El espíritu de la pintura. Cai Guo-Qiang en el Prado es la primera exposición de un artista contemporáneo que concibe obra inédita creada in situ para su exposición en el Prado- curada por Alejandro Vergara, conservador del Museo del Prado-, y se trata de su primera exposición monográfica centrada en la pintura desde hace más de 30 años. La muestra nace del continuo intercambio del artista con la figura y la espiritualidad del Greco – ícono del recinto - y plantea un diálogo con los maestros del Prado- de Velázquez a Goya- , está formada por 27 pinturas hechas con pólvora, ocho de las cuales se han realizado en el Salón de Reinos. En la sala D se proyecta un documental de 20 minutos dirigido por Isabel Coixet para trasladar al espectador al proceso creativo y a la producción que ha llevado a cabo el artista para esta exposición. Guo-Qiang (Quanzhou, provincia de Fujan, China, 1957) ha convertido el Salón de Reinos en su estudio produciendo allí un conjunto de ocho obras “inspiradas en la memoria de este espacio palaciego y en un diálogo con los maestros antiguos del Prado”, dice el pintor. Esta residencia artística, que ha tenido lugar durante las semanas previas a la inauguración de la exposición, culminó con la creación de la obra El espíritu de la pintura, una pintura de una escala monumental (18 metros de largo x 3 metros de ancho)
En paralelo y bajo el título de Escalera al cielo. El arte de Cai Guo-Qiang, la productora Netflix ha lanzado el documental sobre uno de los artistas chinos más importante del arte contemporáneo. Dirigido por Kevin Macdonald, el largometraje traza la vida y obra de este artista que ha cambiado el rumbo no sólo del arte, sino también de la instalación y de la utilización de la pólvora como explosión y expresión de su obra. Guo-Qiang inició su carrera artística en China, donde se decantó por una senda pictórica afín a las raíces de su país, que a lo largo del paso de los años ha ido madurando con un discurso estético cada vez más ambicioso. Qiang sale de China en 1986 para vivir en Japón, allí permanecen durante nueve años, después se instala en Nueva York, donde logra participar en múltiples bienales internacionales Hijo de la Revolución Cultural China de Mao, se manifiesta orgulloso de su país y de su cultura. En una entrevista el artista reflexionaba sobre este proceso histórico que vivió en China: “Los movimientos políticos durante la Revolución Cultural utilizaron métodos que motivaron a grandes masas. Fuí testigo y hasta partícipe de algunas de las protestas durante ese período; incorporé algunos de los mismos métodos en mi trabajo artístico unos años más tarde. Por ejemplo, a menudo trabajo con grandes grupos de voluntarios para poder llevar a cabo mis proyectos”. 1
Cai guarda una estrecha relación con los artistas chinos de su generación Huang Yong Ping (1954), Xu Bing (1955) y Gu Wenda (1955), también salidos del país en los años ochenta y con los que comparte el sentimiento de una fuerte responsabilidad de reforma social, además del uso crítico y creativo de los tres saberes: taoísmo, budismo y confucionismo. Huang Young Ping y Guo-Qiang participaron de la mano del crítico de arte Jean Hubert Martin en la controvertida exposición Les Magiciens de la Terre (París, 1989), donde se dio a conocer en Europa. Xu Bing y Gu Wenda viven también en Nueva York, y en ambas obras se pone de manifiesto con mayor vigor la influencia de la caligrafía china. El éxito de esta generación de artistas expatriados, si bien se ha beneficiado del gran auge que ha experimentado el arte chino actual en Europa y Estados Unidos, ha precedido a este boom. Cai se ha definido como una persona "excesivamente racional" que desde el inicio de su carrera ha recurrido a la pólvora por las posibilidades creativas que le otorgaba y la sensación de "falta de control" que le confería. Su interés en tiempo y espacio, los opuestos, y la cosmología es evidente en su obra.
Bajo el título I want to believe, Cai Guo-Qiang expresa no sólo su voluntad de creer, sino aquello en lo que cree. Ochenta obras, entre esculturas, performances, dibujos con pólvora, vídeos de explosiones, instalaciones y proyectos sociales, nos descubren la biografía de su obra. En su arte se entremezclan la mitología china, la táctica militar, la filosofía budista, la cosmología, la medicina oriental y los métodos de violencia terrorista. En 2008 se presenta en el Museo Guggenheim de Bilbao su retrospectiva «Cai Guo-Qiang: Quiero Creer» Esta exposición – más de ochenta obras, entre esculturas, performances, dibujos con pólvora, vídeos de explosiones, instalaciones y proyectos sociales- , también se presentó en Nueva York y Pekín, fue concebida como una gran instalación ad hoc que, en palabras del artista, “llené el museo con la fuerza de una explosión”. “Uno no piensa en los encargos de fuegos artificiales para actos como obras de arte. Me pregunto por qué, si podemos explorarlo, usarlo como reto. El clima cultural es ahora distinto. Por ejemplo, aquí en la ciudad -Nueva York- una explosión tiene un significado muy distinto desde el 11-S”. Así concluye el artículo que Calvin Tomkins, crítico de New Yorker publicó sobre Cai Guo-Qiang, dos años después del atentado de las Torres Gemelas. Una gran explosión de coches que – aquí es notoria la influencia del artista alemán Joseph Beuys- ascienden en trayectoria vertical por los aires desde la rotonda hacia la cúpula del museo abre la exposición, fascina e introduce al visitante en un espacio en el que la grave realidad de un atentado terrorista se disuelve en el mágico espacio del sueño. La experiencia de los atentados terroristas del 11/S vividos por Cai en Nueva York deja una clara impronta en su arte. Se trata de una reinterpretación de Inoportune: Stage 1 (2004).
