En Los 4 Fantásticos, primeros pasos, lo fantástico es que por fin dejan sólo de preocuparse por amalgamar referencias y plantear conexiones con el resto de las franquicias Marvel, para rendirle tributo a su historia y a lo que representa que sea una de las primeras familias en forma dentro del concepto del superhéroe.
El largometraje que llega hoy a los cines de México, presenta a un Galactus más que digno y funcional como villano, el “devorador de planetas”, una fuerza de la naturaleza acorde a lo que caracterizaba la etapa clásica de las andanzas en cómic de Susan, Red, Ben y Johnny, y que hasta hoy continúa siendo la mejor que han tenido, ya que en las confrontaciones ponían a la par de las colosales amenazas cósmicas, las disyuntivas morales, llevando al límite los vínculos emocionales. Como ocurre ahora, en que además, la maternidad sirve de detonador para desarrollar las relaciones y apuntar las tragedias personales y para ser uno de los tensores en la ejecución de emocionantes secuencias de escape y de batalla.
En esta película, el drama humano es el motor y la materia prima principal. Teniendo de telón de fondo un universo retrofuturista de elegantes acabados que no se queda en lo ornamental, sino que sirve para recuperar la euforia que a mediados del siglo pasado se vivía con respecto a la exploración espacial y de la cual en los años 60 los Fantastic Four fueron un fiel reflejo.
Sin embargo, aunque estamos ante una realidad de espíritu análogo con autos voladores, autómatas y edificaciones ultratecnológicas, los viajes fuera de la Tierra son un evento mediático y de impacto social.
A partir de esos recursos también encuentran la herramienta ideal para contar los antecedentes de los protagonistas y hacer un recuento de sus hazañas con la aparición de villanos emblemáticos en su largo trayecto por el mundo de las viñetas, pero evitando ser una película sobre los orígenes, lo cual una vez más se agradece, así como las menciones a su cocreador, el legendario Jack Kirby. Un recurso validado como una constante dentro de la trama, dando fe de los tiempos en que la televisión era la principal influencia.
Por otro lado, se definen con claridad los rasgos a veces titubeantes de un Red Richards (Pedro Pascal) atormentado por las consecuencias de sus obsesiones y responsabilidades científicas que a veces ponen en riesgo a sus seres queridos, lo mismo la personalidad decidida que con los años fue adquiriendo Sue Storm (Vanessa Kirby) y que la llevó a dejar de ser la chica a la cual tenían que estar rescatando. En cuanto a Ben Grimm (Ebon Moss-Bach-rach), aunque gana algunos matices en personalidad, también pierde un poco de protagonismo a la hora de la acción, y su dinámica con Johnny Storm (Joseph Quinn) es menos chispeante que de costumbre.
Pero lo anterior es de lo poco que se le puede reclamar a Los 4 Fantásticos, primeros pasos, una propuesta redonda y a la altura de las expectativas generadas como adaptación de la que desde la portada siempre se ha presumido como “la Revista de cómics más grande del mundo” —World’s Greatest Comics Magazine—.
Si vas a ver la película toma en cuenta que se incluyen dos escenas poscréditos. La primera, confirmando algo que ya sabíamos y la segunda es una mera curiosidad, pero también simpática.
Inversión fantástica
- Los cuatro fantásticos 1994 • 1 mdd
- Los cuatro fantásticos 2005 • 100 mdd
- Los cuatro fantásticos y Silver Surfer 2007 • 130 mdd
- 4 Fantásticos 2015 • 120 mdd
Los 4 Fantásticos, primeros pasos
Dirección: Matt Shakman
País: Estados Unidos
Año: 2025
Los 4 Fantásticos, una aventura familiar y retrofuturista
¡El cuarteto más famoso de Marvel regresa a la pantalla grande! La película marca el inicio de la fase 6 de Marvel Studios y una nueva apuesta por representar a los personajes luego de tres desventuradas propuestas —1994, 2005 y 2015—. Los 4 Fantásticos, primeros pasos se ubica en un mundo retrofuturista de los años 60 donde los protagonistas deben luchar contra su amenaza más grande: Galactus, el devorador de mundos. El elenco lo conforman Pedro Pascal, Vanessa Kirby, Joseph Quinn y Ebon Moss-Bachrach
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