La mentira de Iguala y el mal absoluto

La mentira de Iguala y el mal absoluto
Por:
  • larazon

Ilustración Francisco Lagos La Razón

1. “Cuando en una fosa se acumulaban cien cadáveres, los guardias les prendían fuego mediante trapos viejos empapados de gasolina. Una vez que los cuerpos estaban ardiendo, les iban echando encima más cadáveres (…) Las piras tardaban entre siete y ocho horas en consumirse. Una vez enfriados los restos, los Sonderkmmandos retiraban todos los huesos que pudieran quedar, y los trituraban dentro de unos morteros planos de cemento usando unas pesadas mazas de madera. A continuación, las cenizas así obtenidas se cargaban en camiones y se vertían en el río Vístula” (Hanns y Rudolf. El judío alemán y la caza del Kommandant de Auschwitz, Thomas Harding).

2. Los sicarios de Iguala, según los resultados de la investigación de la Procuraduría General de la República (PGR), cometieron su crimen contra los estudiantes de la Normal de Ayotzinapa, de manera semejante a como en algunas circunstancias trataron a sus víctimas los asesinos nazis. Al comparar este hecho —yo que soy adversario de las analogías que luego me parecen desmesuradas—, resalta una manifestación semejante del mal absoluto. Pero si a Hanna Arendt los criminales nazis, con su ideología y causa, con sus uniformes y órdenes, con su estética de la muerte —la calavera de las SS—, con la desmesura y escala de lo que hicieron, le parecen la encarnación de la banalidad del mal, ¿qué pensar de los endriagos mexicanos, personajes del nihilismo más vulgar, capaces de matar seres humanos para defender su ingreso miserable y el territorio de sus delitos, partícipes de un capitalismo gore, tan salvaje como inocuo? Se sabe que algunos de estos sicarios fueron detenidos en posesión de teléfonos en los que grababan torturas indecibles a sus víctimas. Los hemos visto por televisión narrar con toda calma los detalles de su crimen contra los normalistas. Y la pregunta que casi nadie se hace es, considerando también otros crímenes de sicarios en los últimos tiempos, ¿cómo es posible que la sociedad mexicana haya engendrado a tantos de estos monstruos?

3. Javier Sicilia atina en señalar el mal absoluto representado por estos hechos y otros similares. Sin embargo, después de plantear una duda de fondo: ¿es posible tratar de entender el mal sin justificarlo?, Sicilia desbarra hacia la ideología, la falsa conciencia en la cual el pensamiento izquierdista se hunde en el pantano de la retórica y la confusión, pues luego de acusar a los priistas sin venir al caso, señala como culpables a las redes del poder legal, es decir, al Estado y dice: “Tales redes son intricadas y profundas. Están hechas de empresarios y banqueros, prestanombres, expertos en operaciones cambiarias, funcionarios públicos y líderes políticos que en la sombra del poder legal planean los crímenes, dan la orden de iniciarlos y piden que los mantengan informados” (el subrayado es mío, Proceso, 1/2/2015). Se han dicho y escuchado infinidad de tonterías en relación con el crimen de Iguala, pero esto, viniendo de un hombre inteligente y culto, lo supera. La ideología puede cegar a las mejores mentes..

4. Un alto funcionario del Departamento de Estado de Estados Unidos declaró: “Ayotzinapa es uno de los crímenes más repugnantes y repulsivos en la historia de la raza humana”. De acuerdo, pero sabemos que es imposible la autocrítica del papel en la crisis de seguridad mexicana de las agencias de seguridad estadunidenses, especialmente la DEA, cuya titular alegaba en los tiempos del guerra del narco librada a su servicio por el presidente Felipe Calderón, que la violencia en México “era un signo de que las cosas se estaban haciendo bien”. Y los descuartizados, los decapitados, colgados, las fosas, eran el pan de todos los días y la herencia exhibida y publicitada por ese gobierno y que, impunemente, legó al actual, el cual con muchas dificultades apenas frena esa violencia tan aplaudida antes por los mismo que ahora, justificadamente, la lamentan.

5. Lo peor en el aspecto político ha sido el intento de los líderes de la CETEG por transformar el suceso de Iguala en una revuelta. Además de la impunidad de sus hechos —ataques, violaciones a derechos humanos, incendios, saqueos y robos, amenazas a la democracia, etc—. resalta el propósito de ocultar su propia responsabilidad en los hechos. Sigue siendo de primordial importancia desentrañar quién envió engañados a los estudiantes de nuevo ingreso a Iguala y determinar si dentro de la Normal de Ayotzinapa, hay complicidad con la banda de Los Rojos., como algunos de los detenidos acusan en la persona de su director José Luis Hernández Rivero, sin soslayar el papel del Comité Estudiantil en manos de la CETEG. Esto explica el propósito de acusar al Estado cuando se trata de un crimen cometido por un gobierno de izquierda en manos de los criminales de Guerreros Unidos —su jefa era la esposa del alcalde—, utilizando en primera instancia a la policía municipal dirigida por un prófugo que ya trabajaba con el obradorista Lázaro Mazón, y con la complicidad del gobierno perredista de Angel Aguirre y también de Jesús Zambrano, el líder del PRD. Todo huele a una provocación terrible, en el contexto de un enfrentamiento de facciones izquierdistas y del narcotráfico. La guerrilla del ERPI le declara la guerra a los Guerreros Unidos, pero se calla respecto de Los Rojos, y la actuación del líder de la CETEG, Felipe de la Cruz —quien utiliza el dolor de los padres de familia agraviados—, se encamina a difundir la cortina de humo. Se ha querido así establecer la culpabilidad del Presidente y del Ejército en los hechos, los cuales por sí mismos lo desmienten. La mentira, no sólo la crueldad, es parte del mal.