"Tu tatuaje" y otros poemas

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Foto: larazondemexico

TU NARIZ

Respingona, se asoma a saludarme

en todos tus retratos. Puja arriba

como diciendo “Mírame a los ojos”.

Los miro, agradecido a la nariz

que, por burlarme, digo que me miente,

pues no existe verdad más meridiana

que su perfecta forma y su tamaño,

frustración de Quevedo y su soneto,

que en ti enmudece encima de los labios

de frente, de perfil, como te vea.

Amo la ortografía de tu rostro,

la tilde en el acento de tu cara.

TU TATUAJE

Entintada la carne como un vino

por las mejillas o esas venas

de la nariz que indican la embriaguez

acostumbrada,

o cicatrices

de futuras heridas a tu lado,

un nombre te rotura la piel

con un arado infértil por mis ojos.

Abominables

me parecen las manchas, y un enigma

que quiero resolver, un acertijo

con la piedra Rosetta de tu cuerpo,

descorrido el telón de su escenario.

Los ojos palpan

atracción y rechazo en esas líneas

que como marca de agua trasparentan

sombras sin fondo.

Un cieno irrumpe

y, tirando de mí para el ahogo,

me deja en tus regiones subcutáneas.

TU VOZ

Es la llave que abre

la cerradura de mi oído,

el arcaduz

de agua al cangilón de quien es sordo

a todo cuanto no es lo que tú dices.

Es aire hecho de aire y de desaires,

y su respiración

es la que inhala en mis pulmones

antídoto de asfixia

viniendo de los tuyos por tus labios.

Son los sonidos, las palabras,

cristales de colores: la vidriera

que transforma tu luz.

Y gira, y no chirría, y mueve el gozne,

la bisagra, el amor, mi entendimiento

que pierde la razón bajo tu ensalmo.

DURAZNOS

A quemarropa vienen tus duraznos,

a quemarropa:

los médanos del río de tu risa

que desmenuza

el primoroso encaje de tus manos

en el granero lleno de mi mirada impávida

que no deja ni un siglo de mirarte.

Me alimentan con uvas y manzanas:

si no ellos mismos, la metamorfosis

del fruto en su simiente fugitiva.

Me acribilla su piel, y con sus huesos

liman la soledad, le ponen puertas

donde rejas había cuyo óxido

era parecido a mi memoria.

Da tus duraznos,

un regalo que llueve

desde tus cestas cálidas,

al lecho de mis lúbricas y hurañas

profundidades.