando estamos tratando de resolver un problema es soltar y desapegarnos del resultado. Doblemente complicado si es algo que nos duele o nos angustia constantemente. Es como si creyéramos que la preocupación es un arma poderosa que mueve montañas. Que mientras más nerviosos y más vueltas le demos mejor pronóstico tendrá el asunto. Y no. Es difícil controlar esta emoción, pero a veces justamente para que se solucione lo que necesitamos hacer es dejarlo descansar. Poner nuestra energía y atención en otra parte.

Dejarle a la vida, a Dios o al universo actuar de acuerdo con sus propios tiempos. De acuerdo a lo que tarde o temprano será lo conveniente. Es fácil obsesionarse con el problema, sobre todo cuando se trata de salud, dinero, amor o hijos que no van tan bien como uno quisiera.

Desde hace varios años tengo una caja roja que me ha ayudado en este tema. Le puse la caja de Dios. Puede ser la caja del universo, la cuestión es que a eso en lo que tú creas le confieras un poder superior, un apoyo donde descansar de los problemas mientras se resuelven. En realidad no tiene que ser una caja, puede ser un sobre, o un frasco, donde guardar pedazos de papel. A mí me gustó la caja en que venían mis tenis. La decoré y esa es la que uso.

Ya que la tengas escoge los tres o cuatro problemas que más te preocupan en este momento de tu vida, esos temas en que ya hiciste todo lo posible pero las cosas siguen igual; aquello que te quita la paz y te mantiene en vilo. A veces vivimos con una ansiedad flotante por cosas que no logramos resolver pero tampoco soltamos.

Escribe en un pedazo de papel tu preocupación y una especie de oración que diga “Dios te entrego esta asunto para que tú lo guardes. Por favor ayúdame a resolverlo de la mejor manera posible”. Guarda tu caja en un lugar donde los demás no la vean. Piensa que esa fuerza superior abrió la mano y tú decidiste poner el problema en su palma. Una vez que se la entregues trata de no seguir preocupándote, sólo ocupándote con fe. Ahora la preocupación le pertenece a él. Si sientes otra vez la ansiedad o la necesidad de angustiarte puedes ir a la caja, sacar el papel donde lo apuntaste tomarlo en tus manos sosteniéndolo hasta que te sientas tranquilo nuevamente. Después lo vuelves a guardar y repites la oración. Esto nos ayuda a seguir haciendo lo que debemos hacer para resolver pero sin estar cargando la preocupación noche y día. Porque justamente cuando estamos tranquilos es cuando las cosas como por arte de magia se resuelven.

camescua7@hotmail.com

Twitter: @Carmen_Amescua