La demagogia del dinero

La demagogia del dinero
Por:
  • julian_andrade

En los próximos 90 días se van “a comprometer” miles de millones de pesos en promesas de campaña. Desde los ninis que tendrán derecho a un subsidio porque no hacen nada, hasta las jefas de familia que recibirán una pensión mensual, abrirán un abanico de proyectos que presionarán a las finanzas públicas y que terminarán, por necesidad, con otros programas sociales.

Se afirma que se cancelarán desarrollos como los del nuevo aeropuerto, pero nada se dice del alto costo que ello tendría por el incumplimiento de los contratos. Esto es, saldría más caro el caldo que las albóndigas.

Ante un escenario donde priva la mala información, se abre un espacio amplio para la demagogia.

Las elecciones no suelen ganarse con la verdad, pero lo que está en juego es demasiado como para no tomar providencias.

Hay que hacerlo, además, porque estamos en un escenario en el que no hay recato, y en el que, de plano, se propone el reparto de dinero. Ya no son políticas públicas, sino desembolsos mensuales a cambio del voto. Es el lastre del clientelismo.

Todo subsidio generalizado es injusto, porque se suele beneficiar a quien no lo requiere, pero en temporada electoral eso no suele ser tomado en cuenta o se oculta.

Tampoco se dice cómo se van a financiar las propuestas y, además, pocos candidatos son capaces de anunciar que aumentarán impuestos, porque todo cuesta.

Los presupuestos son limitados y la cobija no alcanza para todo; pero esto se oculta en la arenga de las porras y las matracas.

En el fondo, el problema es que no se discuten modelos de desarrollo, porque nadie se atreve a plantear problemas, cuando lo que la gente quiere, en teoría, son soluciones.

La ciudadanía debiera tener claro que cualquier propuesta está atada a recursos que provienen del pago de impuestos y que no son una dádiva generosa de los políticos.

Las políticas fiscales deberían estar en el centro de la discusión, pero no lo van a estar porque suelen ser poco populares y se les implementa cuando ya nadie se puede quejar o, mucho menos, castigar con el voto.

Uno de los riesgos más graves es que en contextos de enojo y desencanto se abren las puertas para planteamientos poco realistas, pero que encuentran aceptación por los años de frustraciones y engaños.

Ahí está el principal combustible del populismo, que, por desgracia, no es privativo de sólo algunas de las formaciones políticas, sino que puede permear por todos lados.

Pero en el cementerio de las promesas rotas es donde podemos encontrar muchas de las explicaciones de lo que nos pasa, de los desencantos y de por qué estamos en riesgo.

Inician las campañas y más vale estar preparados.