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La popularidad de Vladimir Putin va al alza. Después de su regreso a la presidencia luego de un paréntesis donde jugó, como primer ministro de la nación, el papel de titiritero tras bambalinas, el éxito espectacular de los Juegos Olímpicos de Sochi y la bravura de su política de integración de Crimea, le han acarreado una nueva oleada de adeptos y simpatías. Su aprobación linda el 72%, lo cual es una cresta difícil de alcanzar por los estadistas que han durado tanto tiempo en el candelero del mundo.
El presidente ruso ha heredado la histórica estela de veneración de los zares y los líderes sempiternos del politburó soviético: Iván, Nicolás, Alejandro, Lenin, Trotsky, Stalin. O la de Yeltsin, antes de su holocausto etílico.
Putin ha montado un circo mediático muy eficaz, mostrándose al mundo como un ejemplar político de macho alfa, cabalgando con el torso desnudo en medio del frío, rescatando tesoros del fondo del Mar Muerto, cazando tigres, derrotando a sus contrincantes con llaves acrobáticas de judo, abrazando como padre comprensivo a sus nuevos hijos de Crimea. No importa que el rescate de las ánforas del Mar Muerto haya sido revelado a la prensa como un burdo montaje publicitario, ya que sus colaboradores las habían colocado en el lugar indicado antes de que el presidente de Rusia las sacara. Es lo de menos.
Hay algunos indicios de que la aureola de Putin empieza a languidecer. Las Pussy Riots, que saltaron a la fama con su concierto de rock pesado junto al altar de la catedral de Moscú como protesta por el regreso de Putin al Kremlin, han vuelto a la escena pública después de 21 meses de encarcelamiento, y ya dejaron sentir su presencia. En los Juegos Olímpicos de Sochi lograron empañar el glamur de la fiesta al recibir una serie de latigazos por parte de la policía, y hace unas semanas hicieron su aparición en el Barclays Center de Brooklin, Nueva York, para hacer una defensa de los derechos humanos que son pisoteados en Rusia. Junto a ellas estaban las estrellas refulgentes de Madonna, Susan Sarandon y Yoko Ono.
Y hay otros síntomas. Esta semana, el periódico web llamado Lenta.ru, uno de los más leídos en Rusia, salió con la noticia de que su editora en jefe, Galina Timchenko, había publicado una entrevista con un extremista de Ukrania, y por ello había sido reemplazada por un hombre mucho más moldeable por los funcionarios del Kremlin. Los editores, escritores, corresponsales y el personal administrativo del diario publicaron una carta de protesta, y el periódico se quedará mudo durante el fin de semana.
Todo coincide: este domingo se realiza el referéndum para anexar a la pequeña península de Crimea a la gran Federación Rusa.
11 de marzo fue el día que se proclamó la naciente República de Crimea
