La Matlacihua, una leyenda viva

La Matlacihua, una leyenda viva
Por:
  • abdel.chincoya

Entre las calles del centro de la Verde Antequera ocurre un suceso histórico muy peculiar, la leyenda de la Matlacihua, un alma en pena, un ser mítico, una pieza de la cultura oaxaqueña.

Se le aparece a los hombres muy enamorados y a quienes son habituales nocturnos bebedores de mezcal. Cuando se deja ver te llama, te coquetea y te envuelve en una cortina de humo de copal, intensa, densa y de la cual no puedes salir; es un embrujo, te obliga a caminar  y te pierde.

La Matlacihua es una mujer mestiza, de piel canela, con rasgos finos, seductora, con una luz de juventud, ojos negros y mirada penetrante, cabello rizado,  labios de color rojo carmín, de estatura media, emite un efluvio  a flor huele de noche, joven y hermosa. Siempre descubierta de los hombros por una blusa de manta con bordado negro de punto fino, es eternamente bella. Se posa bajo la luz tenue de los faroles del centro histórico, entre la una y tres de la mañana, camina a paso lento entre las sombras, es imposible distinguir sus pies, algunos dicen que no tiene, otros más que tiene patas de cordero negro, desaparece en una esquina y aparece en otra,  te mira a lo lejos y cuando menos  lo esperas, respira muy cerca de tu oído.

El Dato: La matlacihua está asociada con la diosa de la muerte Mictlantecihuátl, quien regia el inframundo y era esposa de Mictlantecutli, el Señor de los Muertos.

En la época de la colonia, cuando los obreros terminaban de trabajar en los talleres de curtiduría, herrería y carpintería, se daban cita en las cantinas de la periferia del centro a tomar mezcal. A altas horas de la madrugada iniciaban su retorno en el camino  una linda joven mestiza que les coqueteaba con el afán de ser perseguida, las caminatas eran breves,  un simple juego. En realidad caminaban por horas, en un estado de trance, por lo que el amanecer los despertaba a la mitad de la nada, entre valles y montañas, con los pies llenos de ámpulas.

Las historias se contaron entre las cantinas, hombres que decían haber visto a una linda joven que los llamaba y amanecían desahuciados en algún cerro lejano, entre arbustos y barrancos. Pero nada aprobadas por cantineros y comensales a quienes no les había sucedido algo similar. Los que vieron a la Matlacihua afirman que es imposible no perderse en su mirada.

Han pasado casi 300 años de aquella leyenda y el fin de semana pasado visité Oaxaca con dos amigos que son pareja. Cenamos en los portales, probamos el mole y me retire a buena hora al hotel. Dejé que mis acompañantes siguieran su velada.  A su regreso, se encontraron con una hermosa joven en blusa típica de manta que les ofrecía  artesanías para volver a casa, por lo que mis amigos accedieron a comprar, se distrajeron un momento buscando el dinero y la mujer desapareció. Una voz les murmuró al oído, —no quiero su paga, quiero su alma—.  Por un momento se congelaron y no vieron a nadie, sintieron perder el aliento, por más que trataban de moverse su cuerpo no reaccionaba, tenían la piel erizada y pálida, era la leyenda viva.

Al día siguiente  un anciano del mercado Benito Juárez  nos dijo que  la Ma-tlacihua se bañaba a media noche en los ríos más hermosos que rodeaban la capital de Oaxaca, por lo que es imposible cruzar alguno de ellos, deberás dejar tu alma como ofrenda y no es pertinente arriesgarse. Nos recomendó volver al lugar en el que se apareció y pedir una disculpa por perturbar su espacio. Eso nos liberaría de cualquier mal.

Por si las dudas, la próxima vez que visites Oaxaca asegúrate de tomar mucho mezcal para no sentir miedo, dos copas para el susto, tres para no ver a la Matlacihua y seis por si te lleva y no llegas a  casa a dormir, además de  llevarte un litro y medio para el remedio.