Y rodó el balón en el primer Mundial en Medio Oriente

En medio de la polémica que ha rodeado a Qatar desde que en el 2010 la FIFA lo designó como sede del Mundial de futbol para este año, ayer finalmente se puso en marcha la edición 22 de la cita más importante para los amantes del deporte con mayor popularidad alrededor del orbe.

Luego de que en el transcurso de la semana Shakira y Dua Lipa se negaron a participar en la ceremonia inaugural en el Estadio Al Bayt, ambas atribuyendo esta decisión a la violación a los derechos humanos en dicho país, la gran sorpresa en el evento de apertura fue la presencia del actor estadounidense Morgan Freeman, quien dio un discurso de inclusión.

“Lo que nos une es más grande de lo que nos divide. Somos una gran tribu y la Tierra es nuestra tienda. Juntos podemos hacer el llamado para que todos nos unan. Esta es una llamada al mundo entero. El futbol une a personas y naciones. Hay un hilo común de esperanza y respeto. El futbol expande el mundo, une a las naciones en su amor por este precioso juego. Lo que hace a las naciones estar juntos, hace estar juntas a las comunidades. Todos tenemos una historia de futbol, y Qatar también”, dijo el ganador del Oscar en el 2005 como mejor actor de reparto en la película Million Dolar Baby.

Freeman no estuvo solo en el centro de la cancha, pues posteriormente le extendió la mano con un guante amarillo a Ghanim Al Muftahm, un embajador del evento que padece un trastorno en la columna vertebral y que no tiene piernas.

Nunca en la historia un país del Medio Oriente había acogido la Copa del Mundo. De acuerdo con Statista, Qatar gastó más de 200 mil millones de dólares en infraestructura para poder realizar la justa, cifra en la que la convierte en la más cara de la historia, valiendo 17 veces más que la de Rusia 2018, en la que la inversión fue de 11,600 millones de dólares.

Más allá de haberle dado la sede del gran evento deportivo a un país que nunca había disputado un Mundial, las críticas hacia Qatar han llegado por las situaciones negativas en el proceso de la construcción de estadios e instalaciones, pues según información de The Guardian por lo menos 6,500 obreros murieron durante estas labores, atribuyéndose gran parte a las difíciles condiciones climáticas.

El jeque Tamim bin Hamad Al Thani resaltó poco antes de que culminara la ceremonia de apertura la unión entre los aficionados al futbol, al margen de las creencias que tenga en otros temas.

“Qué hermoso es que la gente deje de lado lo que los divide para celebrar su diversidad y lo que los une al mismo tiempo. Les deseo a todos los equipos participantes un magnífico desempeño futbolístico, gran deportividad y un tiempo lleno de alegría, emoción y deleite para todos ustedes”, comentó Al Thani en un breve discurso.

Otro tema social que ha generado controversia es que en la nación árabe no hay garantías para la comunidad LGBTIQ+. Ante esto, el portero alemán Manuel Neuer se manifestará portando un brazalete en apoyo a dicha causa.

Y otra de las situaciones que contrariaron a los aficionados fue el acuerdo entre FIFA y los organizadores que prohibió el consumo de alcohol en las inmediaciones de los estadios, algo que se anunció dos días antes del comienzo del certamen.

Pese a todo, el balón ya rueda en el pequeño emirato en el que habitan 3 millones de personas y cuya extensión es de 11,571 metros cuadrados, una peculiar nación en la que apenas el 11 por ciento de habitantes es oriundo de dicho territorio.