Las nuevas batallas

Las nuevas batallas
Por:
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Alejandro Armengol

“Les vamos a hacer lo mismo que ustedes nos hacen en Siria”, gritaron los terroristas al entrar a la sala parisina Bataclan. Pero lo dijeron en un francés perfecto, sin acento. Es posible que algunos terroristas vinieran de fuera, pero otros fueron alimentados dentro.

Ya se conoce que uno de los autores del ataque al Bataclan, identificado por la huella digital de un dedo amputado, es un ciudadano francés, nacido en 1985 en la periferia sur de París. El domingo la fiscalía francesa dio a conocer la identidad de otros dos, también ciudadanos franceses, residentes en Bélgica. Por otra parte, se cree que algunos de los participantes en los atentados terroristas, perfectamente coordinados, pueden ser refugiados llegados en las últimas oleadas de inmigrante procedentes de Siria, que tanta compasión despertaron en Occidente.

Al parecer existe una variación en lugares de nacimiento, pero un elemento común de origen árabe. Y ello nos devuelve de pronto a una época que Europa parecía superada, pero que en los últimos años, cada vez con mayor fuerza, los hechos nos han demostrado que no es así. En el mejor de los casos estamos de vuelta a los años 60 o 70 del pasado siglo. En el peor, asistimos a una vuelta al medioevo, a los inicios del colonialismo europeo.

Por ese sentimiento de vuelta al pasado es que tras conocer la noche de terror en Francia volví a ver La Batalla de Argel. Desde antes de los atentados a las Torres Gemelas en Nueva York, la película se ha convertido en una referencia en el Pentágono. No deja de resultar algo difícil de visionar a las pocas horas de conocerse la masacre de París. Por dos razones fundamentales. Una, y hay que dejarla clara desde el inicio, porque la cinta justifica el terrorismo árabe. La segunda es que tras los años sigue siendo una excelente película. Para partir de un hecho elemental: La Batalla de Argel fue financiada entre 40 y un 60 por ciento por las autoridades argelinas, que le brindaron un apoyo total al realizador Gillo Pontecorvo durante la filmación en Argelia. Según Pontecorvo, a lo único que se opuso el gobierno argelino fue a la inclusión de las imágenes de un niño disfrutando de un helado momentos antes de una explosión. Pese a ello la escena permaneció.

El punto de vista del FLN. Tras un contacto inicial con Pontecorvo —de reconocida filiación de izquierda—, los miembros del Frente de Liberación Nacional (FLN), que habían llegado al poder en Argelia, le expresaron el deseo de realizar una película con proyección internacional que les permitiera celebrar el nacimiento de la nueva nación. El director rechazó un guión propagandista hecho por el líder guerrillero, Saadi Yacef, y propuso en su lugar otro hecho por él y Franco Solinas.

En la década de los 60 del pasado siglo, la exhibición de La Batalla de Argel coincidió con el período de las guerras de liberación nacional y la lucha anticolonial. En Cuba se convirtió en una “película de culto” para el Instituto Cubano del Cine y la Industria Cinematográficas y fue celebrada por los partidarios de la lucha armada en todo el mundo. Con los años, pasó a disfrutar de una audiencia selecta, aunque con una motivación contraria. Los cursos de adiestramiento de contrainsurgencia la incluyeron en su currículo, desde la tenebrosa Escuela Superior de Mecánica de la Armada, en Argentina, hasta el Pentágono, que a partir de 2003 comenzó a mostrarla como una ilustración de los futuros y posibles problemas a encarar en Irak.

El aspecto más controversial de La Batalla de Argel es la justificación del terrorismo. Cuando llega el momento en que las imágenes muestran de forma descarnada las consecuencias de las bombas colocadas en lugares públicos, como cafeterías y salones de viaje (algo que acaba de ocurrir en París), el espectador ha visto tantos actos de represión, racismo y terrorismo de Estado, efectuados por los franceses y los pied-noirs, que ve las explosiones como una conclusión cruel, pero inevitable, creada por los colonialistas. Algo similar a lo que se escuchó en la sala Bataclan. De hecho, la mayor crítica que se presenta al terrorismo en el filme no es desde el punto de vista moral y humanitario, sino como una táctica insuficiente para alcanzar el triunfo.

“Las guerras no pueden ganarse con ataques terroristas. Ni las guerras ni las revoluciones. El terrorismo es útil para iniciar un proceso, pero luego tiene que actuar toda la población”, dice Ben M’Hidi, líder político del FLN en Argel a Ali la Point, joven marginal y analfabeto, preso por delincuente, que se une al movimiento que simboliza una representación del guerrillero urbano y rural glorificado en las décadas de 1960 y 1970.

Una visión actual. Ver ahora La Batalla de Argel sirve a la vez para constatar tanto las repeticiones como la transformación de ese movimiento de ideología islámica, que entonces figuraba como un ideal nacionalista pero en la actualidad representa un extremismo religioso en su forma más burda. Si ayer la batalla era en contra del colonialismo, hoy es simplemente un afán de destruir la civilización occidental. La cinta presenta un escenario donde, en última instancia, el terrorismo es derrotado en la ciudad por las tropas paracaidistas francesas, pero donde al final los árabes logran la independencia. Francia gana la batalla de Argel, pero pierde la lucha en Argelia.

Más allá del colonialismo. Lo que viene ocurriendo en las últimos años en Europa resiste a la explicación simple del pasado colonial —aunque el componente no deja de estar presente, sino representa un desafío mucho más profundo. Tampoco las referencias a Argelia en esta columna apuntan a una vinculación directa entre los atentados ocurridos en París y esa nación.

Es del vecino Malí desde donde la amenaza yihadista hacia el suelo francés se ha hecho pública en los últimos años. Ahora todo apunta hacia la responsabilidad del Estado Islámico. Particularmente difícil es la situación ahora, cuando crece el temor de que algunos de los terroristas hubieran llegado a Francia entre los refugiados procedentes de Siria. ¿Terminarán por cerrarse los países europeos, no sólo a los inmigrantes sino restableciendo controles fronterizos que se creía ya superados? ¿Se impondrá la unidad sobre el terror? Vale entonces volver a ver La Batalla de Argel, porque en estos días, el pasado está cada vez más cercano.

*Director editorial de Cubaencuentro