Hace unos meses, Angélica Álvarez recibió una sorpresa en consulta. No fue una confesión inesperada, de ésas que surgen después de varios meses de psicoterapia. Era algo distinto: una de sus pacientes llegó con una lista de respuestas impresas. Eran párrafos ordenados, con una estructura impecable. La mujer se los mostró con mucha seguridad. Era lo que ChatGPT le había dicho sobre su conflicto. Cuando terminó de revisar el texto, Angélica asintió. El chatbot había dado respuestas rápidas y funcionales. “Está bien como punto de partida —le dijo a la paciente— pero no es suficiente”. La paciente guardó silencio. Era la primera de tres de sus consultantes que estaban usando ChatGPT.
Poco después, otro paciente llegó con una situación similar. Angélica lo escuchó con paciencia, consciente de que los consejos del chatbot tenían el mismo efecto que una receta médica general: útiles para algunos, contraproducentes para otros. “Está bien usarlo como referencia, pero recuerda que no te conoce.” A pesar de eso, Angélica sabe que cada vez más pacientes llegarán con respuestas creadas por chatbots, buscando confirmación.
ENERO ES EL MES DEL AÑO en que más personas lloran sin saber por qué, no quieren levantarse de la cama o no lesapetece ver a nadie, ni a sus gentes más cercanas. Angélica lo sabe bien. Mientras muchas planean y llenan calendarios, otras se sientan frente a ella como quien llega al último refugio después del naufragio. “Es el mes en que mi agenda está a tope. Las personas tienen más conflictos, se sienten más solas, se deprimen más”, dice. “Es también el mes en que la gente se decide iniciar cambios.”
Sus consultantes, como ella les llama, acuden a terapia principalmente por depresión, ansiedad, duelo y conflictos de pareja. Desde hace un par de años un diez por ciento son adultos mayores.
Angélica viste blusa, jeans y botas negras. Tiene 43 años pero parece de 35. Es psicóloga humanista, tanatóloga y psicoterapeuta corporal. Desde hace diez años da consulta a pacientes adultos. El noventa por ciento de sus consultas son presenciales. El diez por ciento, por zoom. Sus consultantes, como ella les llama, acuden a terapia principalmente por depresión, ansiedad, duelo y conflictos de pareja. Desde hace un par de años un diez por ciento son adultos mayores. “La mayoría de mis consultantes mayores vienen simplemente para ser escuchados, para sentir que tienen a alguien con quien hablar. Y eso soy también, una escuchadora profesional”.
Mientras da un sorbo a su café, Angélica me dice que ella es del tipo de psicoterapeuta que puede contestarte una llamada el 24 de diciembre. No lo expresa con queja, sino como quien asume su destino, como quien sabe que su trabajo no respeta calendario ni días festivos, celebraciones ni aniversarios. Me cuenta que el año pasado, en plena cena de Navidad, su teléfono sonó. “¿Quién llama a su terapeuta el 24 de diciembre?” Dudó, pero al fin contestó. Era una paciente que había empezado el duelo reciente por la pérdida de su madre. El peso de la Navidad se le vino encima y no tuvo más opción que buscar ayuda con la persona que en ese momento podía calmarla. “Si alguien está tan mal como para llamarte en Navidad, siento que lo menos que puedo hacer es contestar”. Ese día también tuvo una sesión en línea. La contactó una persona que vive en Canadá. “Claro que sí”, le dijo. A veces ajustar horarios o dar facilidades de pago no se hace sólo por amabilidad, sino como una forma de cuidar el vínculo. “Que el dinero no sea un obstáculo para que la gente esté mejor”. Y me habla de esos pacientes que a veces no pueden pagar la consulta completa. De cómo prefiere ajustar la tarifa en lugar de dejarlos solos. Sabe que, en esos momentos, el simple hecho de escuchar ya es un acto de gran ayuda. “Tal vez soy muy flexible”, admite. Lo dice cuestionándose porque hay quienes no pagan su deuda o le llaman seguido para tomar terapia telefónica gratuita.

