La señal
Claudia Guillén
Entre los exponentes que han nutrido la literatura de nuestro país en el siglo XX, se encuentran autores como Inés Arredondo (1928-1989), quien junto con Juan García Ponce (1932-2003), Juan
Vicente Melo (1932-1996) y Salvador Elizondo (1932-2006), formaron un grupo que se unía por integrar en sus relatos una nueva manera de ver el contexto histórico y social de su momento —con respecto a la de las generaciones anteriores— y por supuesto, también una nueva forma de reflejarla a través de la narrativa.
Quedaba atrás la literatura de carácter nacionalista, y estos jóvenes autores
decidieron narrarnos un universo mucho más intimista que podía aludir tanto a los conflictos de pareja, como a las relaciones familiares, a los procesos psicológicos de hombres y mujeres habitantes de las grandes urbes y al erotismo. Sin dejar fuera temas como la conciencia de los artistas de su tiempo y la problemática social del mundo contemporáneo —distinta de la que se observaba en las primeras décadas posteriores a la Revolución Mexicana—. Para hacerlo, destacaban su necesidad por exaltar más las emociones que a la patria recurriendo a las técnicas literarias en auge en la literatura mundial.
Este contexto le resultó idóneo a la autora de La señal para desatar su
imaginario, y así poder crear historias que daban pie a diversos juegos temáticos, técnicos y estructurales que transitaban sin enfado por el mundo de lo erótico y lo tradicional, y de ahí pasaban al análisis de sus caracteres desde la perspectiva de las teorías psicológicas tanto freudianas como junguianas. Me refiero a Inés
Arredondo quien nació en el estado de
Sinaloa y es claro que sus orígenes
fueron el detonante interno que la llevó a recrear gran parte de las atmósferas opresivas, circulares; al mismo tiempo, luminosas y transparentes que se recrean
en sus relatos.
En sus primeros años de estudio se formó en una educación católica
tradicional que se contraponía con la educación liberal existente a intramuros de su casa. Su abuelo materno, del que toma el
apellido como autora, despertó en la nieta una pasión por la literatura que habría
de definir su destino, y también la
curiosidad para que buscara algunas de las respuestas a las muchas incógnitas que la vida nos brinda. Le ofreció un
espacio donde la naturaleza se mostraba noble y agradable. Cada árbol plantado en El dorado parecía ser una semilla que, en conjunto, logró dotar el imaginario
de Arredondo.
Sus compañeros de generación,
autores publicados en la década del
sesenta, sobresalen en el mundo de las letras por su capacidad de romper con los moldes establecidos y contar con una mirada que va más allá de su territorio inmediato.
Se trata pues, de un grupo que da voz y
nombre a la literatura de la segunda mitad del siglo XX. Estos autores
aportaron a nuestras letras un punto de vista moderno, no sólo por su ruptura con el pasado, sino también por su forma de narrar el presente, un presente lleno de descubrimientos científicos y tecnológicos que redundan, sin duda, en un cambio de
percepción en la sociedad como conjunto y en el hombre como individuo.
Los tiempos cambiaban de un modo vertiginoso, México entraba de golpe en la modernidad definitiva y era necesaria una nueva mirada para contemplar el país, sus ciudades, sus conflictos, además de un nuevo lenguaje para “contar” lo que estaba ocurriendo. Este grupo poseía tal mirada y fue creando, en base a sus obras, su propia identidad literaria.
Como todos sabemos, el género cuentístico ha tenido que cabalgar a marchas forzadas frente a la novela. Incluso, desde hace muchos años algunos lo han considerado una forma menor de la narrativa.
Es decir, este género, que por su síntesis y complejidad pareciera sencillo, no es tan leído por el gran público y, en consecuencia, los escritores en general dan la impresión de recurrir menos a él como vehículo para narrar sus historias. Por ello resulta importante destacar que es justo en este espacio donde Inés Arredondo se sintió libre para narrar sus historias de ficción en relatos fuertes y cargados por atmósferas cálidas.
La señal fue el primer libro de cuentos de la autora sinaloense y se publicó en la editorial Era en 1965. Si bien no
podríamos decir que esta autora no ha sido leída, tal vez, por el género que
eligió para llevar a cabo su oficio literario, no ha llegado al gran público. Se trata de una escritora fuerte y audaz, aún en
nuestros días, pues en cada uno de sus
relatos nos presenta situaciones y personajes que desnudan con toda pulcritud las
complejidades que habitan en el consciente e inconsciente de lo humano.
En 2011, el Fondo de Cultura Económica se dio a la tarea de reeditar todos sus cuentos en el volumen Inés Arredondo. Cuentos completos con prólogo de la también escritora Beatriz Espejo. Gracias a esta edición podemos acercarnos a una de las más importantes cuentistas nacionales. Quien lo haga, quizá, encuentre esa “señal” que a veces se esconde en los lugares más recónditos y sumamente gratos.
Nos vemos el sábado, si ustedes gustan.
elcajondelacostureralarazon@gmail.com
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