Un plato de arroz

Un plato de arroz
Por:
  • larazon

Gil Gamés

Los ojos de plato, los pelos de punta. Gil leyó en sus periódicos El País y La Razón las notas sobre los documentos de la ONU en los cuales 80 prisioneros relatan su experiencia en los campos de concentración coreanos. Los internos son presos políticos, desertores. Los investigadores presentaron sus conclusiones en Ginebra. Un interno, Shin Dong-hyuk, contó una parte de su vida en un campo. La edificante historia de este preso del régimen de Corea del Norte, que el Partido del Trabajo considera su aliado y a cuyo líder saluda como un camarada, delató a su madre que pretendía fugarse; la delación, por una ración completa de arroz (ción-ción). A la mamá la ahorcaron.

Su primer recuerdo, a los 13 años, una ejecución. Este tipo de historias refrendan la confianza de Gil en el género humano. Shin vio como fusilaban a su hermano. A los 22 años escapó del campo, 125 kilómetros cuadrados, a 65 kilómetros de Pyongyang. Los investigadores de la ONU calculan que hay cien mil presos. La alimentación está hecha por 400 gramos de maíz. Si el guardia de turno se portaba bien, le permitía comer ratones vivos. El juez australiano, Michael Kirby ha dicho que estas atrocidades se parecen a los crímenes del nazismo. Gil no oye nada, absolutamente nada en el PT. Oigan ustedes: miembros conspicuos del Partido del Trabajo, legisladores, dirigentes, ¿nada dirán del documento de la ONU? Gamés no da crédito y cobranza.

La nota de El País hace notar, para evitar la cantaleta, que se trata de mentiras, que el documento de más de trescientas páginas cuenta con el aval multilateral de la ONU. La tortura, la falta de comida, los asesinatos, los secuestros, las desapariciones son el pan de cada día bajo el régimen de Kim Yong-un: “La gravedad, la escala y la naturaleza de las violaciones de derechos humanos documentadas no tiene parangón en el mundo contemporáneo”.

Perdón la insistencia, pero un partido político mexicano, el PT, ha saludado a ese régimen criminal. ¿Cómo la ven?, sin albur.

Oigan esto por favor: los testimonios incluyen los de algunos guardias. Ahm Yon chol dijo que “a los presos no se les trata como humanos porque no van a salir”. El australiano Kirby tomó en sus manos el documento y dijo: “Ahora la comunidad internacional sabe. No hay excusa para no actuar”. La comisión pidió la intervención (ción-ción) del Tribunal Penal Internacional, pero para que algo ocurra hay que saltar a los chinos, aliados del régimen de Kim Yong-un. Vamos muy bien, meditó Gamés con los dedos índice y pulgar a la altura de la nariz.

Kim Yong-un tiene cara de tonto, pero es un asesinazo, al tío le dio cuello sin despeinarse; los militares tienen cara de enfermos mentales y en efecto son peligrosísimos criminales; las historias que cuentan los presos en fuga de los campos parecen mentira, pero forman parte de la realidad de Corea del Norte.

Ahora mal, y van a perdonar la pequeña obsesión: la prensa y los medios tienen una oportunidad de exhibir al Partido del Trabajo como cómplice de esos crímenes de lesa humanidad. Para que a la hora de que vengan al negocio electoral, como lo hicieron en el pasado, nadie les crea nada de nada; o mejor, que les creamos lo que son: una partida de pillos. Oh, sí.

La frase de Thomas Macaulay espetó dentro del ático: “En política como en religión, hay devotos que manifiestan su veneración por un santo desaparecido, convirtiendo su tumba en un santuario del crimen”.

Gil s’en va

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