Huemanzin Rodríguez (1974-2025)

Huemanzin Rodríguez (1974-2025), periodista y conductor cultural de Canal 22, fue un divulgador de la cultura en todas sus expresiones. Conocido por su generosidad, compartía sus conocimientos con amigos convirtiendo cualquier reunión en una buena conversación. Héctor Iván González lo recuerda y ofrece a los lectores de El Cultural uno de los textos de Rodríguez, en el que destaca la amistad y conexión profunda entre Alfonso Reyes y Jorge Luis Borges

Entre 1996 y 2015, Rodríguez impulsó la cultura desde el Canal 22 en programas como Semanario 22, Ángulo Crítico, El Observador y Ludens.
Entre 1996 y 2015, Rodríguez impulsó la cultura desde el Canal 22 en programas como Semanario 22, Ángulo Crítico, El Observador y Ludens. Foto: Fuente> Especial

Huemanzin Rodríguez fue un reportero, conductor y periodista cultural que marcó una de las mejores épocas de Canal 22. En innumerables ocasiones cubrió el Festival Cervantino, la Feria del Libro de Guadalajara, el Festival de Cine de Morelia, la Entrega de los Arieles y hasta la Ceremonia del Grito de Independencia. Pero sobre todas las cosas, Huemanzin fue un hombre que amaba la literatura, la música, la pintura y la buena mesa. Lo conocí gracias a Jorge F. Hernández y nuestra amistad se trocó en fraternidad. Inicialmente fui invitado a veladas donde se hablaba de cine, bandas de rock, libros y poesía. Pero también de los objetivos de llevar cultura a mayores públicos. En tiempos de vividores de la televisión cultural, Huemanzin destacaba por ser un hombre honrado. Citaba a Kafka, Tolstói, Borges, a Calasso, a Pessoa… Sus casas fueron verdaderas mediatecas, y si había algo que te “hacía ojitos”, se ponía de pie y te lo regalaba. Especialmente a los más jóvenes, a los que no habían oído algún disco o leído una obra. Nunca olvidaré cómo vaciaba su refrigerador brindándonos quesos, patés, jamones y panes para improvisar unas tapas. No titubeaba por un instante para abrir sus mejores whiskys single malt, sus vinos tintos y mezcales recién llegados de Guerrero. Huemanzin era uno de los hombres más preparados que yo haya frecuentado, con sencillez impartía una cátedra en plena sobremesa o mientras esperábamos la entrada a un concierto. Junto con Ane, su compañera incondicional, fuimos a la Ofunam, a la Cineteca o a caminar a los Viveros de Coyoacán. La alta cultura se imbricaba con nuestras vivencias personales y nunca hubo un dique a la palabra. Huemanzin cultivó como pocos la amistad, por los mismos motivos supo aquilatar la que existió entre Alfonso Reyes y Jorge Luis Borges, este breve pero erudito ensayo da cuenta de ello. Larga vida a la amistad infinita que cultivamos, hermano.

BORGES Y REYES

Por Huemanzin Rodríguez

Ah, did you once see Shelley plain…? —dijo en Buenos Aires el escritor Alfonso Reyes a un joven Jorge Luis Borges, que no se tomaba a sí mismo muy en serio. Sólo era diez años mayor que él pero su elocuencia y sus lecturas le valieron el reconocimiento del maestro. “¡Ah, Browning!” —dijo. Entonces Reyes comenzó a tomar más en serio a Borges. Del poema nació la amistad.

El trato entre ellos inició en la casa de un amigo común, mentor de Reyes en los años del Ateneo de la Juventud en 1910, el dominicano Pedro Henríquez Ureña. Era el periodo en que Reyes fungía como embajador de México en Argentina, donde después de la anécdota Borges pasó muchos domingos en su compañía en la residencia oficial conversando sobre la literatura y las literaturas. Ambos eran poseedores de memorias que parecían infinitas. Basta recordar las palabras de Octavio Paz para describir a Alfonso Reyes: “no era sólo un escritor, sino toda una literatura”. Y a Borges, capaz de imaginar a Funes el memorioso (Ficciones, 1944), aquél que “Me dijo: Más recuerdos tengo yo solo que los que habrán tenido todos los hombres desde que el mundo es mundo. […] En efecto, Funes no sólo recordaba cada hoja de cada árbol, de cada monte, sino cada una de las veces que la había percibido o imaginado...”.

