Van Gogh el genio que se adelantó a su tiempo

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Su vida fue un continuo infortunio. Fracasó en todo lo que la sociedad del siglo XIX consideraba importante: fue incapaz de fundar una familia, de ganarse la vida, e incluso, de tener una relación de amistad con sus contemporáneos. Encarnación del artista torturado e incomprendido. Vicent Van Gogh (Países Bajos, 1853–Auvers-sur-Oise, Francia, 1890) no llegó a vender más que uno de aquellos centenares de cuadros suyos que actualmente alcanzan desorbitadas cotizaciones en las subastas.

El reconocimiento de su obra no empezó hasta un año después de su muerte, a raíz de una exposición retrospectiva organizada por el Salón de los Independientes en París. Las continuas muestras retrospectivas sobre su obra son sencillamente un acercamiento a situar su pintura a los ojos de un espectador contemporáneo, de explicar el porqué de esa popularidad que lo convierte en un fetiche sublime.

Van Gogh es considerado uno de los grandes genios de la pintura moderna. Su producción ha ejercido una influencia decisiva en todo el arte del siglo XX, especialmente en el fauvismo y el expresionismo.

La pincelada tosca y atormentada del artista holandés, alimentada por el vigor de su pasión interior, conserva toda su fascinante fuerza expresiva. Pintar al aire libre frente al motivo, observar directamente, otorgar a la luz la hegemonía que le corresponde (un día de sol, el mar, las barcas del Sena), y, por consiguiente, liberar la imaginación.

La figuración y la construcción, a contrapelo de la naturaleza son las dos verdades artísticas esenciales de este giro que hace nuevo el arte de Van Gogh. Un ser que vivió poco, pero sufrió mucho. Su hermano Theo le presentó a Pissarro, Seurat y Gauguin; conoció a Toulouse-Lautrec, a Renuar, a Sisley, a Monet, a Émile Bernard, y bajo ese nuevo ambiente llegaría a la definición de su pintura.

Su paleta se tornó definitivamente clara y colorista y sus composiciones menos tradicionales, dando forma a su personal visión del postimpresionismo. Autorretrato con la oreja cortada y pipa (1889); La siesta (1890);

Autorretrato con sombrero de paja (1887-88); Sembrador con el sol poniente (1888), hasta el sorprendente Interior del café nocturno (1888), sus cuadros son eventos que van más allá de la belleza pura, de la poesía más bella; son un continuo viaje a lo largo del tiempo. Pero el viaje continúa ahora que se cumplen 125 años de la muerte de uno de los máximos exponentes del postimpresionismo.

Van Gogh 2015 es uno de los eventos que conmemoran el aniversario a nivel europeo y el Museo Thyssen Bornemisza de Madrid expuso hace unos meses una pequeña colección de cinco obras del artista holandés que muestran las grandes etapas de su carrera; por su parte, el Museo Van Gogh de Ámsterdam Holanda prepara una gran muestra para la celebración.

Van Gogh cruzó los Países Bajos en busca de inspiración; sus carreteras, sus molinos, sus flores y sus habitantes. Tan solo le quedaban dos años de corta pero prolífica vida, pero qué vida. Pintó lo que vio y lo reconstruyó plásticamente.

Modificó su visión de intensidad sublime: El sena con el puente, 1887; El sembrador, 1888; Dos cipreses, 1889; naturalezas fascinantes, de cielos deslumbrantes, tentadas por el desequilibrio insólito de unas sombras que fantasean volúmenes inesperados, negados por la luz. Un realismo irreal, protagonizado por el color.

El pintor holandés continúa siendo un artista con una gran carga y fuerza de atracción e inspiración. “Quiero pintar el aire”, decía Monet, y lo hizo, no le fue imposible. Van Gogh quiso pintar su vida y lo registro de forma sorprendente.

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Las cartas con Theo posicionaron su arte

Cuando Johanna leyó las misivas decidió difundir las obras; son consideradas la principal fuente de información sobre la vida del artista

Por Adriana Góchez

adriana.gochez@3.80.3.65

Mediante la lectura de 20 años de correspondencia entre Van Gogh y su hermano Theo, Johanna Van Gogh Bonger logró que el artista holandés fuera reconocido después de su muerte.

Cuando leyó las cartas comprendió la relación entre los dos hermanos y se percató del talento de su cuñado. Tal como Van Gogh proponía a Theo en las misivas, Johanna decidió “mostrar mucho, vender lo necesario y guardar las grandes piezas para que lleguen a los museos”, de los 200 cuadros que heredó y que en ese momento nadie quería.

Dicha correspondencia no sólo fue el impulso para que Johanna diera a conocer las pinturas de Van Gogh, también es la principal fuente de información sobre la vida y obra del artista.

En las cartas están las crisis personales y de conciencia, los incesantes apuros económicos, así como su pasión por la pintura. Incluso, algunos expertos destacan el valor literario de éstas.

“Van Gogh fue un escritor extraordinario, sus cartas tienen un valor literario y espiritual; siempre que se le ve o lee da una lección de humanidad”, comenta a La Razón José de Santiago coordinador de investigación de colecciones de la Academia de San Carlos.

De Santiago también destaca la visión adelantada que tuvo el artista holandés “al llevar los sentimientos a un nivel de exaltación muy profundo, con lo cual se convirtió en el precursor de movimientos artísticos del siglo XX como el expresionismo”.

La versión más completa de la correspondencia entre el pintor y su hermano está en Cartas a Theo, una edición ilustrada que reúne 900 cartas y cuatro mil dibujos.

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