Fallece el 27 de noviembre de 1983

Jorge Ibargüengoitia, 40 años sin el maestro de la parodia punzante

El atentado, del dramaturgo y cronista, es una puesta en escena mucho más temeraria al cuestionar el levantamiento de 1910; supo suscribir sucesos asombrosos del transcurrir de la vida en nuestro país

El narrador, en una fotografía de archivo.
El narrador, en una fotografía de archivo.Fotos: Archivo Joy Laville
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La muerte temprana a los 55 años del dramaturgo, articulista, crítico literario, cronista y narrador (cuento y novela) Jorge Ibargüengoitia (Guanajuato, Guanajuato, México, 22 de enero, 1928 - Mejorada del Campo, Madrid, 27 de noviembre, 1983) en el fatídico accidente del Vuelo 11 de Avianca, cerca de Madrid, España, truncó una obra creadora significativa que auguraba la aparición de otros libros axiomáticos dentro de literatura mexicana.

Inicia su trayectoria en el teatro y posteriormente escribe novelas, las cuales alcanzan una cordial aceptación de lectores y críticos. Innegables los vínculos entre su concepción dramatúrgica y la narrativa que concibe después: la pieza teatral La conspiración vendida (1965) es la semilla de la aclamada novela Los pasos de López (1982), dos creaciones, las cuales abordan referencias de la lucha independentista mexicana iniciada en 1810.

Humorista de raza, supo con sagacidad explorar en los temas históricos y, asimismo, cuestionar episodios de la política y la sociedad mexicana en los preámbulos de la ‘modernidad’. Testigo del crecimiento acelerado del entonces Distrito Federal (anarquía urbana, caos vial, incoherentes construcciones arquitectónicas...) se convirtió en un cronista satírico y burlesco de una capital que crecía de manera desquiciada sin un proyecto urbanístico convincente. Maestro de la parodia punzante en una sátira sutil de “la administración institucional de la historia revolucionaria, exponiéndola a los rigores de la intemperie” (Ch. Domínguez Michael).

Legó once obras de teatro (Susana y los jóvenes, 1954; La lucha con el ángel —mención especial en el Concurso Latinoamericano de Buenos Aires, 1956; Ante varias esfinges, 1959; El viaje superficial, 1960; El atentado, 1963 —Premio Casa de las Américas, Cuba— ...) en evidente influjo del trabajo escénico de Rodolfo Usigli, a quien consideraba su maestro. “Ibargüengoitia fue un discípulo aventajado de Rodolfo Usigli que hasta se negó a seguir el calvario de su maestro en el teatro mexicano. En cambio, lo imitó en todo lo que escribía, así fuese el más circunstancial de los maquinazos, mérito enorme en un articulista tan prolífico como él” (Ch. Domínguez Michael).

Una vida truncada
El dramaturgo y narrador falleció a los 55 años en un accidente.
  • ​1953. 
Escribió varias obras de teatro, entre éstas Susana y los jóvenes, La lucha con el ángel y El peluquero del rey.
  • 1961.
    Comenzó a escribir crítica teatral en Revista de la Universidad. Algunos de sus escritos causaron controversias, sobre todo la crítica que hizo de dos obras de Alfonso Reyes.
  • 1969.
    Empezó a publicar artículos de opinión en el periódico Excélsior. Lo invitó Julio Scherer, quien era director del periódico.
  • 1977.
    Publicó Las muertas, texto de ficción basado en las Poquianchis, cuatro hermanas asesinas seriales.
  • 1983.
    Recibió una invitación para asistir al Encuentro de la Cultura Hispanoamericana. Salió de su casa para dirigirse al aeropuerto y tomar un vuelo a Bogotá, pero un fatídico accidente en el aeropuerto de Madrid acabó con su vida.

Si El gesticulador (1937), de Usigli, es la historia de un falsario que delata la mudanza ignominiosa de la Revolución convertida en Gobierno; El atentado, de Ibargüengoitia, es una puesta en escena mucho más temeraria al cuestionar el levantamiento de 1910 y sus derivaciones desde una tragicomedia cruenta y pavorosa. Sí, el autor de Pájaro en mano es más osado que el maestro.

