Rebeca Solnit: aún no es demasiado tarde

La historiadora y activista estadunidense Rebeca Solnit, comprometida con las causas sociales, el medio ambiente y los derechos humanos, propone una “transformación individual”. No más políticas obsoletas e inoperantes, hay que concebir una contranarrativa a los discursos autoritarios que nos han impuesto. Elena Enríquez Fuentes nos ofrece un recorrido por los ensayos de esta escritora que asume la complejidad de la vida desde el optimismo racional.

A propósito de 1984, obra de George Orwell, Solnit afirmó: “Escribir 
es un gesto de esperanza”.
A propósito de 1984, obra de George Orwell, Solnit afirmó: “Escribir es un gesto de esperanza”. Foto: Fuente > Especial

Vivimos de relatos

tal como vivimos del aire.

—REBECA SOLNIT

La gran mayoría de la población mundial siente un profundo pesimismo. La tensión es continua: tememos enfrentar catástrofes naturales, colapso económico, escasez, violencia, enfermedades, la muerte, incluso nuestra extinción como especie. Protegernos del dolor es tan urgente como comer o dormir. Escuchamos quejas en todas partes: por las acciones de líderes políticos, jefes, prestadores de servicios, etcétera, ¿por qué?

Para Rebeca Solnit ese modo de estar en el mundo encierra una contradicción.

Por una parte, no queremos padecer pero, por otra, inventamos una narrativa donde las situaciones parecen sin salida. Sentimos una resignación hiriente, un porcentaje grande de la población vive deprimida, enojada. Para ella tenemos una experiencia de vida entre el horror y la ansiedad, la causa fundamental de ese mal son las historias que nos contamos, nuestros sistemas de creencias. Afirma: “Al dirigir la lucha sólo hacia afuera, la desesperación se instala en nuestro interior. Experimentamos lo que he llamado la política de la impotencia, caracterizada por los procesos políticos interminables, las luchas internas de poder en las organizaciones y las denuncias que debilitan nuestros movimientos.”

Sus libros contagian un optimismo racional, con información fidedigna, señalan cómo la mayoría de los problemas, incluso los más graves: violencia, guerra y cambio climático, surgen de estructuras culturales inoperantes, arraigadas en creencias enquistadas y obsoletas. Frente a la de-sesperación, Solnit propone una esperanza: la transformación individual. Presenta infinidad de ejemplos de cómo las acciones íntimas para proporcionarnos bienestar, y dotar de belleza la vida diaria, son principios para cimentar un futuro venturoso para todos. En Las rosas de Orwell nos conduce a sentir el placer, la paz, la alegría de cultivar y crear belleza. A través de una prosa impecable conecta temas en apariencia dispares. La acompañamos en un viaje para conocer los rosales que plantó George Orwell y entender, de forma sutil, cómo su jardín le dio a Orwell la fuerza para enfrentar enfermedad, escasez y las inclemencias de la guerra. A pesar de tener sólo doce peniques, el autor de 1984, no consideró superfluo emplear una parte de ese dinero, tan necesario para comer, para adquirir unos rosales. Los cultivó con dedicación, incluso hoy podemos contemplarlos, son parte de su legado. Solnit muestra una y otra vez cómo la belleza cotidiana y la práctica ética de los individuos comunes eclosiona en las grandes transformaciones sociales. Nos dice: “Si ‘guerra’ tiene un antónimo, quizá sea ‘jardines’. La gente ha encontrado una clase determinada de paz en los bosques, las praderas, los parques y los jardines”.

Uno de sus ensayos más conocidos e influyentes es Los hombres me explican cosas, que dio origen al término mansplaining.

SUS IBROS COMBINAN LO ÍNTIMO, singular, con erudición, y crítica tal como la entendió Kant. Al leerla podemos desechar prejuicios sin violencia, sin sentirnos confrontados, nos conmueve y desde ahí invita a la transformación. En Una guía sobre el arte de perderse explora la importancia de permitirnos vivir a fondo la incertidumbre, “perderse” nos conecta con nuevas formas de pensar y de vivir. Es sus páginas encontramos la brújula de la ética como un medio para tener una postura y enfrentar la complejidad. Solnit está convencida de la posibilidad de transitar por las dificultades y retos sin perder el disfrute de la vida y gozar ante el misterio.

Rebeca Solnit nació en 1961, ha escrito más de veinte libros, en su currículum le gusta decir “soy el resultado del sistema de educación pública.” En Recuerdos de mi inexistencia comparte sus años de formación, nos cuenta por qué sortear la escasez le dio sensibilidad y capacidad crítica para discernir. Varias de sus obras son lectura obligada en diversos temas. Uno de sus ensayos más conocidos e influyentes es Los hombres me explican cosas, que dio origen al término mansplaining, ahora un referente para evidenciar las estructuras sociales imperceptibles, donde se invisibiliza a las mujeres y que desencadena la violencia en su contra.

SOLNIT HACE GALA de conocimiento sin pirotecnia, en Wanderlust, una historia del caminar identifica lo humano con caminar. Andar es la manifestación de una resiliencia invencible, moldeó el cuerpo humano, nos dio libertad. Caminar entrelaza habitar el espacio con el ejercicio de la memoria y la construcción del poder. Contemplar el paisaje, la ciudad, desde la vida a pie, es resignificar la existencia para acercarnos a la tierra, a nuestro cuerpo, a reconocer lo que somos.

Solnit evidencia el modo como inventamos la historia, la creemos verdad y en esa convicción justificamos las acciones. En el aferramiento a supuestas verdades fomentamos inflexibilidad y autoritarismo y, en la aceptación del carácter ficticio y coyuntural de las creencias ganamos creatividad, nuevas formas de asegurar la supervivencia. Uno de los puntos climáticos de su trabajo literario y activismo es su obra Not Too Late: Changing the Climate Story from Despair to Possibility. Tomarnos en serio el fin del mundo no es aceptar la tragedia, es la puerta a la creatividad. Su optimismo asume lo inevitable para crear nuevas formas de ver y entender: cada acto individual cuenta y suma. El arte, la ética, abren nuevos caminos.

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