Una sociedad rigurosamente vigilada

Una sociedad rigurosamente vigilada
Por:
  • larazon

Salvador del Río

El big brother te mira siempre

Georges Orwell

En el mundo fantástico de George Orwell, el hombre vive bajo una vigilancia permanente de ojos y oídos que rigen cada uno de sus pasos, un control superior dotado de los más avanzados instrumentos de la tecnología que lo somete a sospecha incesante y lo atemoriza.

Es el Estado totalitario.

Décadas después de la publicación de la terrorífica crónica orweliana contenida en su libro 1984, podríamos preguntarnos si esa herramienta de la civilización, en evolución hasta el infinito, es la misma que hoy mantiene al individuo en obra, perdida ya la privacidad que lo protege de la mirada. Sería un orwelismo al revés.

El gobierno del Presidente Enrique Peña Nieto estuvo en los últimos días ante un dilema: qué hacer frente al caso del director de la Comisión Nacional del Agua, David Korenfeld, sorprendido en flagrante empleo privado de un helicóptero de esa dependencia para un traslado de él y su familia. Hecho ciertamente reprobable que el mismo funcionario reconoció como tal y finalmente resolvió presentando su renuncia.

La práctica del uso para fines particulares de recursos oficiales, grabada y difundida por las redes sociales, puede decirse que es generalizada entre los funcionarios gubernamentales. Hay quien se pregunta hasta dónde un vehículo asignado a un funcionario puede ser utilizado fuera de los horarios de trabajo para desplazamientos distintos al cumplimiento de sus funciones, o bien puede servir para cubrir otras necesidades del propio funcionario —que lo es aunque no se encuentre en su oficina o en actos del servicio.

Más allá de cómo se definan esos límites y del propio caso del funcionario federal captado por cámaras anónimas, la aparición de ese universo incontrolado que son las llamadas redes sociales, constituye un elemento nuevo, inquietante, en la intercomunicación en la sociedad.

Las redes sociales se han convertido en una nueva fuente de información y de denuncia no siempre responsable ni confiable. El espacio de la comunidad está poblado de esos materiales generados casi siempre de manera anónima y que, de no ser recogidos por los medios formales de comunicación, quedarían en el limbo del rumor. La red social pasa, sin cernirse en su valor y su veracidad, del susurro al vocerío ensordecedor. La mitad de la población espía a la otra y en cada vigilante se proyecta un paparazzi, esos cazadores furtivos de chismes sociales y políticos que luego proveen a los medios de su material.

Desconocer o negar la presencia de ese nuevo elemento de la comunicación es imposible. A través de las redes sociales circula lo mismo la voz de quienes no tienen voz, la amorfa sociedad civil entendida como beneficio a la comunidad, que la injuria, la amenaza o el dicho difamatorio. La naturaleza y la estructura que en la libertad de expresión caracterizan a las redes sociales impide discriminar lo uno de lo otro, entre la verdad y la mentira, la insidia y el propósito edificante.

Pueblan ese universo hechos, versiones, noticias falsas o verdaderas, venganzas personales o ataques políticos.

El funcionario público, el político, el empresario, el actor preponderante en la vida social, pero también el ciudadano común viven, como en el mundo de Georges Orwell, sujetos a estricta vigilancia de la lente anónima, oficial, privada o anónima presta a aparecer en cualquier momento, tanto como al registro de la línea telefónica que una voluntad superior enfoca o apunta sobre su vida diaria.

La reglamentación o la sanción a la difusión a través de las redes sociales es imposible. Toca a la sociedad entera, pero principalmente a los factores del ejercicio de la libertad de expresión, la responsabilidad de discernir entre la paja de la mentira y el grano que alimenta y preserva la salud de la sociedad.

 Gazapos. Entre las palabras homónimas o aproximadas en su escritura y pronunciación, hay algunas confusiones que con frecuencia se escuchan o se leen. Prever y proveer son unas de ellas. Prever, conjugada como el verbo ver, significa prevenir lo que puede suceder: yo preveo, está previsto Proveer es suministrar algo: yo proveo, pero en este caso el participio pasado cambia: yo he proveído. La diferencia, aunque no lo parezca, es fundamental.

srio28@prodigy.net.mx