La semilla del odio

La semilla del odio
Por:
  • larazon

Alejandro Arbide

El primer debate sí provocó un cambio en las tendencias electorales. No en los términos de quién ganará. Para cualquier analista medianamente enterado, no debe caber duda de quién será el ganador este primero de julio. Las encuestas serias han sido consistentes en todo lo que va del año. Pero es cierto que hubo un cambio a partir del debate pasado. No sorprende que el puntero tenga una tendencia a la baja. No sorprende pues empezó en las nubes. Lo que no se sabía era quién se consolidaría en segundo lugar. El debate logró clarificar la lucha por la medalla de plata. Y si bien ya sabemos quién aparenta estar en segundo, hay que señalar que aún así la distancia entre el puntero y los demás contendientes sigue siendo considerable. Más cuando faltan dos semanas y media de campaña.

Pero, ¿qué efecto tuvo el debate y por qué? El movimiento Yosoy132 comenzó con un airado reclamo al candidato puntero. Se le acusó de ser una imposición de las televisoras. Fueron justamente estudiantes de comunicación quienes se expresaron con vehemencia inusitada. Este movimiento nació días después del primer debate. No es aventurado pensar que hay una correlación entre uno y otro evento pues las banderas son las mismas. Televisoras que imponen un candidato.

Bajo el lente de la praxis política, hay que reconocer la efectividad del discurso del candidato de izquierda durante el debate. No perdió tiempo haciendo o detallando propuestas, mejor habló de manipulación, de opulencia y marginación. Desde su primera intervención se lanzó con todo: “A ellos les ha ido muy bien, aparecen en las listas de los más ricos del mundo... a costa del sufrimiento de la mayoría de los mexicanos... ustedes no lo saben pero personajes de este grupo tienen yates de gran lujo que cuestan hasta dos mil millones de pesos”.

Quizá no recordemos propuestas. Tampoco hay muchas frases para la posteridad. Salvo aquella de “si la televisión hiciera presidentes usted sería Presidente”. Pero no podemos desdeñar que el discurso del candidato de izquierda ha sido efectivo. Y que utilizó esa tribuna para seguir en lo suyo: polarizar. Ellos, los ricos, y nosotros, los pobres y esquilmados. “En mi gobierno no habrá uso de aviones ni helicópteros, viajaremos a ras de piso”.

Y como buen mercadólogo, lo repite hasta taladrar su verdad.

Si algo podemos reconocer en la historia, son los poderosos discursos que llegan al corazón y no a la mente. Dios así lo quiere, gritaban los cruzados en su afán de aniquilar a los musulmanes. Es muy efectivo despertar el odio. Ir en contra de algo es mucho más atractivo que estar a favor. Durante aquella Cruzada, no se trataba de esparcir la palabra de Cristo, de dar la otra mejilla. Lo que se buscaba era aniquilar al otro. Quien así lo hiciera, recibía la indulgencia papal.

Ir en contra es la regla ganadora. Hollande no ganó por sus propuestas ni su gran elocuencia. Simplemente la mayoría de los franceses eran anti Sarkozy. Zedillo no ganó por su carisma, la gente se movilizó en torno a él por estar en contra del miedo. De manera similar ganó Calderón. No eran sus propuestas ni su partido, era que el candidato de enfrente despertaba miedo al hablar. Y la gente rechaza a los peligrosos.

Estudios académicos sobre psicología política concluyen que cuando la gente está en contra de algo, es posible lograr una mayor movilización. Es más fácil que se adhieran nuevos voluntarios a una campaña cuando se está en “contra de” que cuando se busca promover una causa favorable. Ahí está el movimiento “apartidista” que está en contra de un partido. ¿Qué los moverá más, su interés por la democratización de medios o su rechazo a un candidato?

Seguramente veremos ataques sorpresivos en el debate y en la siguiente semana. Actos vistosos desde una óptica política; esa que piensa que es mejor sacar los trapos sucios al final de la campaña. Lo cierto es que esta visión política es muy poco efectiva en términos de mercado electoral. Aquí lo que cuenta es la pasión y la recordación. Y para esto lo importante es repetir y repetir, mil veces, hasta que sea una verdad o hasta que sea lo único que se recuerda.

La duda ahora es: Qué se recordará —qué se cosechará— durante ese larguísimo tiempo entre el 1 de julio y el 1 de diciembre.