Los viajes fotográficos de Francois Chevalier

Francois Chevalier
Francois ChevalierFoto: Especial
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La imagen fotográfica es un arte de contrastes, una historia concreta, una mirada fugaz, un instante de la vida. Sin embargo, todo es una conclusión histórica, que conlleva al pasado o, a os pasados producidos no sólo por el tiempo, la memoria, sino por diversos signos. Este es el caso del libro: Viajes y pasiones (FCE) del historiador francés Francois Chevalier (Montluçon,1914- París, Francia, 2012), conocido investigador y autor del libro ya clásico La fundación de los latifundios en México- donde estudia los archivos de las grandes haciendas mexicanas, constituidas lenta pero seguramente a lo largo de los siglos XVI, XVII y XVIII, representan el principal material histórico-documental sobre el que Chevalier dibujo el nacimiento de las enormes posesiones de tierra que determinaron parte del desenvolvimiento económico y político-social de México-, quien atraído por un estudio histórico sobre las zonas urbanas, vino a nuestro país con sus tesis antropológicas y una cámara Leica para ocuparse de la biblioteca del Instituto Francés de América Latina, para continuar con diversas investigaciones que ya había iniciado en Francia en los años cuarenta.

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El volumen está compuesto por más de 300 fotografías tomadas a finales de los años cuarenta, que sirven de contrapunto a otras tomadas a principios de los cincuenta – y que bien actúan como arquetipo de muchas imágenes de la época, desprovistas de intencionalidad-, fotos que no optaron por la asepsia ideológica más absoluta, como el descubrimiento de un México nuevo, o la imagen del México posrevolucionario. Muchas de ellas evidencian su vocación antropológica e histórica, como eje central de sus investigaciones que llevaba a cabo. Bien decía John Berger: “El verdadero contenido de una fotografía es invisible, porque no se deriva de una relación con la forma, sino con el tiempo. Podría decirse que la fotografía está tan cerca de la música como de la pintura”. Y eso es precisamente lo que Chevalier quiso captar de México: su rostro más natural de cada región donde transito no sólo su memoria, sino su registro visual.

En este sentido debemos entender que son imágenes desvirtuadas, engrandecidas, desfiguradas y desde todos esos ángulos que Chevalier trataba de interpretar o captar una cultura y sociedad para él nuevas.

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La estética de Francois Chevalier como la de Juan Rulfo, Cartier-Bresson, Lola Álvarez Bravo o Manuel Álvarez Bravo – de los que recibió influencias y con los que compartió muchos viajes e incluso su trabajo iconográfico presenta similitudes-, es una búsqueda constante de traducciones propios de un país y su gente desconocidos. Sus inquietudes fotográficas buscaron un alma gemela con la historia, la antropología, la lingüística, incorporándolas a su estética como una forma de transmitir un discurso histórico con todo lo que ello significa antológicamente. Es decir, la historia gráfica de Chevalier es un mensaje y registro del pasado que produce y reproduce sentidos y significantes en el historiador del presente, como fuente documenta, para entender mejor sus investigaciones sobre el México latifundista.

En Viajes y pasiones, el historiador francés también quiso construir un relato análogo al de las formas literarias con las que le tocó vivir: Martín Luis Guzmán, Mariano Azuela y el propio Juan Rulfo. Este libro, repletó de rostros – ajenos y propios, queda patente que Chevalier es un fotógrafo aficionado que despierta una sensación de ingenuidad, de improvisación estética, que nos induce a la lectura de sus imágenes en un segundo nivel como lo define Javier Pérez en el prólogo.

Chevalier marcó una tendencia – recuperada hace unos años-, cuya característica define un mayor interés por los registros de la imagen por sí misma y no por la especulación de los instantes fugaces.

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