LOS PSICOTERAPEUTAS PAGAN un alto costo por hacer su trabajo. Muchas veces, me dice Angélica, la consulta no se acaba cuando se acaba la hora. El paciente se va, cierra la puerta, sigue con su vida. Pero la terapeuta se queda sola con las palabras que se dijeron... y con las que no. Algunas le hacen ruido en la cabeza durante días, como si aún quedaran resonando en las paredes del consultorio. Escuchar a alguien romperse también puede desgarrar a quien escucha. A eso hay que sumar que el trabajo no se queda en el centro de atención. Está en los libros, las series, las películas que el paciente menciona como espejos de su dolor, y que ella se compromete a ver para entender mejor el conflicto emocional que le presentan. Porque a veces la clave está en una escena de Las cosas por limpiar, en una canción de Lady Gaga, en una frase de Rayito de sol. Ante eso el psicoterapeuta necesita hacer terapia. Para no desbordarse, para no hacer daño.
Angélica lo dice así: “quien no ha ido a terapia siendo psicoterapeuta, muy probablemente hará daño. No porque quiera, sino porque lo que no se trabaja, se proyecta”. “Somos humanos”, subraya, “y eso implica no estar resueltos en la vida”. El psicoterapeuta sabe que debe revisarse constantemente. Que también necesita a alguien que le acompañe a mirar hacia adentro.
Algunas plataformas digitales están ofreciendo servicios en los que ChatGPT simula una conversación psicoterapéutica, siguiendo guías de psicología conductual.
Una gran desventaja es que regularmente el psicólogo está solo. A diferencia de otros gremios, como la enfermería, los psicólogos no suelen trabajar en equipo. No se reúnen, no se desahogan, no hay círculos de contención. “Lo que hay es mucha competencia”, admite. “¿Quién tiene más títulos, más diplomados, doctorados, más seguidores? Y si el psicoterapeuta no tiene con quién hablar, si no encuentra contención, corre el riesgo de anestesiarse. De volverse un oyente automático. Y eso es perder lo más importante: la sensibilidad”.
Cada vez son más las personas que utilizan la inteligencia artificial para hablar sobre sus problemas emocionales. Si en redes sociales o en foros en línea, alguien pregunta: “¿Alguien usa ChatGPT para terapia?”, las respuestas se acumulan. Un estudio reciente, realizado por la revista de la Universidad de Harvard, reveló que la mayoría de los usuarios jóvenes ya recurren a herramientas de inteligencia artificial para hablar sobre su salud mental. Incluso algunas plataformas digitales están ofreciendo servicios en los que ChatGPT simula una conversación psicoterapéutica, siguiendo guías de psicología conductual.
¿Por qué la gente está prefiriendo a ChatGPT? Mientras una sesión de terapia en la Ciudad de México puede costar entre 400 y mil 200 pesos, ChatGPT está a un clic de distancia, sin costo adicional, sin juicios, 24/7, no importa el horario ni el clima, con respuestas prácticas y directas, sin el recorrido introspectivo y doloroso que muchas veces supone la psicoterapia humana. Si la tendencia sigue, ¿podrían los terapeutas quedarse sin trabajo?
REÍMOS SOBRE LA IDEA de que algún día ChatGPT pudiera quitarle la chamba. “Imagínate que un paciente le diga que siente un hueco aquí en el pecho”, dice, tocándose el esternón. “¿Tú crees que ChatGPT va a entender que ese hueco es la ausencia de su papá que murió hace años y no el resultado de una mala postura?”
Es cierto: hay cosas que una inteligencia artificial todavía no puede traducir. Para Angélica, lo importante no es sólo lo que se dice, sino lo que el cuerpo cuenta en silencio. Los hombros caídos, la respiración entrecortada, la mirada de derrota. “Y a veces, lo único que uno necesita es que alguien se quede ahí, sin decir nada, simplemente acompañando.” Ella no se inmuta ante la idea de que pueda reemplazarla un chabot porque: “No puede ver cómo aprieta la mandíbula alguien que dice ‘estoy bien’, ni cómo se estremece alguien antes de llorar. No puede escuchar el silencio entre palabras. Y ahí, justo ahí, es donde está el verdadero dolor de la gente.” Para ella, la diferencia no está en las respuestas, sino en el cara a cara, en la escucha, en la presencia. Y ésa, dice, sigue siendo irremplazable. “Por eso, como se dice coloquialmente, ChatGPT me la pela.”

