Obesidad: la más crucial de las batallas

Obesidad: la más crucial de las batallas
Por:
  • larazon

Salvador Camarena

La semana pasada ocurrieron dos hechos que podrían resultar de gran influencia en el futuro de México. Pero podría suceder que esos mismos acontecimientos terminaran siendo lamentables para el porvenir de nuestro país.

La aprobación de impuestos a los refrescos y a alimentos de alto contenido calórico, y el lanzamiento de la Estrategia Nacional para la Prevención y el Control de Sobrepeso, la Obesidad y la Diabetes suponen dos pasos en el sentido correcto para combatir la epidemia de la obesidad, pero si no se implementan debidamente podrían ser contraproducentes y representar una gran oportunidad perdida.

Los refrescos pagarán un impuesto especial de un peso por litro y alimentos con alto nivel calórico pagarán un impuesto de 8% (que hasta el lunes pasado era de 5%). Precisamente la facilidad con que de un día para otro este último gravamen aumentó en más de la mitad, obliga a preguntarse si estas cargas impositivas están basadas en una estrategia de salud, o más bien su existencia obedece a una lógica meramente recaudatoria.

Porque diversas voces expresaron que lo adecuado sería que el impuesto a los refrescos fuera de dos pesos por litro. De esa manera sería mayor la garantía de que sí ocurrirá un decremento en el consumo de gaseosas. Al quedar en un solo peso, pudiera darse el caso de que en un año el descenso de consumo de esas bebidas fuera raquítico, alimentando el argumento de las refresqueras de que el gravamen estaba equivocado. En ese escenario la SHCP tendrá su dinero pero una de las causas de la obesidad, y sus males asociados, habría seguido tan campante.

Pero la duda principal es si el gobierno tiene claro lo que deberá demandar de uno de los actores cruciales de la lucha contra la obesidad: la industria de los alimentos y las bebidas. La duda persiste tras lo visto el 31 de octubre en Los Pinos, día de la presentación de la estrategia, en la que participó el presidente de Coca-Cola para América Latina, Brian Smith. Ese día se habló mucho de salud, mucho de actividad física, mucho de cambiar hábitos, pero poco de exigirle a la industria que cambien sus productos.

En su libro Salt Sugar Fat: How the Food Giant Hooked Us (publicado en 2012 y que podría traducirse como Sal Azúcar Grasa: de cómo los gigantes de los alimentos nos atraparon), Michael Moss subraya que el tema no es que las grandes empresas pongan en el mercado otro tipo de productos bajos en grasa o en sal, sino que deberían ser forzadas a limitar el uso de esos dos componentes, así como del azúcar, de sus principales marcas.

No sobra recordar que buena parte de las empresas que producen esos alimentos procesados son trasnacionales, por lo que cualquier regulación efectiva será combatida pues su éxito podría ser replicado en otros países. Lo cual, aunque resulte obvio decirlo, no sería una buena noticia para esos emporios.

Más impuestos a los refrescos y a los productos calóricos, y una estrategia global contra la obesidad son buenas noticias. Pero anuncios como los que se han empezado a emitir en los medios, que de manera simplona llaman a cambiar un pastelito por una manzana, o a activarse durante una hora, no van a hacer magia. El problema es gordo y las resistencias de los empresarios serán enormes. A ellos es a quienes realmente habrá que mover en este tema. ¿Estará realmente comprometido el gobierno? El resultado a esta interrogante será inocultable.

salvador.camarena@razon.mx

Twitter: @salcamarena