La esquina de la América Latina

La esquina de la América Latina
Por:
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Claudia Guillén

La geografía de un continente, o de un país, o de una ciudad, sin duda la dota de rasgos, que al igual que el ser humano, la hace única e irrepetible. Es así que el territorio se va construyendo a partir de su flora, de su fauna y, por supuesto, del lugar donde está ubicada dentro de un espacio determinado.

En el caso de la ciudad de Tijuana, en el Estado de Baja California, podemos encontrar un perfil por demás rico. Quizá se podría pensar que todas las ciudades que son frontera con Estados Unidos de Norteamérica son casi idénticas. Y no es así. Cada una tiene su propia personalidad que se conforma a partir, entre otras cosas, de los asentamientos humanos que se dan en ellas. Volviendo a la ciudad de Tijuana, que como sabemos, es frontera con el Estado de California y en particular con la ciudad de San Diego, se encuentra entre una de las urbes más pobladas de México y la cultura que se erige en ella es viva y muy atractiva. A Tijuana se le puede nombrar, también, como: “La esquina de México”, “La puerta de México”, o bien, “La esquina de América Latina”, dada su ubicación.

Durante el siglo XX, por su cercanía con el Estado de California, Tijuana ha sido objeto de innumerables cambios hasta transformarse en lo que es hoy. No olvidemos que este espacio cuenta con una tradición añeja pues previo a la conquista ya existían asentamientos humanos de diversos pueblos indígenas, como lo registran algunas crónicas de los frailes que recorrieron estas tierras y que en 1809 en el libro que llevaban el registro de los indígenas que eran evangelizados para después ser bautizados por los frailes de la Misión de San Diego se les nombra como los pobladores de la “La ranchería de la tía Juana”. Hago referencia a este dato porque existen diferentes versiones sobre el origen del vocablo con en el que se nombra a este gran pedazo de tierra que forma parte de nuestro territorio.

Tijuana es una ciudad viva en pleno siglo XXI. Su cultura tanto gastronómica, como su oferta cultural se da a partir de diversos movimientos que se fueron sustentando en las primeras generaciones que venían de otras latitudes del país con la intención de cruzar “al otro lado”, sin embargo, por distintas motivos decidieron radicar en tierras tijuanenses. O bien, también existe una población importante que sí logra encontrar un trabajo en los Estados Unidos pero prefiere radicar en el lado mexicano pues les resulta mucho más práctico tanto en términos económicos y, por qué no decirlo, también lingüísticos dado que la lengua es la misma. Y si nos detenemos a pensar que es justo a través del idioma con el que nos comunicamos cuando encontramos una de las formas de la identidad y qué mejor para quienes buscan encontrar un espacio para echar raíces que sea donde se hable su misma lengua.

Así, pues, quienes se quedaron tuvieron hijos y nietos que construyeron su cultura con una enorme convicción de ser y pertenecer a Tijuana. A ello le podemos sumar que esta concepción de su territorio les ha permitido no sólo mostrarse como una ciudad fronteriza que cuenta con su propia idiosincrasia sino que su cercanía con el Valle de Guadalupe les permite ser productores de vinos mexicanos que alcanzan altos grados de calidad.

Volviendo a la geografía los valles vitícolas de Baja California son idóneos para la elaboración de vinos ya que con el resurgimiento de aguas frías de profundidad frente a la costa junto con de la brisa marina de esa latitud se da un amalgamamiento que resulta en la conformación como de un clima ideal para la elaboración de vinos.

De esta forma hay un surgimiento de la industria del vino a nivel nacional en la zona de Ensenada, muy cerca de Tijuana, pues por la nobleza de su suelo junto con la apuesta que han hecho los productores se logra posicionar al vino bajacaliforniano como una oferta competitiva y de muy buena calidad no sólo en nuestro país sino en otras naciones del mundo que cuentan con una tradición vinícola.

El tratamiento del vino requiere de un gran cuidado pues se tiene que encontrar el sabor y el olor adecuado para que sea de buena calidad. Se me ocurre que sería semejante a la realización de un perfume. Me explico: en la espléndida novela de Patrick Süskind, El perfume, el autor nos ofrece un relato pormenorizado de cómo hay que mezclar diferentes esencias para lograr el olor deseado que dependiendo de la persona que lo utilice variará en su aroma como un líquido vivo e independiente. En el caso del vino no hay mucha diferencia pues cuando el líquido sale de la botella nunca pierde su naturaleza vital, es decir, es una bebida viva pues su sabor y su olor irán cambiando conforme se vaya oxigenando y, entonces, el paladar de quien lo beba podrá acceder a distintos sabores conforme se va saboreando una copa de este líquido que para la religión católica es la analogía de la sangre. La sangre, pues, como la vida al igual que el vino que cuenta con una vida propia.

Quien visite la ciudad de Tijuana se podrá dar cuenta que también es “La puerta de Latinoamérica” ya que en ella podrá palpar la gran cultura vinícola que sale desde esta apartada región del centro del país pero que es tan generosa que a través de su cultura vinícola puede llegar al lugar más recóndito de México o cualquier lugar del mundo.

Nos vemos el otro sábado, si ustedes gustan.

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