La catorcena trágica y la democracia

La catorcena trágica y la democracia
Por:
  • larazon

Salvador del Río

Cuando el gobierno viola los derechos del pueblo,

la insurrección es el más sagrado de los

derechos y el más indispensable de los deberes

Marqués de Lafayette

Fueron catorce, y no diez como la historia oficial quiere y hoy conmemora, los días trágicos del cuartelazo que apagó la vida de Francisco I. Madero y encendió la luz de una revolución que cambiaría el destino de la nueva nación.

La película que se nos presenta tiene claros y oscuros tintes de la verdad histórica de la tragedia. Comienza la secuencia con el ataque al Palacio Nacional en el que el iluso y veleidoso general Bernardo Reyes cayó muerto cuando pretendía derrocar al gobierno legítimo, el primero de la democracia después de la noche larga de la dictadura porfiriana.

Se lo habían advertido. Pero Madero, no menos cándido, confiado en el apoyo de los jóvenes cadetes del Colegio Militar y en la lealtad de quienes en realidad lo traicionaban —Félix Díaz, Aureliano Blanquet y el propio chacal Victoriano Huerta—, emprendió, ese 9 de febrero, la marcha a caballo desde el Castillo de Chapultepec hasta el corazón mismo del poder, asediado ya por los insurrectos.

Lo que siguió fueron las horas violentas de la historia. Francisco I. Madero confía el mando de la defensa de Palacio Nacional a Blanquet y al traidor Huerta mientras comienzan los bombardeos desde la Plaza de la Ciudadela hasta Palacio Nacional.

El embajador Henry Lane Wilson, del mismo presidente norteamericano William Taft, que había celebrado con el dictador Díaz el arribo de México a la democracia, se reúne con el propio Huerta, para preparar el “pacto” diplomático que condenaba al gobierno de Madero a la destitución.

La voz discordante del representante de Cuba, Manuel Márquez Sterling, apenas se dejó escuchar en medio de la euforia criminal. La condena al gobierno de Madero es terminante, aun con la oposición de Márquez Sterling, quien ofrecería al presidente un barco para salir a La Habana con su familia momentos antes de su sacrificio.

Desatada ya la carnicería, Gustavo, el hermano del presidente, es aprehendido y horriblemente sacrificado. El presidente es encerrado en una mazmorra improvisada en el costado de Palacio Nacional. El 19 de febrero es la fecha que la historia oficial registra como el término de la Decena trágica, porque ese día se obliga al presidente a firmar su renuncia. Pero la tragedia shakesperiana se prolonga hasta la madrugada del 24, cuando Madero es asesinado junto con el vicepresidente José María Pino Suárez, simulando un intento de fuga cuando eran conducidos a la cárcel de Lecumberri. El traidor Pedro Lascuráin había entregado la presidencia que por ley le correspondía al chacal Huerta, minutos después de tomar posesión.

Ante esta tragedia, el país se incendió con la segunda fase de la revolución que profundizó en las ideas que Madero, tibio e indeciso, no pudo o no quiso llevar a cabo al dejar casi intacto el aparato de la dictadura de Porfirio Díaz.

La lucha armada se enconó entre las facciones, en cuyo seno, sin embargo, se alimentaban las ideas libertarias y democráticas que condujeron a la institucionalización del movimiento armado, plasmadas en la Constitución que ahora rige al país.

El golpe de Victoriano Huerta, él mismo convertido en piltrafa alcohólica hasta su muerte en los Estados Unidos, marcó una serie de asonadas que no terminaron sino hasta la instauración de la normalidad republicana del México de la actualidad. Venustiano Carranza, el artífice de la Constitución, murió a manos de los conspiradores descontentos con su política al frente de la Presidencia en 1920.

Al magnicidio de Álvaro Obregón, presidente electo en 1928, siguió el atentado contra Pascual Ortiz Rubio el día en que tomó posesión de la Presidencia, en diciembre de 1929. Saturnino Cedillo se levantó en armas contra el gobierno de Lázaro Cárdenas en 1938, en defensa de los intereses de las compañías petroleras expropiadas. El último intento de magnicidio fue el del oscuro capitán Enrique de la Lama contra el presidente Manuel Ávila Camacho en 1941, frustrado por la rápida reacción del presidente en el patio de honor de Palacio Nacional. En 1962, durante el gobierno de Adolfo López Mateos, el llamado general Celestino Gasca anunció en Guanajuato haberse pronunciado en contra del régimen y fue inmediatamente reprimido por el gobierno.

Es todo. La historia oficial, que no la histórica, registra esos hechos como los últimos de las asonadas con las que se ha pretendido alterar el orden establecido, un orden restablecido después de prolongadas y sangrientas luchas por la democracia, que con grandes esfuerzos el país sigue construyendo.

 Gazapos. Los latinismos, convertidos en latinajos cuando se pretende usarlos como pretendidos recursos culteranos, son sin embargo, elementos del uso común. Manu militari, empleado para referirse a la toma del poder por un golpe castrense; non sancta, que se llama casa de mala nota, un prostíbulo, son algunos de ellos, no siempre bien empleados.

srio28@prodigy.net.mx