50 años sin Jack Kerouac

Foto: larazondemexico

El 21 de octubre de 1969 murió Jack Kerouac. El escritor que aglutinó en sí mismo algunos de los elogios más lapidarios de su época: “el héroe de toda una generación”, “El Rey de los Beats”. Etiquetas que lo proveyeron de una fama que terminó por aniquilarlo. Y aunque en la actualidad la Generación Beat está extinta, la figura de Kerouac vuelve a ocupar su lugar como el escritor esencial que es en este 2019, cuando se cumplen cinco décadas de su partida.

En Rolling Thunder Revue, el documental de Martin Scorsese sobre Bob Dylan que apareció hace apenas unos meses en Netflix, Dylan le comenta a Allen Ginsberg que leyó Mexico City Blues en 1959, en Minneapolis. Su amigo Dave Whitaker se lo prestó. Dylan confiesa que el libro le voló la cabeza. Ambos están de pie ante la tumba de Kerouac, en Lowell. Hicieron una parada durante la gira para visitar el sepulcro del autor de En el camino.

Dylan lee fragmentos de poemas y una línea resulta perfecta de tan premonitoria. “Cuando la roca sea aire, ahí estaré”. Y la toma de la lápida en el cementerio cristaliza el momento. Ese que Kerouac había vislumbrado con la bola de cristal de la poesía. Ese alto en el camino para mostrarle sus respetos a Jack por parte de Dylan es una botella lanzada al futuro que ahora es recobrada en el documental. La influencia que tuvo Kerouac en Dylan es determinante para la tradición poética norteamericana. Con el tiempo, Dylan terminaría ganando el Premio Nobel. Y la voz de Kerouac le otorgó una dirección en sus inicios, cuando comenzaba a formarse a sí mismo como poeta.

“Tengo que releer todo lo que escribió Kerouac”, dice en el documental un Dylan de 78 años, el actual. Y eso es un llamado a que la obra de Jack sea descubierta por las nuevas generaciones. No existe elogio más grande. Durante toda su carrera Dylan se ha dedicado a rendir tributo a los clásicos de la música. Lo hizo con el folk, en World Gone Wrong y Good as I Been to You, y ahora lo hace con la poesía, al reverenciar a Kerouac y a Ginsberg.

Música para la Generación Beat

El mito de Kerouac continúa intacto. Y el interés histórico que despierta su persona sigue vigente. En abril de 2019 comenzó a circular una imagen tomada el 13 de septiembre de 1953 por el fotógrafo Bob Parent. En ella se ve a Thelonius Monk al piano y a Charlie Parker en el sax. Detrás se ve una porción del público que acudió aquella noche al bar Open Door. En la primera mesa se puede ver a un hombre con un cigarro en la mano. Presumiblemente se trata de Kerouac. Jack estuvo obsesionado con varios saxos, incluido Bird. Pero hasta este hallazgo no había un documento fotográfico que capturara al escritor y a quien fuera su inspiración y modelo para crear el estilo que lo catapultaría al estrellato: la prosa espontánea.

La postal fue tomada en la época en que Kerouac escribía (o planeaba escribir) Los subterráneos. Y aunque la historia en la ficción se desarrolla en la ficción, según Joyce Johnson, antigua pareja de Jack y autora de Personajes secundarios, donde narra su historia como chica beat, su novio Kerouac estaba por esos días en Nueva York. Y afirma que “parece él”. Los subterráneos es quizá la novela más importante del autor después de En el camino. Es una exploración de la prosa bop. Aquella que le imprimiría un carácter original a su voz. Influjo que consiguió al imitar a sus músicos héroes.

Parker sería la influencia de los dos principales vanguardistas de aquellos años. Kerouac y Coltrane. La obsesión de ambos por Bird los llevaría a seguir un destino fatalista. Parker murió a los 34 años, a consecuencia de los excesos. Pero dejó una huella imborrable en la pluma de Kerouac y en el sax de Coltrane. Éste último murió en 1967, a los 40, por complicaciones hepáticas a causa de su abuso de la heroína. Las similitudes entre su vida y la de Kerouac son abrumadoras. Jack también murió de una cirrosis que se complicó con una hemorragia, una hernia y una pelea días antes de ingresar al hospital. Ambos fueron profundamente religiosos. Coltrane abrazó la religión negra y Kerouac se convirtió primero al budismo zen y hacia el final de sus días retornó a la fe católica de su infancia.

Pero la mayor similitud entre ambos es que la religión más apasionada que profesaron fue la música y las letras. En este sentido, más que un rockstar, Kerouac vivió y murió como un jazzman.

"Tengo que releer todo lo que escribió Kerouac , dice en el documental un Dylan de 78 años. Es un llamado a que la obra de Jack sea descubierta por las nuevas generaciones ”.

Visiones de Neal Cassady

La Generación Beat fue un grupo conformado por Kerouac, William Burroughs y Allen Ginsberg. La obra de Jack partió de muchas premisas. Una de las más importantes fue: escribe sobre tus amigos. Así comenzó a tomarlos como personajes de sus novelas. A Burroughs le dedicó una obra: Dr. Sax. Ginsberg aparece en casi todas sus narraciones. Pero fue Neal Cassady quien protagonizó su libro más famoso: En el camino.

Las conexiones entre los beats son algo que escapa a toda lógica. Un año antes de que muriera Jack, Neal había fallecido en San Miguel de Allende, México. Y en 1997, meses después de que partiera Ginsberg, Burroughs los alcanzó. Las conexiones espirituales entre estos cuatro resultan innegables. Más que simples coincidencias, la muerte de ambas parejas parece más un acuerdo que obra del azar. Lo que ha convertido a la Generación Beat en un hito dentro de la historia de las letras universales.

La producción de Kerouac es monumental. A los libros publicados en vida se han sumado más de una docena de inéditos. Y poco a poco el retrato completo de la generación se ha complementado con testimonios de otros miembros tardíos y de gente que estuvo a su alrededor. Uno de los libros que desafía la visión unilateral de la Generación Beat es la novela (también de corte autobiográfico) de Carolyn Cassady: Fuera del camino. Carolyn era el último eslabón de una cadena que hacía tiempo se había roto. Era el último testigo de la acelerada vida de su esposo Neal y de su ocasional amante Jack. Y ese triángulo amoroso se extinguió el 20 de septiembre de 2013, año en que ella murió en Bracknell, Reino Unido.

El vago que se consumió en alcohol

Se presume que en 1947 Kerouac ya tenía una versión de En el camino. El famoso scroll, el rollo de teletipo gigante en que mecanografió la primera versión. Pasarían diez años para que por fin pudiera publicarla y la fama fue instantánea. De ser un aspirante que había luchado una década contra la frustración, mientras observaba cómo escritores con menos talento publicaban sus textos, se convirtió en un fenómeno. Pese a que él mismo había tomado como filosofía de vida el primer precepto del budismo: “Todo es sufrimiento”. Se dedicó a beber hasta matarse por no soportar una fama para la que no estaba preparado.

En los últimos años se han adaptado al cine dos de sus novelas, En el camino y Big Sur, con pésimos resultados. Parece una maldición. Kerouac y Hollywood vivirán peleados hasta el final de los tiempos.