Sin tregua

Sin tregua
Por:
  • larazon

Bertrand de la Grange

Casualmente —¿o fue un cálculo?—, el golpe militar contra el Gobierno islamista en Egipto ocurrió una semana antes del inicio del mes de Ramadán, el acontecimiento religioso más relevante en el mundo musulmán. La fuerte carga espiritual que acompaña esos treinta días de ayuno suele propiciar la concordia. Este año, sin embargo, el panorama se presenta sombrío y no se vislumbra ninguna tregua entre los grupos que se disputan el poder político.

El año pasado, en esas mismas fechas, el recién electo presidente Mohamed Morsi decretaba un indulto masivo a favor de casi 10 mil presos, muchos de ellos condenados por su participación en la revuelta que había acabado, en enero de 2011, con el régimen de Hosni Mubarak. Ahora es el propio Morsi el que está detenido y a la espera de un indulto solicitado por la comunidad internacional y exigido por sus partidarios, que siguen manifestándose en las principales ciudades. El Ejército se muestra inflexible, reprime con dureza las protestas —ya van más de cincuenta muertos— y ha ordenado la captura de los principales líderes islamistas.

Lo que comenzó como una etapa esperanzadora en Egipto, al calor de la primavera árabe, ha tomado un cariz preocupante. Caído Mubarak, las primeras elecciones libres de la historia del país dieron un triunfo contundente a Morsi. El candidato de los Hermanos Musulmanes había prometido gobernar para todos y construir una democracia incluyente, pero no cumplió su palabra. Promovió una Constitución que restringía las libertades y colocó a su gente de la Hermandad en todos los puestos clave de la Administración.

Y en El Cairo, la plaza de Tahrir, corazón de la revuelta contra Mubarak, volvió a llenarse de gente. Esta vez para exigir la renuncia de Morsi, que fue finalmente forzada por las todopoderosas Fuerzas Armadas. Las protestas fueron iniciadas por el movimiento juvenil Tamarrod (rebelión, en árabe) y secundadas por el Frente de Salvación Nacional, coalición opositora de 11 partidos laicos y liberales. A ellos se unió, paradójicamente, el partido salafista Nur, enfrentado a los Hermanos Musulmanes en una lucha de poder.

Los militares designaron un presidente interino, el magistrado Adli Mansur, y prometieron elecciones. Egipto asistía, se dijo entonces, a un “nuevo comienzo de la revolución”. Sin embargo, las primeras medidas tomadas por Mansur han decepcionado a los jóvenes de Tamarrod, que critican tanto la falta de consenso sobre la hoja de ruta como las concesiones hechas a los salafistas de Nur (la sharía, o ley islámica, seguirá siendo la principal fuente de derecho).

“Hemos hecho caer a Mubarak. Luego Morsi nos pareció cosa fácil, y aquí nos opondremos a Mansur, a los militares y a quien esté en el poder hasta que haya democracia verdadera”, declaraba a El País uno de los fundadores de Tamarrod.

Eso mismo piensan también los Hermanos Musulmanes, despojados de forma antidemocrática del poder que ganaron en las urnas. Unos y otros se manifiestan en lugares distintos, los jóvenes laicos en Tahrir y los islamistas en Ciudad Nasser, en la periferia de El Cairo. Esas plazas simbolizan las dos grandes corrientes políticas del momento.

Pero ¿qué pasa en el resto de ese país de 85 millones de habitantes? La mayoría silenciosa, ese pueblo que vive miserablemente en los cinturones de las grandes ciudades y en las áreas rurales a lo largo del Nilo, no se ha pronunciado. Pero está muy extendido el rechazo tanto a los islamistas como a la burguesía occidentalizada.

Lo que preocupa a esa población no es el debate constitucional ni la aplicación de la sharía, sino el desarrollo económico. Quieren saber lo que pasa con los cientos de millones de dólares de la ayuda financiera proporcionada en los últimos años por los países occidentales y con los más de 10 mil millones que Arabia Saudí, Kuwait y los Emiratos acaban de ofrecer a Egipto. Hasta ahora los únicos beneficiados han sido las Fuerzas Armadas y los grupos islamistas.

El país vive una situación de caos que podría desembocar en una guerra civil si el Ejército se divide en dos bandos. Ese escenario pesimista, sin embargo, puede evitarse si los egipcios aprovechan este mes de Ramadán para reflexionar y buscar la reconciliación que anuncian sus líderes. Según el Corán, el libro sagrado de los musulmanes, el ayuno contribuye a desarrollar ciertas virtudes, entre ellas la paciencia, tan necesaria en estos tiempos agitados.

bdgmr@yahoo.com