Catálogo de seis novelas, entre las cuales destacan Los relámpagos de agosto (1964, Premio Casa de las Américas, Cuba) —valorada por el epigramista Francisco Liguori como el Quijote de la literatura mexicana—; Maten al león, 1969; Estas ruinas que ves (1974, Premio Internacional de Novela México), Las Muertas (1977), Dos crímenes (1979) —entramado policial sobre una venganza colectiva protagonizada por personajes de la antigüedad—; Los pasos de López, 1982; no cabe dudas, el narrador guanajuatense leyó muchas de las pomposas, abigarradas y paradójicas memorias de los ‘gloriosos generales’ de la Revolución Mexicana para concebir tales fábulas en que borra mitificaciones de pasajes de la historia de México y nos presenta a los héroes de la patria que eran sagrados, desde un perfil más humano.

Se añade al legado narrativo el único cuaderno de cuentos que dio a la imprenta, La ley de Herodes: ficciones de fondo autobiográfico que son más que todo “brevísimas comedias de situaciones” (Carlos Monsiváis).

Dejó además un vasto y disperso sumario de textos periodísticos marcados por un humor sarcástico en las franjas de una clarividente ironía, los cuales han sido compilados en Viaje por la América ignota (1972), Sálvese quien pueda (1975), Instrucciones para vivir en México (1990), Olvida usted su equipaje (1997) y Misterios de la vida diaria (1997), entre otros volúmenes editados después de su muerte. Trayectoria como periodista que inició en 1969 con la publicación de artículos de opinión en el periódico Excélsior y a partir de 1976, en las revistas Proceso y Vuelta.

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.Gráfico: La Razón de México / Foto: Archivo Joy Laville

Cronista que supo suscribir sucesos asombrosos del transcurrir de la vida en nuestro país en la develación de aventurados episodios donde se corre la cortina de la ilimitada y risible franquicia de la devoción patriótica ejercida desde el poder.

Ibargüengoitia refirió muchas veces que el inglés Evelyn Waugh y el francés Louis-Ferdinand Céline fueron los escritores de más influjo en su carrera, basta leer el libelo Robo al amparo de la ley (1939) del británico, donde afirma que “México es un planeta reducido a polvo, moribundo y resquebrajado” para vislumbrar las afinidades.

Ténganse en cuenta que el humor de Ibargüengoitia está alejado de gestos petulantes y triviales, estamos frente a un desbordamiento sardónico de mucha seriedad, al que Gabriel Zaid asocia con referencias nietzscheanas por su “reveladora dimensión cómica”. El crítico Christopher Domínguez Michael dice: “Me parece que a veces Ibargüengoitia pensaba de México lo mismo que Waugh”. A Ibargüengoitia le disgustaba que lo vieran como un simple comediante: “No me halagan cuando me dicen: ‘Ay, me reí como una loca o un loco al leer su obra’”.

Homenaje 
Para recordar al autor se organizan charlas virtuales desde la Casa Estudio Cien Años de Soledad.
  • ​Cuento y crónica de Ibargüengoitia /Afinidades con Italo Calvino 
    Cuándo: 30 de noviembre
    Participa: Maria Cristina Secci, profesora de la degli Studi di Cagliari, doctora en filología hispanoamericana y traductora de Jorge Ibargüengoitia
  • ​Sobrevivir al teatro
    Cuándo: 5 de diciembre
    Participa: Luis de Tavira
  • ​Instrucciones para viajar por el Planeta Ibargüengoitia
    Cuándo: 12 de diciembre
    Participan: Hugo Chaparro Valderrama y Geney Beltrán

“La obra de Ibargüengoitia y su figura se afirmaron plenamente. El vago medio tono cultivado hasta entonces fue desbancado en un instante por la risa, el relajo, la parodia, la invención de situaciones grotescas, delineadas algunas con finura y otras de un humor cuartelario y de brocha gorda. Tengo la impresión de que la importancia del teatro anterior a Ibargüengoitia reside en los procedimientos escénicos que sabiamente supo trasplantar a la arquitectura formal de sus novelas”, aseveró el destacado novelista Sergio Pitol.