TROZOS DE MÍ

TROZOS DE MÍ
TROZOS DE MÍ
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Hay amores que matan. Es un hecho incontrovertible, aquellos que hemos entregado el corazón hemos recibido, en el mejor de los casos, una bolsa con pedazos rotos del mismo y una nota que dice “diviértete armándolo como yo disfrute, destrozándolo” o, si eres de los desafortunados, recibirás el “no eres tú, soy yo y, eres una gran persona que merece tener algo mejor que lo que puedo ofrecerte” … Sí, ya sé, te acordaste y el grito de frustración afloró a tu garganta, pero decidiste callarlo por esa onda del “sé fuerte, las cosas pasan por algo” y el “mejores cosas vendrán”.

Esto de las rupturas es un cúmulo de lugares comunes, es más, vámonos a Garibaldi, hundamos su recuerdo en toneles de tequila y cantemos a todo pulmón las canciones que todos conocemos y que hablan de lo mismo, de amores perdidos, de traiciones, de dolor desaforado, de temor solitario, de absurdos anhelos entregados y futuros que nunca cristalizarán. Es catártico… hasta la mañana siguiente que sigues solo y ahora, adicionalmente, el dolor de cabeza rivaliza con el del hueco en el pecho donde antes residía el corazón que ahora es arena pulverizada flotando entre nubes de smog.

Todos lo sabemos, pero nunca hablamos de ello, solo soltamos crípticas frases en una rara mezcla de buscar el apapacho sin mostrar debilidad o, en otras palabras, buscar empatía entre pares pero, siendo brutalmente honestos, se pregunta más por el morbo y el chisme que por una verdadera y sana búsqueda del consuelo terapéutico.

“Me fue infiel” suele ser un argumento que busca la palmada en la espalda, el abrazo protector, la toma de partido o la frase de ánimo. Lamentablemente nunca somos totalmente francos, nunca decimos la segunda parte, por ejemplo, el “me fue infiel” es, por lo general, la consecuencia del olvido, del mal sexo, de la rutina, del abuso, del desinterés o, si te fue infiel sin ninguna de las anteriores, suele quedar en el rango de estupidez. En fin, no estoy aquí para juzgar a nadie, no tengo autoridad moral alguna, yo fui víctima de la infidelidad, en mi caso fue por estupidez y no, no me exime, me compromete doble, aunque, en mi caso, sí obtuve el vendrán cosas mejores. No obstante, el corazón roto ahí estuvo y la vergüenza de saber que la mitad de tus conocidos lo sabía pero, unos no lo decían para “no hacerte daño” y la otra mitad pensaba “no es mi asunto”… no se preocupen, siempre queda el “hablando de mujeres y traiciones, se fueron consumiendo las botellas, me pidieron… shalala, shalala, shalala”… ¡salud!

La cuestión es que los corazones rotos son tan comunes como los gatos callejeros y a nadie le hace especial el andar recogiendo trozos de uno mismo por las aceras de frente a la casa del amor perdido… tantita vergüenza mi estimado y dolido amigo.

El motivo de mi diatriba es venderles el remedio a esta común y vergonzante situación. No, no es producto milagro, ni hipnosis, ni entradas al centro psiquiátrico “T. Dance”… no, mejor no entramos en ese tema y aplicamos el para todo mal… mezcal sin t. dance.

Como les dije antes, no solemos hablar de esto, lo escribimos en libretas, lo hacemos canciones, poemas, cartas, lo lloramos en la almohada o bajo la regadera, lo hacemos en soledad o acompañados del mejor amigo(a) pero, no lo hablamos, no lo asumimos, no lo analizamos, solo lo dejamos flotar en nuestro entorno y dejamos que el tiempo lo cure, nos llenemos de nuevas experiencias como echarle tierra a una tumba y no es así como se cura, el tiempo es el gran paliativo y no la gran cura como nos lo han hecho creer, en serio, hay amores que matan pero, no es el amor, son los rencores al desamor provocado, verán, nadie escarmienta en cabeza ajena así que hablar de ustedes es imposible y sin embargo, puedo hablarles de mí y entenderán que todos tenemos trozos rotos con la misma forma.

La cuestión es primero recoger esos pedazos, ese que entregaste por amor, ese que dejaste en la traición, ese que olvidaste al salir corriendo, ese que aventaste contra la ventana, es decir, sacar todo lo que hiciste y dejaste de hacer, perdonarte, caray, suena fácil pero, es el más costoso de los pasos, verás puedes perdonar hasta tu peor enemigo pero, perdonarse a uno mismo cuesta sangre, sudor y mares de lágrimas. Me distraigo, perdonarme fue quizá el paso de mayor tiempo pues según yo no tenía que perdonarme nada y no era así, desde que sentía vergüenza es que era responsable, desde que sentía odio, estaba flagelándome, así que me fui a sentar en soledad que no es meditar sino solo poder escucharte y me perdoné, cuando lo hice pude perdonarla, y ya tenía dos pasos, el tercero es paciencia que no es ingrediente sino andar revolviendo al mismo ritmo, es decir, es importantísimo y a{un así se lo saltan y por último es el olvido. No, no es olvidar lo que pasó, de hecho, ya no tiene poder sobre ti, ya te perdonaste, ya la perdonaste, ya no hay veneno en el sistema pero, el olvido es sobre lo que te hiciste para sobrevivir, ese trozo de ti que afilaste con saña y con el que te rasgabas la piel para seguir ardiendo de ira, ese es el que debes de olvidar, no el trozo, el acto. Una vez que ya está todo en su lugar viene una entrega complicada, la de llegar con quien te causo pesar y verla a los ojos mientras le sueltas a bocajarro un “te perdono” y te devuelve una mirada que dice “hazme el rechin… favor, que cara… debes perdonarme tú a mí si no hice nada mal, al contrario, mucho te aguanté” Les dije que la entrega era complicada pues, en ese momento entiendes que la verdad es de quien la tenga en la mano como papa caliente y te enfureces pues creías ser víctima y ahora no sabes si eres victimario o cómplice o bufón de la corte… En ese momento, regresa al primer paso… ya te perdonaste, ya no hay tema, ya no hay caso, ya no hay trozo de ti tirado en el fango. Ya le informaste que la perdonaste, listo, ahora deja que la mezcla de ingredientes con la que pegaste tu corazón solidifique, no importa si el engrudo sale por las grietas o quedó rugoso, llegará alguien a quien le entregarás de nuevo tu corazón y ella lo pulirá con sus manos, lo moldeará, lo abrillantará y lo hará suyo y tú ni cuenta te darás de que está sosteniendo tu vida pues andas muy ocupado sosteniendo la suya. Sí, hay amores que matan pero, también hay unos que salvan solo que, para poder amar en plenitud, primero hay que tener amor propio y todos los trozos de ti…