El mundo estético de Jean Arp en México

El mundo estético de Jean Arp en México
Por:
  • miguel_angel_munoz

Los centenarios sirven para refrescar la memoria no sólo contemporánea, sino también la del futuro, para volver sobre los artistas, grupos o tendencias estéticas erosionadas por los gustos dispares y por el simple paso del tiempo. Son buen momento para organizar exposiciones retrospectivas que formulan desde nuevas latitudes críticas de una obra determinada. El 2016 fue el centenario del movimiento artístico Dadá. Fue en Europa sobre todo donde con diversas exposiciones, conferencias y publicaciones donde se debatió un “ajuste de cuentas” con las contradicciones sociales, estéticas e incluso narrativas que han acompañado el nacimiento del grupo en Zúrich, en febrero de 1916. Fue en Suiza – en los años terribles de la primera Guerra Mundial- , donde un grupo de artistas y poetas exiliados pone la mecha de una revolución artística y vital en una pequeña e insólita sala de variedades: el Cabaret Voltaire. Es ahí donde se da el semillero improvisado del movimiento Dadá, que quiso fundir vida y arte usando la irracionalidad y la provocación como pegamento.

El cabaret fue creado por la pareja de artistas Hugo Ball y Emmy Hannings tras varios meses dando tumbos desde que abandonaron Alemania con pasaportes falsos. Ball puso un anuncio en un periódico local: "Se hace una invitación a los jóvenes artistas de Zúrich para que acudan con sus propuestas y aportaciones sin que importe su orientación particular". Esa mismo noche llegaron dos jóvenes: Marcel Janco yTristan Tzara. El primero colgó sus obras de arte en las paredes del local y el segundo se ganó al público leyendo poemas que se sacaba de los bolsillos del abrigo: “Domingo profundo – dice Tzara- tapadera sobre el hervor de la sangre/ semanario peso acurrucado en sus músculos/ caldo en el interior de sí mismo reencontrado/ las campanas suenan sin razón y nosotros también…” [[1 Tristán Tzara El hombre aproximativo. Editorial Visor, Madrid, España, 2001.]] Traducción: Fernando Milán. Tiempo después llegaron el artista Hans Jean Arp, el poeta Richard Huelsenbeck y el pintor y cineasta Hans Richter a la troupe de agitadores en torno a la que pululaban todo tipo de espontáneos. Para celebrar en México a Dadá el Museo de Arte Moderno ha organizado la exposición Arp, primera retrospectiva en América Latina dedicada al artista francés de origen alemán Hans Jean Arp (1887, Estrasburgo- Basilea 1966) miembro fundador del movimiento. La muestra, curada por el historiador francés Serge Fauchereau, en colaboración con la Fondation Arp de Clamart, Francia, y la Embajada de Francia en México La muestra está dividida en cuatro núcleos: Nació Dadá, El surrealismo, Guerra y paz y L’Aubette, Se muestran cerca de 60 piezas provenientes de diversas colecciones de Europa. El conjunto comprende 27 relieves y esculturas de mediano y pequeño formato en bronce, yeso, piedra, latón y madera, fechados entre 1930 y 1965; pintura al óleo de gran tamaño, tapices tintas y gouaches sobre papel recortado, collages, papeles desgarrados, cuatro tapices de pequeño a gran formato, 20 grabados y una amplia selección de libros de Arp o ilustrados por él. Arp aparece, a la luz de su obra, como un temperamento hecho de energía, de lucha, en un arte que por encima de todo venía a ser drama: la libertad absoluta de la creación de la forma. El escultor se obliga a abandonar la representación y se somete a un salto temerario en el mundo artístico objetivo: la abstracción, sencillamente.

En una conversación, Matisse trató de definir lo que llamaba “el espacio vibrante” aquel en que tomaba vida una forma, un trazo, un volumen y condicionaba con su energía la existencia del entorno constructivo. Tal vez Arp no haya sido el escultor de los “momentos” brillantes, de los hallazgos formales – como Picasso, Julio González o Brancusi-. Pero sí su obra, es una continuada exigencia formal renovadora. Pizas como Rueda estandarte, 1962; Ensueño,1937; Torso- pájaro,1963, son un claro ejemplo. Su mirada es capaz de sintetizar un mundo considerable de estímulos visuales que por sí solo constituye una presencia activa en la evolución artística del siglo XX.

La actitud escultórica de Arp se orienta hacia Aristide Maillol y Rodin- hay que ver la escultura que Arp le dedica en su honor: Homenaje a Rodin, 1938- , en su reivindicación inicial de la talla sobre el modelado y muestra en todo momento una atención respetuosa con la realidad de los materiales plásticos, sus calidades, formas y texturas. Rechaza la tradición académica y con ella subraya el distanciamiento, tan de época, de un cierto idealismo clásico. Para Arp la energía y el rigor formal son valores que deben transformar la percepción contemporánea del arte – por eso se integra al movimiento Dadá, y sus fuentes pasan por la admiración ilimitada de las vanguardias.

A partir de los treinta, la influencia del surrealismo es elocuente. Sus contorsionadas cabezas que publicó en la revista Variétés de París en 1929 muestran en Arp una tendencia surrealista cercana al pictorialismo que pondrá al uso de las estéticas informales entrada la década de los cuarenta. Es ese tiempo cuando aprende a valorar el vacío que penetra y aligera los volúmenes abriéndolos a formas de potente impronta imaginativa. Sus variaciones sobre la figura - Torso de Corea, 1961; En cuclillas, 1960; Gargola, 1960-, con todo, lo acercan a Lipchitz, incluso en la elección de temas: estructuras abstractas, por ejemplo. Sus recortes – Plant Hammer de 1916, son grafías elegantes apuntadas en el espacio de carácter esencialmente antinaturalista y pictórico.

Premio de escultura de la Bienal de Venecia de 1954, en 1958 el Museo de Arte Moderno de Nueva York le dedica una gran retrospectiva y en 1962 el Museo de Arte Moderno de París le brinda un gran homenaje. Es a partir de esta década una presencia obligada del grupo escultórico europeo. Su obra se convierte así en un emblema internacional de la escultura más vanguardista. ”Veo con el ojo que siente, siento con la mano que ve”, aseguraba Goethe. Y no cabe duda: Jean Arp nos enseña a ver con ojos de asombro perpetuo.