The new kid in town

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Foto: larazondemexico

No falta día en que no me pregunten, en una cantina, entrevista o parada del camión, si todo lo que escribo en mis crónicas es verdad. Que si no lo invento. Que de dónde saco tanto personaje estrafalario. Afortunadamente siempre hay testigos de los eventos que pueden con una mano sobre la Biblia jurar que los hechos sucedieron en la realidad.

Uno de esos personajes que pueblan mis textos acaba de sacar un par de libros casi de manera simultánea (ya sabemos cómo son los tiempos editoriales): Adrián Román. También conocido como El Negro o La Paleta Payaso (por el afro que portó una temporada). Además de ser coprotagonista de algunos de mis debrayes, El Negro también es cronista. Y no cualquiera, uno pesado. Autor de uno de los mejores textos que he leído en los últimos años. Una crónica sobre el concierto de los Stones en Cuba.

Y yo me preguntaba cómo era posible que a sus cuarenta años siguiera inédito. Técnicamente no era un autor novel, ya había publicado un libro de poemas. Pero a pesar de que es un excelente poeta, su potente voz, la más auténtica, se revelaría en el campo de la crónica. Adrián Román es uno de esos casos de gente (hay varios) que sin haberlo jamás considerado un día saltó de la poesía a la crónica con grandes resultados. Tenía todo lo que un buen cronista necesita, sólo le faltaba sentarse a teclear.

Esta columna, este medio, quizá no debería albergar un comentario sobre El Negro y sus libros. Adrián Román era un antiguo colaborador de este suplemento, pero amenazó al contador con golpearlo si no le pagaba una crónica. Pero El Negro no puede expedir facturas porque se peleó con Hacienda. Ante el calvario burocrático que nos impone el gobierno, algunos, en este caso él, truenan. Y no los culpo. A mí me encantaría, no puedo, tengo una colegiatura que pagar. Pero como decía Hunter S. Thompson, la diferencia radica no en loco o cuerdo, sino entre funcional y disfuncional. Y en la mayoría de sus crónicas El Negro es funcional, a veces deslumbrantemente funcional. Y eso es lo único que debe importar.

"El libro incluye la crónica de los Stones en Cuba, un texto que debe hacer escuela".

Él es un autodidacta, como yo, ha sido carne del subempleo y ha chambeado tanto en la luz como en la oscuridad. De burócrata pero también de chacharero. Y sus textos están poblados de lo que ve en las calles. La vida nocturna, los excesos, los inválidos sociales son sus temas, pero también los deportes. En tiempos en los que el prejuicio es norma la obra de un autor como Adrián Román es un respiro. Ante tanta literatura académica es necesario algo que desafíe el fascismo moral. Ya lo decía Guillermo Fadanelli: la literatura no debe ser un cesto de estambre. Y en eso se ha convertido el noventa por ciento de la escritura que se produce en el país. Por eso es digno de celebración que El Negro haya sacado este par de libros: Pinche Paleta Payaso (Discos Cuchillo) y La noche del Sandunga (El Salario del Miedo, 2018).

También lo señaló Jane E. Carrol en la intro a la edición en español de su biografía sobre Hunter S. Thompson: “¿Cuándo fue la última vez que vieron a la juventud intentar algo más iconoclasta que bloquear a alguien en Facebook? Me temo que la Generación Millennial necesita conectar un poco con su Hunter Thompson interior”. La buena onda no crea buenos libros. Decía Norman Mailer que lo más difícil de un escritor es lidiar con su mal humor. Agréguenle el humor del adicto en la eriza. Un buen escritor es una persona difícil, El Negro no es la excepción, pero aquellos que han estado con él en la calle saben que es la mejor compañía que se puede elegir para atravesar el fuego.

Sus libros son documentos valiosos que registran la descomposición del tejido social de estos días que nos tocó vivir. A La noche del Sandunga le hace falta una apretada de tuercas, que el editor le hubiera hecho sugerencias, ahorrarse un par de textos, buscar un mejor título, es uno de esos casos en que el autor le queda grande al editor, pero tiene textos que son un madrazo. Pinche Paleta Payaso incluye la crónica de los Stones en Cuba, un texto que debe hacer escuela. Que debe servir de ejemplo de cómo escribir una crónica.

Qué gran noticia es que estos libros de Adrián Román estén ya disponibles. Esperemos que no le pase lo mismo que a Syd Barret o a Parménides García Saldaña. Que su estilo de vida lo mantenga con vida el tiempo suficiente para que dé el estirón como cronista y vomite todos esos libros que lleva dentro. Ojalá en el próximo mundial tenga oportunidad de tomarme una chela y una raya con él.

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