Los tiempos de Dios son perfectos. A unos días del lanzamiento de este libro, El loco de Dios en el fin del mundo, falleció el vicario de Cristo y por todos los sitios del universo cristiano se escuchó el grito: ¡Francisco ha muerto! ¿Qué agua nos limpiará? ¿Qué rito expiatorio, qué juegos sagrados deberíamos inventar?
Cercas tuvo oportunidad de conocer a Francisco en el año 2023 en un encuentro con creadores y artistas en el Vaticano. Unas semanas antes el jefe de oficina del Dicasterio para la Comunicación de la institución romana le propuso escribir un libro sobre el viaje que Francisco haría a Mongolia. Ateo, anticlerical y racionalista recalcitrante, en sus propias palabras, Cercas tuvo como primer impulso rechazar la invitación. La curiosidad intelectual, así como la devoción católica de su madre le hicieron cambiar de opinión. Para hacer el libro puso una condición: cinco minutos a solas con el Papa, sólo para resolver una duda: ¿Hay vida después de la vida?, y más precisamente: “¿Va mi madre a encontrarse con mi padre cuando muera?”
LA PREGUNTA PUEDE SER ingenua e infantil, mas no irónica. El propio Cercas ha dicho en una entrevista con el periodista español Edu Galán que aquella es una pregunta que podría formular un niño y que varias de sus novelas se sostienen en cuestionamientos similares. El sentido del humor de Cercas es agudo, y así lo son también las dudas que a lo largo de El loco de Dios en el fin del mundo logra exponer. Sospechoso de blanqueamiento de personajes polémicos, Cercas entra en muchos de los grandes temas incómodos para la iglesia católica: el voto de castidad, la pederastia, la cercanía de las distintas diócesis con el poder y el clericalismo. Pone el dedo sobre la llaga e insiste de distintas formas a los soldados de Bergoglio que no se puede ser “sublime ininterrumpidamente”, mientras reconoce en el Papa una vocación misionera, destreza política y genuina intelectualidad. Sin embargo, este no es un libro periodístico o una crónica, es una novela. Sí, es una novela, aunque también una confesión. Una confesión de alguien que carga consigo un conflicto, un asunto no resuelto y universal: el miedo frente a la inminente muerte de la madre.
LA VIDA ETERNA
El loco de Dios en el fin del mundo es un libro sobre el Papa Francisco, un libro que ha salido casi al parejo de su muerte y es un libro también sobre la vida eterna. Dice Rüdiger Safranski en su ensayo Tiempo. La dimensión temporal y el arte de vivir que la concepción de la eternidad en el mundo occidental está claramente mediada por el cristianismo y la mística de la resurrección, y que por eso pensamos en ella a partir de nuestra condición de individuos. Nuestra muerte y la muerte de nuestros cercanos nos parecen intolerables porque no sabemos, dice Safranski, alegrarnos de la vida que prosigue sin nosotros. Parafraseando a Hans-Georg Gadamer, Safranski alega:
Si los seres humanos aprendieran a unir el final con el principio, si supieran sentirse inmersos en el proceso regenerativo de la vida, no entenderían la muerte como aniquilación, sino como la entrada en la vida que nos envuelve. Interiormente, habríamos de participar en un futuro que nos excluye.
“Nada existe sin fin. Luego mi existencia tiene un fin. ¿Cuál? Lo ignoro. Por lo tanto, no soy yo quien lo ha determinado”. Baudelaire escribió estas líneas en un poemario que a su muerte quedó inconcluso. El volumen, cuenta Antonio Martínez Sarrión en un prólogo a una traducción realizada por él mismo, llevaría el título de Mi corazón al desnudo. El poema en cuestión se llama “Cálculo en favor de Dios” y continúa así: “Es alguien, pues, más sabio que yo. Y por eso hay que rezarle a ese alguien, para que me ilumine”. Dice Martínez Sarrión que Baudelaire habría querido hacer con aquel libro algo similar a las confesiones de San Agustín y de Rousseau. Un ataque cerebral, consecuencia de su estado sifilítico, derrumbó lo que quedaba del autor un día de marzo en la Iglesia de Saint Loup de Namu. Cuatro años después, justo después de la muerte de su madre Caroline Aupick, el poemario fue publicado.
El sentido del humor de Cercas es agudo, y así lo son también las dudas que a lo largo de El loco de Dios en el fin del mundo logra exponer.
NO VENDO LA TRAMA porque la narración logra sostener el misterio, pero adelanto para quien quiera asomarse a este libro: Cercas sí conversó a solas con Francisco y éste le aseguró al escritor que “la vida eterna se cumple a cada minuto y en cada día”. El arco narrativo de Javier Cercas, personaje de esta novela, concluye exitosamente cuando le lleva a su madre, cual tesoro encontrado en el fin del mundo, la respuesta del Papa. Sin embargo, durante la travesía el escritor se impone sobre el personaje y se despoja de su armadura de intelectual y ateo para confesarse. Dice María Zambrano que:

La confesión es el lenguaje de alguien que no ha borrado su condición de sujeto; es el lenguaje del sujeto en cuanto tal. No son sus sentimientos, ni sus anhelos siquiera, ni aun sus esperanzas; son sencillamente sus conatos de ser.
Cioran afirmaba que las religiones son una cruzada contra el humor. No sé cuál de los dos Cercas, el periodista farsante en búsqueda de respuestas o el novelista, refuta esta idea, pero estoy seguro de que ambos piensan que este es un libro lleno de locos.


