Los silencios en la democracia deliberativa

Los silencios en la democracia deliberativa
Por:
  • leonardo-nunez

El ideal de la democracia deliberativa es que la plaza pública sea tomada por todos los discursos y que haya un abierto enfrentamiento entre ellos para identificar al mejor argumento, a la mejor idea o a la propuesta más razonable. Naturalmente, en este proceso normativo deberían de salir por la ventana todas aquellas posiciones derrotadas en la deliberación.

El problema es que, como toda posición ideal, la realidad suele ser muy diferente y nos encontramos con que las decisiones que deberían ser públicas, se realizan a puertas cerradas o atendiendo a criterios ininteligibles. Cuando la cosa pública no se somete a escrutinio, se queda a la deriva de la voluntad de unos cuantos. Otro fenómeno por igual interesante es el efecto de la corrección política: la idea de que hay ciertos temas que no pueden discutirse o de los que no debe hablarse. En una cruel paradoja, cuando las posiciones retrógradas, nacionalistas o xenófobas se quedan en el armario y nunca se ponen al descubierto, éstas ya no son combatidas públicamente y, más que debilitarse, se refuerzan al no ser exhibidas por su falta de razón o incoherencias. El fenómeno conocido como “espiral del silencio” sólo hace que quien calla no enfrente consecuencias, pero también que quien debería contestarle, olvide sus argumentos y sólo dé por sentada su posición.

Donald Trump es un beneficiario de este fenómeno. Atavismos históricos que se creían zanjados porque ya no estaban en la palestra pública, como la superioridad racial, han resurgido con una fuerza estridente y se han hecho del control de las decisiones al descubrirse como una “mayoría” silenciosa que estaba en las sombras y no era consciente de sus dimensiones. La corrección política que impedía hablar de muchos temas terminó alimentando al triunfo de la incorrección política, ya que parte de los argumentos para derrotarla, apenas se estaban desempolvando y no tuvieron oportunidad de presentar resistencia.

Aquello de lo que se vuelve incorrecto públicamente hablar, entonces, tiene el potencial de convertirse en una especie de boomerang que golpea fuertemente a su regreso. Desde la respuesta que debería tenerse con los refugiados en Europa, pasando por lo que vimos en México cuando dejó de hablarse públicamente de la violencia y sangre derramada diariamente, hasta el silencio de la izquierda internacional ante cada nueva tragedia en Venezuela.

Ahora que comienza un nuevo período de campañas electorales, una de las primeras tareas será detectar de qué temas no se quiere o parece imposible hablarse. Ahí encontraremos muchos de los posibles riesgos que estamos ignorando. Puntos como la prohibición de los candidatos de un partido para criticar a su dirigencia o rehuir al debate sobre la corrupción, muestran los espacios sobre los que hay que obligar a que todas las posiciones salgan a la luz y tengan que enfrentarse con sus contrapartes. Por ello, es indispensable poner todos los temas sobre la mesa y comenzar a dudar ante los silencios, ya que una parte vital de una democracia es la puesta a debate de todas las posiciones y todas las ideas.