En contraste con las explosiones como principal motor de su obra, su personalidad irradia serenidad y seguridad en sí mismo, como refleja su Autorretrato de 1985/89, una de las pocas piezas que pertenece a su primera época en China. El estallido de la pólvora sobre el papel es una técnica personal utilizada desde el inicio de su carrera, que potencia la sensación de tensión. La silueta de la figura, rodeada por un halo dorado, realizada en Quanzhou, es retocada y modificada posteriormente en Japón, a raíz de los sucesos de la Plaza de Tiananmen, añade el fondo y el subtítulo Alma subyugada, proyectando los sentimientos de alienación y soledad que experimenta como un expatriado separado de su país. Inoportune: Stage 2 (2004), se inspira en un cuento chino del siglo XII que relata cómo un héroe salva a un pueblo subyugado por un tigre devorador de hombres. En esta obra, nueve tigres de tamaño natural brutalmente asaeteados por flechas se sitúan ante el visitante. La fiera como símbolo de la naturaleza humana surge en la obra de Cai Guo-Qiang después del 11/S, aludiendo tanto a la violencia como al heroísmo. Es sorprendente la embarcación titulada Pidiendo prestadas las flechas a tu enemigo (1998), en alusión a la legendaria historia de un general chino que explotó en su propio beneficio los recursos de la estrategia militar y que nos habla de la proclividad oriental a apropiarse de la tecnología de Occidente. El enfrentamiento político surge a raíz de la 48ª Bienal de Venecia (1999). En Rent Collection Courtyard el artista utiliza esculturas de campesinos y trabajadores, héroes de la iconografía maoísta, para confrontarla con el puro espacio del arte contemporáneo, poniendo en el punto de mira la manipulación de la ideología, concibiéndola a su vez como obra inacabada. Recibe por ella el León de Oro, mientras su propio país le denuncia públicamente por los derechos de autor, y más tarde en 2007 el Premio de Arte Hiroshima.
En la obra Head On (2006), una manada de 99 lobos de tamaño real corren violentamente - creando en el aire un arco y chocando contra un muro de cristal transparente. En la iconografía de Cai Guo-Qiang, los lobos alcanzan su heroísmo a través de la unidad de la colectividad. La crítica a las ideologías de masas es obvia, pero la teatralidad de esta obra es marcadamente poética.
En los dibujos a la dinamita, resuena la tradición del dibujo automático iniciado con el Surrealismo y retomado en el Japón de la posguerra por el grupo Gutai y el Mono-Ha, o en Estados Unidos por John Cage. Sus explosiones, instalaciones, proyectos sociales, comparten elementos del Land Art, Performance Art y el Arte Conceptual, pero creando su propio lenguaje que se sitúa en la confluencia de Oriente y Occidente. Por ello, ha usado pólvora que esparce en lienzos blancos y sobre óleos en figuras representativas, que dan lugar a otros cuadros más abstractos, debido al impacto de la explosión que deja zonas ennegrecidas y restos de papel carbonizado, dentro de la primera de las categorías de obras de Cai catalogada por el mismo como "dibujos con pólvora", con los que simboliza la tradición milenaria china.
Su arte, dice el crítico e historiador de arte Thomas Krens, “es una forma de energía social, constantemente cambiante, uniendo lo que él llama el mundo de lo visible y el de lo invisible. Esta exposición presentó el espectro completo de un artista proteico, un arte de muchos medios en toda su complejidad conceptual”. Todo vale para crear estructuras no lineales de tiempo y descentrar el espacio. En este sentido, el arte de Cai Guo-Qiang expresa una metafísica inteligente de belleza poética. Diría poesía pura. Una belleza de espacio, tiempo y sentido del arte. “Hay muchos tipos de artistas, y no hay reglas estrictas – dice Guo- Qiang- sobre su modo de actuar o su forma de comportarse. Si no fuera así el arte se convertiría en historia y sería estática, en lugar de mejorar constantemente y cambiar con los tiempos” 2. Sus instalaciones son fruto de encuentros donde se miden las vivencias de alguien que se funde con lo que contempla y lo refunda. Es decir, la huella constante del primer asombro, que Guo- Qiang siempre vuelve arte. Fantasmas y sombras de las cosas que se perfilan con una “luz del alba”, como decía Federico García Lorca.
1 Entrevista con Elena Cué, publicada en el Periódico ABC de España, , 27/10/2014
2 Ibid
