La virtud de la Transparencia

La virtud de la Transparencia
Por:
  • larazon

Salvador del Río

En el sistema federativo, los funcionarios públicos

deben vivir en la honrosa medianía que proporciona la retribución que la ley les señala

Benito Juárez

El general Juan Álvarez, combatiente en las gestas de la Independencia, había retomado las armas cuarenta años después y encabezaba, en 1853, la Revolución de Ayutla contra la dictadura de Antonio López de Santa Anna.

—Desensilla los caballos— ordenó al hombre menudo, pobremente vestido, que esperaba cerca de su cabalgadura, y entró de prisa en la casa del improvisado cuartel general de las fuerzas revolucionarias. El hombre obedeció la orden.

No fue sino hasta el día siguiente cuando el general Álvarez se enteró de la identidad de ese, para él desconocido, que seguía esperando en la caballeriza.

Era Benito Juárez, exdiputado, exgobernador de Oaxaca, quien volvía del exilio en Nueva Orleans para sumarse a la lucha. Incorporado al ejército revolucionario, el paciente y discreto abogado sustituiría a Ignacio Comonfort y al propio Juan Álvarez en la presidencia de la República al triunfo de la revolución que culminó con la promulgación de la Constitución liberal de 1857.

Republicano austero, inspirador y sostén de la Reforma, Juárez resistió a los embates de la reacción conservadora, persistió en el poder de la razón y la ley, peregrinó en su legendaria y sencilla carroza hasta derrotar a la impostura de la intervención extranjera y murió, pobre como vivió, en la defensa de la Patria.

Ha habido en el mundo ejemplos de presidentes y hombres públicos que como Juárez han entendido el poder con la humildad del iluminado. El manto que cubría la desnudez de Mahatma Gandhi, el “vocho” y la humilde casa de José Mujica en Uruguay, ilustran la idea de esa “honrosa medianía” a la que el servidor debe consagrarse en su elevada misión.

No es que —reflexionando sobre el significado del poder como apostolado civil—quien lo detenta por encargo del pueblo haya de profesar un voto de pobreza. En el devenir de las sociedades esa medianía a la que Benito Juárez aludía es relativa y cambiante. Quien escala por propios méritos un lugar preponderante en la comunidad —el político, el artista, el deportista, el técnico, el profesor, el sabio— tiene derecho a una vida digna y a una retribución de su valor intrínseco y reconocido, por encima de la generalidad. La retribución que la sociedad le asigna es justa y es humana.

En respuesta, el hombre público está obligado a transparentar ante la propia sociedad el fruto de su valor y de su esfuerzo, devolviéndole con la verdad aquello que ha recibido. Radican ahí la validez y la justicia de los esfuerzos que esa misma sociedad hace para contener y evitar en lo posible las distorsiones en el concepto del poder y las ambiciones, que también en la historia, acompañan a la notoriedad para servirse de ella. La ambición desmedida es también parte de la condición humana.

En México se está en los procesos para la instrumentación de marcos legales en materia de combate a la corrupción y la impunidad y a favor de la transparencia en el ejercicio de la cosa pública. Que quien asciende a un encargo conferido por la sociedad declare con verdad haberes y fortuna. Sea rico por herencia o por nacimiento, o acumule en legítimo provecho los frutos de su trabajo, la sociedad tiene derecho a saberlo, y el hombre la obligación de darlo a conocer.

Sólo así se saldrá al paso de la desconfianza que, a veces sin razón, inspiran el ejercicio del poder y las decisiones que en sus diversos ámbitos —ejecutivo, legislativo o judicial— ha de tomar quien ha sido depositario del mandato y el que debe cumplir con fidelidad.

 Gazapos. En ocasiones encontramos en un texto la palabra sic, y tal vez sepamos o intuyamos que se trata de una acotación para señalar un error, una palabra mal empleada, un contrasentido, una confusión o un pleonasmo. Sic es un adverbio latino cuya traducción literal es así. Sic transit es una expresión latina empleada para referirse al tránsito entre la vida y la muerte. Así es el tránsito.

Empleamos casi siempre el término sic para ironizar sobre un tropiezo idiomático ajeno. Quiere decir que así está en el original o que así se dijo. Es necesario prepararse para proveer [sic] el futuro. Lo correcto sería decir prever el futuro, pues proveer es otro verbo, que significa suministrar, proporcionar lo necesario.

La agudeza de algunos lingüistas llega a extremar la burla del gazapo diciendo o escribiendo: sic y requetesic, cuando el error es monumental, o —en términos castizos— garrafal. Un gazapo.

Expliquemos de paso qué es un gazapo. Es una equivocación, aplicada casi siempre al idioma, cometida por distracción o por ignorancia. Si bien gazapo, derivado del latín, significa conejo joven y en sentido figurado agazaparse es ocultarse, gazapo también procede del latín, pero de la palabra gazafatón, que es una cosa malsonante o indecente. Es un yerro cometido en el lenguaje, un disparate.

srio28@prodigy.net.mx