Premios: Poesía Carlos Pellicer, Xavier Villaurrutia...

Adiós a David Huerta, el incurable maestro de poetas

Fallece a los 72 años el escritor, ensayista y traductor; se definió como hijo de la generación del 68

El ensayista, en el café bar de la Casa del Poeta Ramón López Velarde, en julio de 2011.
El ensayista, en el café bar de la Casa del Poeta Ramón López Velarde, en julio de 2011.Foto: Pascual Borzelli Iglesias
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El poeta, traductor, ensayista, editor y articulista David Huerta (Ciudad de México, 1949–2022) ha visto “el mohín desabrido / de la muerte / en pétalos deshechos / junto a un agua tranquila, / en un viento de ceniza” de este lunes inicial de octubre y nos ha dejado huérfanos. En estos momentos no hablo: profeso un dogma suscrito en navegaciones febriles: pienso con el cielo encima, desde un ay que desmantela las premoniciones. Cuando un poeta muere, la luna huye avergonzada porque sabe que la luz punza un quejido susurrante del temblor de todas las angustias. “Las aguas iluminadas sueltan el fuego”. Desamparados, indagamos en los ojos de la confusa noche.

Tomo del librero con la mano temblorosa La mancha en el espejo. Poesía 1972 - 2011 (FCE, 2013), dos volúmenes (mil y setenta y cinco folios): cuatro décadas de trabajo con la palabra: diecinueve cuadernos transpuestos, fijados en las escolleras de Incurable (1987): soflama de atajos lezamianos y ribetes wittgensteinianos. Toda la poesía de David Huerta confluye, encuentra surco, en ese poemario axiomático de la literatura mexicana del siglo XX.

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Jardín de la luz (1972): obstinada recurrencia por indagar en los enigmas que cosen las circunstancias reales y las eventualidades casuales: “Cunde el amanecer: / polvo que tiembla pálido / a la orilla del día, / esplendor indeciso / en los techos profundos, / claridad primordial / y leve incandescencia: / Qué perfección de tenue / laberinto de espejos, / de murmullos, de calles. / La vigilia enarbola / imágenes pausadas. / Amplio respira el mundo / que se ahonda sin límite”. Poema de sigiloso y pendular atisbo al discurso de la generación del 27 (Guillén, Salinas, Diego, Cernuda...).

El azogue abona muchos de los desvelos de David Huerta: “El rostro sucesivo / arde en la tenue luz / del espejo entrañable. // Brocal de la agonía, / claridad que dirime / laberintos y enigmas / de la vigilia numerosa // El espejo de sed, / el espejo de sal, / el cristal serenísimo // sobre el que arden / los gestos de ceniza / del entrañable rostro, / los pálidos emblemas / del desgaste, / la señal minuciosa / de la edad” (“Espejo”, El jardín de la luz).

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Versión (1978) y El espejo del cuerpo (1980), dos poemarios que hacen alegorías al octubre de 1968. Periplo del insomne en el “Prólogo” de Versión (“Atravesado por una gota oscura de silencio, toco mis bordes / para designar el desconocimiento que me precede”) y tributo a la danza en El espejo del cuerpo (“El tiempo se enmascara con la danza, se trasciende. / La danza es una forma del tiempo, su aliado”) y, también, predicción de la ruptura que siete años después (1987) asienta en Incurable: (“Brillaba el mar como un abismo y la playa / era una mano donde tus pies leían historias de naufragios”).

El azul en la flama (2002) y Filo de sombra (2011): reflujos, ecos, regreso a Incurable. “Espejo salen de las bocas humanas y de ellos / escurren sílabas de verdor amargo —es la saliva / elemental, secándose en el agobio” (“Espejos en la selva”, El azul en la flama). La mancha en el espejo: sumario de una poética rebosada y tácita, abstracta y pródiga, neobarroca y ensimismada. El vaso del tiempo (2017): nueve ensayos sobre poemas y poesía, reflexiones que confluyen en inquietantes hallazgos a partir de las lecturas de Góngora, Calasso, Gilbert Highet, fray Luis de León, san Juan de la Cruz, Poe, Manuel José Othón, Eliot y Borges, entre otras.

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El ovillo y la brisa (2018) subraya la asombrosa luz que germina en la veintena de sus libros anteriores. Polvo refugiado en los silencios, nocturno eco astillando la luminosidad, arena huérfana de salitre en las coordenadas del tajo que augura el resplandor. Los objetos sobreviven sobre los pliegues que las cosechas prodigan. Laberinto y racha sobre las evocaciones. El cristal en la playa (2019): recurrencia a lo cristalino como símbolo de densidad luminosa. El mundo irradiado y tácito en un azogue de azares vertiginosos ilimitados en la hondura de febriles matices. Reflejos alumbrados que fermentan “Detrás de aguas inundadas / por el esplendor de los dioses”.

