Julio Patán retrata al México bizarro con ironía, acidez...

Julio Patán retrata al México bizarro con ironía, acidez...
Por:
  • javier-chavez

Una botella de whisky Macallan, una plática entre amigos y un análisis ácido de la sociedad mexicana y el absurdo fueron los ingredientes que se combinaron para que Julio Patán y Alejandro Rosas escribieran el libro México Bizarro, una colección de historias de la política, la sociedad, los deportes y la cotidianidad nacional abordadas con ironía.

“Como tantas cosas buenas en la vida, surge en torno a una botella de whisky. Así, por el simple placer, Alejandro y yo estábamos hablando de momentos raros en la Historia de México, pues siempre nos ha gustado ‘atesorarlos’: abusos de presidentes municipales, rarezas de nota roja de luchadores, derrotas patéticas de la selección mexicana, de todos los ámbitos. Y Gabriel Sandoval, que es muy buen editor, de pronto dijo: ‘ése es un muy buen libro’. Y ocurrió una especie de milagro, que es que, por una vez, una borrachera tuvo un resultado productivo”, comentó el escritor Julio Patán a La Razón.

“Cuando empiezas a escribir un libro de esta naturaleza y lo comentas, encuentras que amigas y amigos tienen una historia de ese tipo. En cierta medida también se vuelve una obra colectiva, pues te ayudan a recordar, matizan o puntualizan algunas historias”.

El texto publicado por editorial Planeta compila 90 historias en 288 páginas que se aproximan de manera irreverente a la historia nacional y a la idiosincracia del mexicano con ejemplos de un país bizarro, que desafían la lógica y el absurdo.

Así, la edecán que roba cámara en el debate presidencial de 2012… y lo gana; el Chupacabras; una Procuraduría General que recurre a los servicios de una vidente; el implacable regente que despachaba desde un prostíbulo; el fracaso tras la batalla del 5 de mayo y hasta una luchadora que se convierte en asesina serial son algunas de las historias en las que Patán y Rosas retratan de cuerpo completo esos momentos inverosímiles con la indeleble etiqueta de Hecho en México.

“Lo que define al libro es el tono irónico, el sarcasmo. La idea es que haga reír pero también te deje un elemento de reflexión porque, al final, sobre todo las cosas bizarras de la política nos han marcado como país”, abundó el escritor Alejandro Rosas.

“En el fondo de todas estas anécdotas reales, hay una tragedia histórica. Detrás de todas las risas hay una tragedia emboscada”, agregó Patán.

Pero este tipo de eventos no son exclusivos del país, pues ocurren en todo el mundo, al grado que Donald Trump es un buen ejemplo, opinó.

“El bizarro en la política es universal. En México, en Estados Unidos, en Venezuela, en Bolivia, en Cuba y en Corea del Norte siempre el bizarro instituido es una muy mala señal”, señaló Patán.

El también periodista explicó que muchos temas se quedaron en el tintero, por lo que ya incluso piensan en escribir una segunda parte del libro… y abrir otra botella de whisky.

 

[caption id="attachment_654323" align="alignnone" width="1068"] Foto: Especial[/caption]

La espía que no me amó

Meter 3.8 millones de soldados, tres mil y pico de tanques y casi tres mil aviones a suelo bolchevique exigía mucha gasolina ¿Dónde conseguirla? En México. El cálculo alemán era que nuestro país, distanciado del vecino yanqui tras la expropiación del petróleo por Lázaro Cárdenas, y bien poblado por simpatizantes del nazismo en todos los ámbitos sociales —una vergüenza de la que hablamos poco, dicho sea de paso— , era una opción propicia. Que les caiga Hildita, pues.

Y cayó, y se adaptó rápidamente: se infiltró sin problemas en el entorno del presidente Manuel Ávila Camacho. El primero en sucumbir a su poderío rubio fue Ramón Beteta, exsecretario de Relaciones Exteriores. El segundo, nada menos que Miguel Alemán, secretario de Gobernación y futuro presidente. Alemán estaba en llamas con ella. En cambio, no parece que a Hilda le gustara realmente su compañía. Pero la joven Krüger no sólo tenía talento: tenía convicción. Era una hitleriana a carta cabal, una talibana del nazismo. Una creyente. Todo por el Führer.

El final de su vida como espía en México llegó con la entrada de los norteamericanos a la guerra, luego del bombardeo de Pearl Harbor, en 1941. Puede ser que Ramón Beteta estuviera en lo cierto y Ávila Camacho fuera uno de los muchos mexicanos que admiraban a Hitler.  Pero el presidente, era en el peor de los casos, un hombre práctico y no iba a enfrentar a los vecinos así como así.

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