HUEMANZIN CULTIVÓ COMO POCOS LA AMISTAD, POR LOS MISMOS MOTIVOS SUPO AQUILATAR LA QUE EXISTIÓ ENTRE ALFONSO REYES Y JORGE LUIS BORGES, ESTE BREVE PERO ERUDITO ENSAYO DA CUENTA DE ELLO

En entrevista con el periodista argentino Osvaldo Ferrari, recuperada en el libro Diálogos (Seix Barral, 1992), Borges recordaba el momento en que el poema “Memorabilia” lo había unido con Reyes:

Yo lo conocí en la quinta de Victoria Ocampo, que está, creo, en San Isidro. Lo conocí a Alfonso Reyes, y recordé enseguida a otro poeta mexicano, a [Manuel José] Othón, de quien recuerdo aquel verso: “Veo tu espalda y ya olvidé tu frente”, y después: “Malhaya en el recuerdo y el olvido”. Esto parece de Almafuerte, ¿no? Entonces, Alfonso Reyes me dijo que él había conocido a Othón, que Othón frecuentaba la casa de su padre, el general Reyes, que se hizo matar cuando la Revolución Mexicana. Una muerte bastante parecida a la de mi abuelo, Francisco Borges, que se hizo matar después de la capitulación de Mitre, en La Verde, en el año 1874. Alfonso Reyes me dijo que había visto muchas veces a Othón; entonces yo me quedé asombrado, porque uno piensa en los autores, y uno piensa en libros; uno no piensa, bueno, que los autores de esos libros eran hombres, y que hubo gente que pudo conocerlos. Yo le dije: Pero, cómo, ¿usted lo conoció a Othón? Entonces Reyes dio, inmediatamente, con la cita adecuada, que eran unos versos de Browning, y me dijo: “Ah, did you once see Shelley plain? […] Qué curioso, en las novelas japonesas, uno de los hábitos de la gente de la corte es, cuando quieren decir algo, no decirlo directamente, sino citar un verso —chino o japonés— que antecede a lo que quieren decir. Y así se dicen indirectamente las cosas. Y otro mérito es el de reconocer inmediatamente a qué poema se refiere el otro.

El recuerdo, también recogido en el libro Más páginas sobre Alfonso Reyes, vol. III Segunda parte (J.W. Robb, comp., El Colegio Nacional, 1996), tuvo en Borges un aire de “vidas paralelas” y esto nos lleva a la Inglaterra decimonónica.

Robert Browning (1812-1889) fue el hijo único de una familia con grandes recursos económicos. Su madre era pianista, y su padre, banquero con una afición particular: coleccionar libros raros en idiomas como griego, hebreo, latín, francés, italiano y español, en una biblioteca de más de 6 mil volúmenes. A la edad de cinco años, el pequeño Robert era un lector ávido y escribía sus primeros poemas, aunque no asistía a clases escolarizadas era un entusiasta del conocimiento. A los trece años, un primo le obsequió una antología con poemas de Percy

Bysshe Shelley (1792-1822), de inmediato buscó la obra completa, a los catorce años ya hablaba con fluidez el francés, griego y latín, y se anunció vegetariano y ateo, igual que Shelley. Ya adolescente asistió al University College de Londres, pero a menos de un año lo abandonó.

EN 1973, CUANDO SE CONFORMÓ EL PRIMER PREMIO LITERARIO ALFONSO REYES, SE DELIBERÓ QUE FUERA JORGE LUIS BORGES QUIEN RECIBIERA LA DISTINCIÓN

De sus varios libros publicados destaca el extenso poema dramático (más de 20 mil líneas) The Ring and the Book (El Anillo y el Libro, 1868), basado en el juicio de un asesinato en la Italia del siglo XVII, el cual le dio éxito y reconocimiento entre la crítica, las academias y el público. Vivió con su esposa, en Venecia, hasta que ella falleciera. Por años viajó a menudo aunque su residencia estuvo en Londres y, finalmente, murió en la ciudad del Gran Canal. Casi veinticinco años antes de alcanzar prestigio, Browning publicó el poema “Memorabilia”, refiriéndose a la emoción que en su juventud provocó la obra de Percy Shelley:

Ah, did you once see Shelley plain,

And did he stop and speak to you?

And did you speak to him again?

How strange it seems, and new!


But you were living before that,

And you are living after,

And the memory I started at—

My starting moves your laughter!


I crossed a moor, with a name of its own

And a certain use in the world no doubt,

Yet a hand’s-breadth of it shines alone

’Mid the blank miles round about:


For there I picked up on the heather

And there I put inside my breast

A moulted feather, an eagle-feather

Well, I forget the rest.


Y en una versión libre en español:


¿Viste a Shelley en persona,

se detuvo y te habló él, y le respondías?

¡Ay, qué extraño y vívido parece!


Y, sin embargo, tú vivías antes

de aquel instante, y seguiste viviendo.

¡Y yo, que sólo de pensarlo, siento

una profunda emoción, te doy risa!


Un páramo crucé que, ciertamente,

tenía nombre y razón en el mundo...

Y yo de tantas millas, no recuerdo

más que un lugar, aquel en que una pluma


hallé, caída entre las zarzas —era

una pluma de águila. De todo

lo demás nada sé, nada recuerdo...


(trad. Héctor Iván González)

Este poema contemplativo y espiritual nació cuando Browning conoció a una persona que había estado con Shelley, cuya fama sólo se dio después de su muerte, al ahogarse en los mares de Italia.