Correo del otro mundo (2019): ensayos y reseñas publicados entre 2001 y 2008 en el suplemento Hoja por Hoja: Invitación a releer a Shakespeare, Quevedo, Whitman, García Márquez, Rulfo, Lezama Lima y Gorostiza, entre muchos otros. Diálogo con grandes libros mediante un lenguaje conversado, lúdico y preciso. Las hojas. Sobre poesía (2020): compendio de textos ensayísticos sobre algunos de los poetas de más influjo en su formación: Góngora, Lope de Vega, Borges, Lezama Lima, Eliot, Saint-John Perse.

“El mundo es una abertura en el agua del espíritu, muesca / en el tiempo y en el espacio, hendedura sutil o desesperada. // Dominios del vientre de la cosa, la material, reino y pasto del mundo, yesca dormida en el navío de las palabras / veloz certeza y muelle de todos los fantasmas”: la ausencia física del autor de Incurable nos deja huérfanos en “el ardiente reflejo de los besos y sus fermentaciones”.

David Huerta
  • · Poeta, editor, ensayista y traductor
  • · Nació: 8 de octubre de 1949
  • · Galardones: Premio de Poesía Carlos Pellicer 1990, Xavier Villaurrutia 2005, Nacional de Ciencias y Artes en el campo de la Lingüística y Literatura, FIL de Literatura en Lenguas Romances 2019
  • · Otras labores: coordinó talleres literarios en la Casa del Lago y en el INBAL

“Fue inesperado, se nos ha ido un grande”

Días antes de fallecer el poeta David Huerta trabajó en la curaduría de un maratón de lecturas, junto con Hernán Bravo Varela, colega e incondicional amigo, por lo que su muerte ayer a los 72 años llegó por sorpresa para sus seres queridos.

“Fue inesperado porque se estaba sintiendo mejor, es una desgracia. David Huerta tenía controlada una condición de salud que padecía, no esperábamos este desenlace de ninguna manera. Se nos ha ido uno de los poetas mayores, no sólo de México, sino de la lengua española”, dijo a La Razón el poeta Hernán Bravo Varela, quien tuvo una amistad con el autor de Incurable de 26 años, lo conoció a los 17.

Huerta, quien se definió como hijo de la generación del 68, murió la mañana de ayer en su casa. Sus restos son velados en una funeraria ubicada al sur de la Ciudad de México.

Bravo Varela compartió que habían trabajado juntos en la organización de un maratón de lectura, que tendrá lugar el próximo 9 de noviembre, con sede aún por confirmar. En este evento se le rendirán honores.

“Muy recientemente terminamos de preparar un maratón de lectura que se celebrará gracias a la invitación de la Secretaría de Cultura de la Ciudad de México, hasta unos pocos días antes de su muerte terminamos de atar cabos, de realizar invitaciones, a pesar de que David no se sentía muy bien en ese momento llevó a cabo su labor con el profesionalismo y el buen semblante que siempre caracterizó a todos sus trabajos, ya sea desde la poesía, la crítica literaria, la traducción, la edición las instituciones en las que trabajó, me quedo con el recuerdo de ese extraordinario colega”, contó.

Como alumno de Huerta, destacó la “infatigable curiosidad” del poeta, “ por los más diversos lenguajes, materias, texturas, formas y ámbitos de la poesía. Libro a libro se renovaba, iba y venía por todos los tiempos posibles de la literatura en busca de la mejor expresión posible, ya fuera en formas o moldes canónicos como el soneto, la décima, los endecasílabos, la rima, o bien, desde su tan admirada capacidad para contar en versículos sus propios evangelios, por decirlo de alguna manera”.

Dijo que una de las grandes lecciones con la que se queda es cómo Huerta fue una “escuela con magisterio, pero sin pedagogía, cosa que yo como su alumno y amigo, siempre agradecí por la generosidad, lo impecable de su gesto, su rigor intelectual, crítico, poético con el que llevaba a cabo sus labores”.

Para rendirle homenaje, la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), a través de la Coordinación de Difusión Cultural, prepara un homenaje. Las actividades comenzarán hoy a las 18:00 horas, se transmitirá la lectura “La música de lo que pasa”, en las redes sociales de la institución.