Vivian Sánchez Barajas crea versos de la intimidad del cuerpo femenino

Vivian Sánchez Barajas (Mexicali, 1978) es una heredera de la corriente poética del confesionalismo aparecida en Estados Unidos a finales de los años 50 (siglo XX): Robert Lowell, Sylvia Plath y Anne Sexton, entre otros, dan a conocer textos reveladores de una intimidad que refería conflictos familiares y amorosos en que lo personal jugaba un papel clave. El suicidio de Sylvia Plath despertó el interés por esta modalidad lírica que se sumergía en aspectos dolorosos de la experiencia creativa.

Aparece Santorini (Editorial Nieve de Chamoy, 2020), donde Sánchez Barajas —autora de dos anteriores cuadernos de versos: Octamadona (1996) y Borderline (2018)—, a través de los incidentes de un viaje realizado a Grecia, suscribe los atajos de una mujer que se busca a sí misma en los espacios espirituales-eróticos del cuerpo: “Llegué sola al aeropuerto de Atenas. // Amanecía... // En la República Helénica, / expuesta y vulnerable, / soy tan fácil de tocar / pero no de romper, /como una escultura antigua al aire libre. // Lucero del alba, / el destino me nombró amante / de la parte enferma de los hombres”.

Gestos abrigados por las alucinaciones del deseo: pasión y conjeturas, azares y búsqueda, noches y amaneceres, besos y desencuentros, risas y lágrimas, bailes y complicidades, miradas y pautas: “Aquí la soledad / se estira como las paredes / de un manicomio”. Folios elucidados en ecos de Kyra Galván, Coral Bracho, Elsa Cross, Elva Macías, Silvia Tomasa Rivera y Gloria Gervitz: el discurso de Sánchez Barajas, a pesar de su naturalidad e inocente atrevimiento, se nutre de la tradición de la poesía erótica femenina escrita en México en los años finales del siglo XX.

“Quería dar a conocer un libro distinto a los que ya había publicado. Quizás más moderado, pero no por eso, menos honesto. Grecia me hechiza, es el sitio ideal, donde Eros está en todas partes. Poesía erótica que siempre ha estado dominada por el discurso masculino: ¿por qué, yo mujer no puedo desnudarme y hablar de los rebosamientos de mi cuerpo? Aquí está el habla y la presencia de una mujer que se quema en la brisa de la noche griega, se deja acariciar por el fuego escondido de los vientos que dibujan cicatrices invisibles sobre su piel”, declaró en entrevista con La Razón Vivian Sánchez Barajas.

¿El viaje a Grecia como un pretexto? No tanto así. El viaje propició la escritura por la necesidad de contar los episodios que allí se suscitaron, desde la poesía.

¿Diario poético de una travesía? Ella va confesando los trances del viaje. Hace evocaciones familiares: poemas narrativos que pudieron ser capítulos de una posible novela.

¿Aromas de Safo y de los espejismos de la poesía moderna griega? ¿Quién puede escapar de los influjos de Safo? Soy ferviente lectora de Kavafis, Seferis y Ritsos; confieso que debo explorar el cosmos de Elytis.

Sus metáforas son directas, sin rodeos, quizás agresivas para algunos lectores... Hablo de erotismo, nombro las cosas como son, por su nombre. Creo que sobran las alegorías cuando se aborda lo sexual.

¿Libro gozoso, sensual y también bordeado por la tristeza? Así es. El gozo del cuerpo deseado, la sensualidad de la geografía griega, el mar, la gastronomía y también la despedida de un lugar que te atrapa. En el poema final del libro escribo: “Todo cuanto fui y amé seguirá su viaje / a lo desconocido”. El mar Egeo tiene un embrujo que enloquece a los amantes.