Otro Papa y otra Cuba

Otro Papa y otra Cuba
Por:
  • larazon

Alejandro Armengol

Nada que anteponer de momento a la decepción entre la disidencia y el exilio cubano de Miami tras la visita del Papa Francisco a Cuba. Quizá la razón fundamental fue que se crearan expectativas sin fundamento. La esperanza de que el Sumo Pontífice iba a la isla a impulsar una transición democrática. Un empeño con expectativas y apremios, pero aún sin resultado a la vista. Fue entonces más ilusión que realidad la fuente del desengaño. Y, sin embargo, no resulta fácil resumir lo acontecido en términos absolutos.

El aspecto más evidente es que el régimen de La Habana continúa imponiendo sus criterios, y a la hora de sentarse a conversar con él —sean fuerzas tan poderosas como Washington y el Vaticano— hay que aceptarlo o no hay “diálogo”. En este sentido, resulta evidente que los grandes perdedores durante el encuentro fueron los activistas en favor de la sociedad civil y los derechos humanos.

No porque el Papa no se reuniera con ellos —algo que tampoco hicieron sus dos predecesores—, sino porque una vez más el gobierno cubano recurrió al mecanismo de encarcelaciones preventivas, sin que se escuchara una palabra de rechazo o solidaridad hacia los detenidos por parte de la Iglesia católica.

No se trata de apoyar demostraciones, actividades de protesta o cualquier gesto destinado a servirse de la oportunidad para desafiar al gobierno cubano. El hecho de que la activista y periodista independiente Miriam Leiva fuera detenida por varias horas en dos ocasiones, con el objetivo de impedirle asistir a saludar al Papa —simplemente verlo de cerca o si acaso poder estrechar su mano, recibir un saludo o una bendición—, tras ser invitada en ambos casos por la Nunciatura Apostólica en La Habana, dice mucho de la naturaleza represiva del sistema, que se mantiene apenas

sin cambio.

Sucede que Leiva, fundadora de las Damas de Blanco y viuda del conocido disidente Óscar Espinosa Chepe, encarcelado durante la Primavera Negra y luego excarcelado por motivos de salud, es una activista que ha declarado públicamente —incluso en el Congreso de Estados Unidos— su posición favorable al deshielo iniciado entre Washington y La Habana. ¿Por qué entonces esa persistencia en tales alardes represivos?

Para explicar tales hechos hay que mencionar la impunidad con la cual se llevan a cabo, no sólo en la isla sino también en lo que se refiere a reacciones internacionales, y aquí la Iglesia, con el Papa a la cabeza, contribuyó a esa vergüenza que es asistir a un atropello sin hacer nada para contribuir a su castigo.

Entran a jugar también las características de personalidad de este Papa, conocido por no quedarse callado, lanzar denuncias que incluso han afectado asuntos esenciales de su propia organización y empeñado en un reclamo constante en favor de los menos favorecidos. Al parecer, el Papa Francisco perdió la audacia al llegar a Cuba.

Pero no todo se reduce a la siempre necesaria denuncia. Además hay que tomar en cuenta otro factor: El papel de mediador que ha desempeñado —y al parecer aún desempeña— el Papa Francisco en las negociaciones entre los gobiernos estadounidense y cubano.

Negociaciones que son entre dos Estados, pero también entre dos hombres, con tercero interpuesto (el Papa).

Y es que los asuntos con Cuba siempre son así. El sello personal trasciende al gabinete. Con Fidel Castro no existía duda al respecto, pero no hay que pensar que la situación ha cambiado con

su hermano.

Más allá de la constancia en la naturaleza represiva del régimen, la Cuba que visitó el Papa Francisco es muy diferente de aquel país al que aquella tarde del 21 de enero de 1998 llegara Juan Pablo II.

Francisco no fue a Cuba como un conocido rival ideológico (Juan Pablo II) ni supuesto a realizar una visita de más pompa que circunstancia (Benedicto XVI), sino viajó tanto en su principal misión sacerdotal como con un objetivo político explícito de continuar su papel mediador.

En ese contexto, aún es pronto para las conclusiones sobre el viaje. Lo que sí cabe es situar correctamente los intereses en juego en esa mediación, mas allá de las declaraciones de los bandos. La Iglesia busca continuar ampliando su labor, tanto episcopal como de orden social; el gobierno cubano, la necesaria tabla de salvación económica, y la administración de Obama, asegurarse de que no se producirá una crisis que amenace con un nuevo éxodo masivo a 145 kilómetros de sus costas.

Desgraciadamente, de cara a esos objetivos, continúan teniendo una consideración relativa las detenciones y

los atropellos.

Escritor cubano radicado en EU.

Es director editorial de Cubaencuentro.com

Twitter: @cuadernodecuba