Peter Greenaway hizo el pasado martes una pausa en la agenda de promoción de su película Eisenstein en Guanajuato en la Ciudad de México para conocer de primera mano los dibujos erótico-pornográficos de Serguéi
Eisenstein, uno de los diez apartados de la exposición temporal Vanguardia rusa. El vértigo del futuro, que alberga actualmente el Museo del Palacio de Bellas Artes.
En el recorrido comentó que durante el rodaje del filme hizo 92 dibujos que fueron publicados recientemente. “Es un libro sobre mis dibujos eróticos asociados con México. Se llama Los fantasmas de Eisenstein. Acaba de ser editado con cinco mil ejemplares y seguro lo pueden conseguir en cualquier librería de este país”, expresó el cineasta británico.
Eisenstein en Guanajuato retrata al cineasta soviético durante su estadía en México para rodar su película ¡Qué viva México!, en 1931. A lo largo de este filme, de 105 minutos, se puede apreciar el interés de Eisenstein por las asociaciones del subconsciente, como muerte y sexo, horror y éxtasis, pasión y religión, que invaden sus dibujos, elaborados durante su estancia en el país a principios de los años treinta. En varios de los bocetos exhibidos en la Sala Paul Westheim del recinto de mármol aún puede apreciarse el sello del Hotel Imperial, lugar donde dibujó la mayoría de ellos.
Greenaway recordó que el cineasta ruso fue criticado por el gobierno de su país “no sólo por realizar este tipo de dibujos eróticos sino porque combinaba la pornografía con el anticlericalismo”.
“Afortunadamente, Eisenstein se dedicó a la cinematografía y no al arte. Sus dibujos no tienen nada de extraordinarios; pueden ser falsificados. Incluso yo podría hacer mejores dibujos que éstos”, sentenció durante su paseo.
El dibujo como extensión del cine. Bajo la influencia de Sigmund Freud, Eisenstein, quien es conocido principalmente por sus trabajos cinematográficos
—entre ellos los célebres El acorazado Potemkin (1925) e Iván el Terrible (1945)— hizo decenas de dibujos eróticos que fueron considerados raros para su época. El dibujo era para él parte natural de la creación de la imagen cinematográfica; es decir, una serie de hojas con diferentes dibujos correspondían a un conjunto de cuadros combinados en el largometraje.
Sus trazos estuvieron impregnados de los sentimientos prominentes en los tiempos de las vanguardias. Incluso llegó a comparar los trazos de sus lápices rojos y azules con las marcas de los latigazos y el color de las heridas.
En palabras del propio creador, “si la revolución me condujo al arte, el arte me llevó eternamente por los caminos de la revolución”. Así, encontró en México y en su religiosidad material completamente nuevo e increíblemente fecundo para su trabajo.
Dentro del conjunto de su obra proveniente de la colección del Museo Estatal del Hermitage de San Petersburgo sobresalen en la exposición piezas como A los corazones de Verlaine y de Rimbaud (1931), Seducción del soldado Gabriel (1931), Rumor (1933), Sobre una mesa de vidrio (1931), Vista inferior (1931), Corrida (1931), Anunciación (1931), La manzana y la serpiente (1931) y Zeus y Dánae (1934).
click para ver gráfico
