Oh sol brillante
ilumíname el camino
el camino correcto
el único
que nadie conoce.
—URSULA K. LE GUIN
La realidad compartida es el mundo inventado con la participación de todos, nace de nuestras creencias y formas de actuar. Nadie está libre de responsabilidad. Vivimos un entorno violento porque no tenemos la conciencia para prescindir del sometimiento y la imposición. El diálogo aún no es un camino para comprender, sólo una forma de autoafirmación. Todavía somos incapaces de ver en la diferencia un valor enriquecedor, la experimentamos como amenaza. Estas son sólo algunas de las ideas y cuestionamientos planteados en las páginas de las novelas y cuentos de Ursula K. Le Guin.
Llegó al género de ciencia ficción y fantasía sin proponérselo. Sus novelas y relatos son experimentos mentales: sociedades o individuos ajenos a nuestras culturas y prejuicios. Los mundos de Le Guin están fuera de las convenciones, son medios para indagar en las infinitas posibilidades de la ética y, gracias a la especulación, encontrar respuestas inesperadas a preguntas como: ¿es necesario el conflicto?, ¿podemos trascender la contradicción?, ¿las sociedades igualitarias logran suprimir el abuso?
COMO TANTOS, AL INNOVAR LIDIÓ CON EL RECHAZO DE LOS EDITORES. LE DABAN ARGUMENTOS COMO ÉSTE: ‘ESCRIBE BIEN, PERO NO SABEMOS EXACTAMENTE QUÉ ES LO QUE HACE’.
Inventó civilizaciones casi perfectas, sin la intención de alentarnos a materializar utopías, tampoco quiso compartir el desencanto a través de mundos distópicos, hizo alegorías, para vernos ante el espejo, dio la señal de alarma: “… ya no podemos describir a un hombre feliz.” Para ella no reconocemos la felicidad genuina, la confundimos con placer. Hemos hecho de las convicciones: doctrinas y, encerrados en el orgullo y la soberbia, es casi imposible acceder al verdadero conocimiento.
URSULA K. LE GUIN NACIÓ en Berkeley, California, en 1929 y murió en 2018 en Portland, Oregon (Estados Unidos). Su madre fue una mujer adelantada a su tiempo, la escritora Theodora Kracaw, quien se casó en segundas nupcias con el antropólogo Alfred Kroeber. Los padres de Ursula, Theodora y Alfred, hicieron un trabajo intenso con la tribu Yahi y varias culturas nativas de California. Le Guin estudio en universidades de Estados Unidos como Harvard y Columbia. Durante su doctorado, en París, se casó con el historiador Charles Le Guin. Recibió multitud de reconocimientos por su trayectoria. Desde niña, ser escritora no fue una decisión, era algo natural: “[…] sólo lo hacía, escribía, era parte de mi ser”. Como tantos, al innovar lidió con el rechazo de los editores. Le daban argumentos como éste: “escribe bien, pero no sabemos exactamente qué es lo que hace”.
La crítica la encajonó en la etiqueta de ciencia ficción especulativa. Su obra, muy prolífica, se separa del realismo sin una intención premeditada. Llegó a la fantasía tras una búsqueda de formas para explorar el mundo interior, tocar los límites de la conciencia y las maneras de ensancharla, tratar de comprender en qué sustentan las sociedades sus formas de organizarse, cómo crean estructuras, cómo adoctrinan a sus miembros para obedecer, y llevarlos a actuar sin ser conscientes de qué hacen.
Innovadora, aportó nuevas formas de contar historias, su trabajo es un desafío a las estructuras narrativas tradicionales. Pone el foco, el punto de vista, en quienes no suelen estar en el centro. En La teoría de la bolsa como origen de la ficción, cuestionó profundamente la necesidad de héroes y la acción lineal. Dio un giro no sólo a la literatura fantástica, al arte de narrar en su conjunto y, a la forma como vemos la vida, fue revolucionaria.
AUTORES COMO SALMAN RUSHDIE reconocen en su obra una gran influencia. La saga de Harry Potter, películas como Avatar, La guerra de las galaxias o Duna y la serie Juego de tronos, entre tantas más, tienen una deuda obvia con esta autora. Publicó más de veinte novelas, para Harold Bloom sus obras maestras son Un mago de Terramar y La mano izquierda de la oscuridad. Escribió más de cien cuentos, además de poesía, ensayo, traducciones, crítica literaria y libros para niños. En Contar es escuchar comparte el impulso vital detrás de su escritura:
Escuchar es un acto de comunidad que requiere un lugar, tiempo, silencio. Leer es una manera de escuchar. […] Creo que la imaginación es la herramienta singular más útil que posee la humanidad.
Ursula K. Le Guin, en sociedades ficticias, como la de Los desposeídos, da ejemplos vívidos de por qué comprender al “otro” es vital; el diálogo entre culturas es la oportunidad de encontrar soluciones a los vicios inevitables de cualquier grupo social. Logra descripciones meticulosas con una economía del lenguaje admirable. Sus mundos, tan verosímiles, son más cercanos a la parábola que a la fantasía. Sin caer en el exceso, utiliza metáforas sutiles, crea atmósferas únicas. El impacto emocional de sus historias nos conecta con la reflexión filosófica. Multitud de frases invitan a la relectura.
Leerla es un desafío, en sus páginas los prejuicios dejan de atrincherarse, la mente acepta ser dócil, la sigue para contemplar cómo estallan los moldes. Podemos confiar en sus palabras, en su poesía, abre un sendero a lo esencial, devela las fronteras de la realidad, para reconocer El poder de los nombres. Nos enseña a ver en los símbolos cajas de pandora, ahí la luz desentraña misterios, pero también vuelve impostergable la necesidad de aceptar nuestras sombras.