Resultados sí, pero ¿cuáles?

Resultados sí, pero ¿cuáles?
Por:
  • larazon

Otto Granados

Dicen que en política lo único que cuenta son los resultados. Pero el desafío central es definir qué se entiende por resultados, y no me refiero a los electorales sino a los de verdad: los de una gestión pública que sea eficaz para la gente.

Todos los gobiernos se plantean ofrecer resultados y sus técnicos disparan objetivos, metas, programas, estrategias y acciones a granel. Sin embargo, una cosa es hacer y otra, distinta, lograr. Veamos algunos ejemplos sencillos.

Se supone que los desayunos escolares son una herramienta para resolver carencias alimentarias de los niños. Se gastan cientos de millones de pesos en ellos y diariamente se distribuyen cientos de miles por todo el país. Una forma de medir el resultado es la estadística de cuántos se reparten, pero el que debiera ser es conocer exactamente en qué proporción específica esos niños beneficiarios mejoraron su peso y talla o bien sus resultados escolares. De otra forma, pueden entregarse millones de desayunos pero su impacto real es nulo.

Otro ejemplo: los gobiernos gastan miles de millones en infraestructura vial; se dice que en tal o cual sexenio se han construido más kilómetros de carreteras que nunca antes y puede ser cierto. Pero el resultado final no es ese, sino saber concretamente en qué medida esas nuevas vialidades estimularon la economía. Si se derramó un dineral en infraestructura en una entidad pero no aumentaron el crecimiento económico, ni el ingreso de las personas, la competitividad y los buenos empleos, entonces fue un presupuesto tirado literalmente a la calle. Es decir, el resultado que importa es este, no el número de kilómetros.

Otro más: con recursos públicos se subsidia a los investigadores de las universidades. Uno de los componentes de ese mecanismo consiste en publicar artículos, investigaciones, libros, etc. Mientras más abundante el número de papers, mejor. Ese es el resultado tradicional. Pero nadie se pregunta jamás cuántas soluciones aportaron esas investigaciones para resolver un problema, cuántas innovaciones produjeron para elevar la competitividad de un país, cuál fue su valor agregado para el desarrollo, cuantas patentes obtuvieron su registro, o cuánto dinero le dejaron a los autores. Y este debiera ser el verdadero resultado.

Parecería que esto es un tecnicismo académico o propio de la teoría de la administración pública, pero es un asunto político relacionado tanto con la forma de evaluar correctamente a los gobernantes como de ponderar su credibilidad dentro del contrato con los ciudadanos que deriva de una elección. De otra manera, el acto de gobernar se convierte en una simulación, y, en ocasiones, en una estafa.

Los políticos y gobernantes debieran recordar, de vez en cuando, la admonición de Churchill: “Por muy hermosa que sea la estrategia, de vez en cuando debes mirar los resultados”.

Los resultados de fondo, por supuesto.

og1956@gmail.com