La herencia del negro Yanga

La herencia del negro Yanga
Por:
  • larazon

Salvador del Río

Ay, mulata de oro fino,

ay, mi mulata

de oro y plata

Nicolás Guillén

Hacia 1570 Gaspar Yanga, príncipe —se dice— de la familia real de Gabón, reunió a un puñado de esclavos de las haciendas azucareras de Veracruz, con ellos se fue a la sierra y proclamó la independencia de San Lorenzo de los Negros, hoy llamada simplemente Yanga.

Treinta años duró esa rebelión, que fue el primer movimiento de emancipación del dominio colonial, concluido trescientos años después con la Independencia de México, que proclamó, entre otros principios, la abolición total de la esclavitud. Yanga, el príncipe esclavo, dejó su huella en las generaciones que lo sucedieron.

En cumplimiento de la resolución de la Organización de las Naciones Unidas que instituye el decenio de atención a los afrodescendientes, México organiza un foro para la atención a esa población, que comprende a poco más de millón y medio de personas en el territorio nacional. Los afrodescendientes son una realidad histórica y presente en el desarrollo de México.

A diferencia de otros países conquistados por España, la presencia de esclavos traídos de África a México fue relativamente menor. El trabajo esclavo en la Nueva España en esas tres centurias recayó sobre los hombros de la población indígena, más numerosa y fuerte que la de los aborígenes de otras zonas del nuevo Continente. Las edificaciones coloniales de México tienen la impronta de las

manos y la imaginación estética y creadora del indio.

Pero, no obstante, esa voluntad política que desde la Independencia hizo iguales a todos los habitantes del suelo mexicano, subsisten en la sociedad prejuicios y prácticas discriminatorias que aparecen en diferentes formas de marginación por motivos raciales. Junto con el indio, otras etnias son señaladas como “el otro”, al que se distingue desde el desprecio con el que se lo llama por su pertenencia a una clase social tradicionalmente segregada.

Según datos de la Comisión para la Prevención y Erradicación de la Discriminación, ese millón y medio de afrodescendientes se encuentran distribuidos principalmente en los estados de Chiapas, Guerrero, Oaxaca, Michoacán, Quintana Roo y Veracruz. Son los herederos de los hombres y las mujeres llegados en las naves del tráfico humano que fue parte de la empresa de la Colonia.

Hay, sin embargo de esa definición, teorías que añaden a esa migración forzada la hipótesis de la presencia de una población negra autóctona aun antes de la llegada de los españoles a las tierras conquistadas. En un estudio editado hace años por la Universidad Veracruzana, Mario Moya Palencia afirmó la existencia de esa población basado en evidencias como las similitudes raciales que se encuentran en grupos étnicos como el olmeca o en la representación de Tláloc, el dios de la lluvia, cuyos rasgos faciales son inconfundiblemente similares a los de los llegados siglos después al Continente en condición de esclavos.

Nativos o traídos de África, los descendientes de esos grupos constituyen un hecho histórico en la composición de la población del país. Aquí están y su contribución a la construcción y el desarrollo de la nación que han habitado por siglos es innegable. Vicente Guerrero, el insurgente para quien la Patria siempre fue primero, fue de la estirpe de afrodescendientes y luchó por la emancipación del nuevo país, como siglos atrás lo hizo el negro Yanga por la libertad y la dignidad de los de su raza.

Los negros y sus descendientes, los indios de las más de sesenta etnias que pueblan el territorio nacional, son objeto de una discriminación que de diversas maneras subsiste en ciertos segmentos de nuestra sociedad.

Prevenirla y erradicarla en un esfuerzo por alcanzar niveles reales de igualdad en la democracia, es el valor de la acción que el gobierno emprende a favor de los marginados de la irracionalidad, donde quiera que se encuentren en la amplia geografía de nuestro país.

 Gazapos. Hay en el idioma español palabras, expresiones y verbos que se prestan a confusión. Financiar y negociar son algunos de ellos. El error al conjugarlos es más notorio por su uso continuo en los últimos años, el primero relacionado con la economía y el segundo con la política. Por desgracia no son pocas las ocasiones en que escuchamos o leemos financía o negocía, ya sea en el discurso público o en textos de los que se supone han sido escritos por personas enteradas. Un proyecto no se financía, sino que se financia, ni un acuerdo se negocía: se negocia. Averiguar el uso correcto de las palabras, adecuar nuestra forma de hablar y de escribir a las normas gramaticales sin caer en culteranismos, no es en forma alguna una obsesión puntillista, sino el sano interés por conocer nuestro idioma y por emplearlo correctamente.

srio28@prodigy.net.mx