Tomar decisiones cuesta

Tomar decisiones cuesta
Por:
  • larazon

Carmen Amescua

Después de las enfermedades, los problemas económicos y los desamores, lo que más nos roba el sueño es tomar decisiones.

La vida es una constante elección de lo que más nos conviene. A veces con un tin-marín entre la opción a, b o c se resuelve. Otras, se necesitan varias sesiones terapéuticas o cafés con amigos para vislumbrar por dónde. Desde que nacemos se van presentando las bifurcaciones. Cada mañana elegimos el par de zapatos adecuado, el desayuno apropiado, el camino más corto para llegar a donde vamos, etc. Después la pareja, la carrera, el número de hijos, el divorcio y así, hasta el último día de nuestra existencia. No hay manera de evitarlo.

¿Porqué cuesta tanto trabajo decir quiero esto y no esto otro?

Porque cada elección tiene una consecuencia que hay que asumir. En ese punto es donde la mayoría sentimos el pequeño nudo en el estómago llamado miedo. Las dudas aparecen por temor a no acertar, temor a equivocarnos, temor a arrepentirnos, temor a dejar ir lo que podría haber sido aquel sueño que tanto deseamos pero por falta de visión se esfumo. En el momento que echamos esa moneda al aire para emprender una acción en lugar de otra nos estamos jugando el futuro.

No hay nada escrito, ni seguro cuando emprendemos un sendero. Sin embargo, la mayoría, aún sin saberlo tomamos decisiones en base a todo menos a lo que en el fondo de nuestro corazón queremos. El camino del corazón del que Carlos Castaneda habla es el más complicado de seguir.

¿Porqué? Porque para saber lo que queremos primero hay que saber de qué estamos hechos, qué nos mueve, qué nos molesta, qué nos prende la pila, qué nos la apaga, qué necesitamos en el fondo, no sólo en la superficie. Qué necesidad es verdaderamente nuestra y cuál heredada. A quién estamos pretendiendo complacer cuándo elegimos o a quién estamos siendo leales aunque no nos convenga. Acabar siendo infelices cuando se nos concede lo que tanto deseamos es el resultado de escoger con base en otros en lugar de hacerlo por nosotros mismos.

Cuando tengamos que decidir entre una opción u otra, escribir es una buena herramienta. Poner las dos alternativas en un papel, luego hacer una lista con nuestras necesidades para explorar si eso que tenemos enfrente lo cumple, antes de meternos en camisa de once varas. Tomar un respiro profundo para escucharnos con atención haciendo a un lado la opinión de otros. Acomodarlas de acuerdo a nuestras prioridades empezando desde arriba para dejar hasta abajo lo que en determinado momento no fuera indispensable. Después ver cuál de las dos ofertas tiene lo que necesitamos. Entonces podemos decidir.

Ponerlo por escrito puede ser el mapa que nos diga hacia dónde caminar, puede ser la herramienta que nos aclare nuestro panorama interno. Al final ninguna elección nos garantiza el éxito, pero quedarnos pasmados sin tomar decisiones tampoco.

camescua7@hotmail.com

Twitter: @Carmen_Amescua