López Obrador y los molinos del presidente

López Obrador y los molinos del presidente
Por:
  • julian_andrade

Los presidentes son muy poderosos, pero su poder ha disminuido a lo largo de las últimas décadas.

Andrés Manuel López Obrador entiende muy bien esto y por ello quiere restaurar todas las herramientas con las que alguna vez contó la Presidencia de la República.

Desconfía de los órganos autónomos, porque justo ahí es donde se empezó a equilibrar un poder que en muchas ocasiones era desmedido.

Si el líder de Morena gana la contienda, no habrá Fiscalía, porque prefiere un procurador que responda a las necesidades presidenciales, buenas y malas.

Quienes no querían un fiscal cercano al presidente van a tener lo que pidieron, pero en la figura de un Ministerio Público dispuesto a seguir los dictados de Los Pinos. No hay nada peor que un deseo cumplido.

Todo el sistema no jurisdiccional de derechos humanos, en el que destaca el ombudsman, hará colisión con la idea de una fuerza de seguridad única, conformada por policías y por elementos del Ejército y la Marina Armada.

El mando presidencial sobre las policías romperá con las estructuras de profesionalización y de análisis técnico de las situaciones. La acción contra el crimen requiere de voluntad política, pero su implementación debe ser ajena a intereses distintos a los de la propia legalidad.

Recordemos que uno de los episodios más ominosos de nuestra historia reciente es la guerra sucia, en la que los organismos de seguridad fueron utilizados para la persecución de disidentes y ello a cambio de una patente de corzo para hacer negocios.

La mayoría de los desastres económicos se puede explicar, aunque sea en parte, por las atribuciones que se podía tomar un mandatario, más allá de las consecuencias que ello pudiera tener. En la actualidad el Banco de México impide que las cosas se desboquen y lo hace con autonomía.

Uno de los cambios más profundos es el de las elecciones. Todavía en los ochenta y principios de los noventa todo el proceso se encontraba en manos de la Secretaría de Gobernación y desde ahí se designaba hasta a los presidentes de casilla.

El INE, más allá del fuego constante que recibe, ha sido clave en la construcción de equilibrios de nuestro sistema político y, junto con el Tribunal Electoral, pavimenta el camino para que las contiendas e inclusive las disputas encuentren arreglo en el marco de las leyes.

Por eso, más allá de la mitología sobre el Presidente, se debería discutir sobre la pertinencia de fortalecer los órganos autónomos y de empujar una mejor participación ciudadana.

Ahí radica una de las disputas más importantes y que tendrán veredicto en julio próximo: el retorno del presidencialismo o la profundización de nuestro arreglo democrático y más vale entenderlo, para no caer en el espejismo de los molinos de viento.