Percy Shelley tuvo una vida muy parecida en ciertos aspectos a la de Browning. Shelley fue hijo de una familia acaudalada de Sussex, era el heredero del castillo de Goring. Sus primeros años de educación fueron en casa, en 1810 entró al University College de Oxford, año en que publicó la novela gótica Zastrozzi. Al año siguiente publicó el panfleto “The Necessity of Atheism” (“La Necesidad del ateísmo”), lo que le valió la expulsión del colegio. Su padre intercedió, Shelley debía retractarse, pero se negaba a ello y perdió la ayuda financiera de la familia. Creyente del “amor libre” se escapó con su novia a Escocia, volvió reiteradas veces a Londres con estancias en Irlanda y dejó a la madre de sus hijos por Mary, la hija del filósofo William Godwin, que era como su tutor. Otra vez Shelley se fugó con la novia, el objetivo era llegar a Ginebra para estar con Lord Byron y su círculo literario. Fue una etapa prolífica para Byron, Percy y Mary, que escribió Frankenstein. Por años, la pareja viajaba constantemente, siem-

pre en la búsqueda de mejores oportunidades, se vinculó con otros poetas como John Keats, hasta que volvió con Byron y otros amigos a Italia con la idea de editar un periódico, ahí murió Shelley a la edad de

treinta años. Entre sus obras más famosas están Ozymandias, Oda al viento del Oeste y La máscara de la anarquía, entre otras. Robert Browning lo admiró desde su juventud, tenía diez años cuando Shelley naufragaba en el Don Juan. Ambos influyeron en los poetas posteriores de lengua inglesa, como T. S.

Eliot y Ezra Pound, incluso en pensadores como Karl Marx. Esa era parte de la tradición literaria dominada por Reyes y Borges, este último escribió en el libro La rosa profunda (1975), el poema “Browning resuelve ser poeta”:

Por estos rojos laberintos de Londres

descubro que he elegido

la más curiosa de las profesiones humanas,

salvo que todas, a su modo, lo son.

Como los alquimistas

que buscaron la piedra filosofal

en el azogue fugitivo,

haré que las comunes palabras

—naipes marcados del tahúr, moneda de la plebe—

rindan la magia que fue suya

cuando Thor era el numen y el estrépito,

el trueno y la plegaria.

En el dialecto de hoy

diré a mi vez las cosas eternas;

trataré de no ser indigno

del gran eco de Byron.

Este polvo que soy será invulnerable.

Si una mujer comparte mi amor

mi verso rozará la décima esfera de los cielos concéntricos;

si una mujer desdeña mi amor

haré de mi tristeza una música,

un alto río que siga resonando en el tiempo.

Viviré de olvidarme.

Seré la cara que entreveo y olvido,

seré Judas que acepta

la divina misión de ser traidor,

seré Calibán en la ciénaga,

seré un soldado mercenario que muere

sin temor y sin fe,

seré Polícrates que ve con espanto

el anillo devuelto por el destino,

seré el amigo que me odia.

El persa me dará el ruiseñor y Roma la espada.

Máscaras, agonías, resurrecciones,

destejerán y tejerán mi suerte

y alguna vez seré Robert Browning.

La Casa Rosada en Buenos Aires, 1910.
La Casa Rosada en Buenos Aires, 1910. ı Foto: Fuente> AGN, República de Argentina

Se respira en el aliento del poema de Borges esa especie de memoria a la que alude Browning en “Memorabilia”, donde el encuentro con un hombre que ha estado con Shelley, importa porque este hombre estuvo una vez en la presencia de Shelley y ahora está con Browning, de la misma manera que Othón y Borges a través de Reyes. Pero además, el inglés se refiere claramente a la memoria que detona un objeto físico, el águila se ha ido y una pluma sola es testimonio del encuentro. Hay entonces, no un sentimiento de nostalgia, sino un sentimiento de distancia y pérdida, como experimentaría Borges pocos años antes de publicar “Browning resuelve ser poeta”.

En 1973, cuando se conformó el primer premio literario Alfonso Reyes, se deliberó que fuera Jorge Luis Borges quien recibiera la distinción, por ello fue invitado a su primera visita a México. El escritor argentino que por causa de la ceguera había decidido volver a la poesía porque se le facilitaba la creación y la memoria, solicitó que el viaje fuera breve y discreto, algo que no ocurrió. Al llegar a México, la algarabía. Conversó con muchas personas que le recordaron a su maestro, Reyes (quien por cierto, había nacido en 1889, mismo año de la muerte de Robert Browning y también el año en que Borges cuenta el deceso de Irineo Funes, de una congestión pulmonar).

En el libro Páginas sobre Alfonso Reyes, Vol. 1, Primera parte (Alfonso Rangel Guerra, comp., Colegio Nacional, 1996), se recuperan estas palabras del escritor mexicano: “…recordar una sola cosa cualquiera, es olvidarse de lo demás del mundo”. No sabremos si en la enorme memoria de Borges esta frase llegó a su mente, o si pensaba en el poema “In memoriam A. R.” (El Hacedor, 1960) que le dedicó a su maestro, pero al llegar a la Capilla Alfonsina, minutos antes de recibir el premio, la poesía surgió. Entró a la biblioteca de Reyes y pidió que lo dejaran un momento solo y en silencio. El viejo ciego estuvo ahí parado con bastón en mano, respirando la pluma del águila, y en algo que pareció un sollozo, se murmuró: “Ah, did you once see Shelley plain…”