Diane Keaton. El espíritu de una época

La carrera de la actriz Diane Keaton (1946-2025) será recordada por sus espectaculares actuaciones con directores como Woody Allen y Francis Ford Coppola. A menudo interpretó mujeres inteligentes, independientes, divertidas y excéntricas, alejándose del estereotipo de la femme fatale de Hollywood y manteniendo un estilo personal. En esta entrega, Naief Yehya escribe sobre el icono cultural que representó Keaton y su capacidad para reflejar la generación de una época

Diane Keaton protagonizó el thriller sexual de Richard Brooks, Buscando al Sr. Goodbar (1978).
Diane Keaton protagonizó el thriller sexual de Richard Brooks, Buscando al Sr. Goodbar (1978). Foto: IMDb

“[Me gustan] las mujeres inapropiadas [y] las que hacen lo que no se supone que debas hacer. Esa es la cuestión: ¿para qué intentar agradar a todo el mundo?”, escribió Diane Keaton en su memoria de 2014, Let’s Just Say It Wasn’t Pretty (Digamos solamente que no fue muy bonito). La actriz (en cinco décadas apareció en un centenar de películas), cineasta, escritora, fotógrafa y artista del collage, falleció el 11 de octubre pasado a los 79 años. La historia de las mujeres en Hollywood está marcada por pioneras y transgresoras de los estereotipos, actrices que lograban estremecer y eran capaces de transitar holgadamente entre géneros, registros y destrezas; divas que iban mucho más allá de su presencia y belleza como Katharine Hepburn, Barbara Stanwyck, Bette Davis y Marilyn Monroe. Estos iconos lograron cambiar percepciones de cómo debía presentarse, hablar y ser una mujer. Una de estas figuras fue definitivamente Diane Keaton, quien con su fabulosa sonrisa y vasta capacidad histriónica podía contender tanto con la brutalidad del mundo del crimen como con la revolución bolchevique, o bien, enunciar su inolvidable “La-di-da-la-di-da-la-la”, con una mano en la cintura y un gesto de desparpajo que hacía sublime la frivolidad inocua de lo cotidiano. La mejor prueba de su versatilidad es que su presencia fue determinante en dramas clásicos como la trilogía de El padrino de Francis Ford Coppola y en las comedias románticas Annie Hall y Manhattan, entre las ocho colaboraciones que tuvo con Woody Allen.

KEATON TENÍA UNA EXTRAÑA VIRTUD de modestia y humildad que lograba mostrar en los papeles más diversos, pero paradójicamente siempre desde una posición de absoluta confianza en sí misma. Aunque tan sólo había actuado en un papel secundario en el largometraje Lovers and Other Strangers (Cy Howard,1970), Coppola decidió incluirla en el papel de Kay Adams en El padrino (1972, 1974 y 1990), por su reputación excéntrica, la cual él esperaba que diera vida al personaje. Kay se mantiene siempre ajena a la familia Corleone y su desafío al hacerse un aborto representa una ruptura irremediable. Keaton siempre sintió que algo no estaba bien con su presencia en esa saga. La realidad es que esa sensación de extrañeza confirma que siempre fue la actriz ideal para ese papel. Pero su personaje lúdico, inconforme, inseguro y neurótico de Annie Hall (Woody Allen, 1977) fue su verdadero legado a la historia del cine. El retrato de una relación amorosa que hizo Allen en esa comedia agridulce es un prodigio hilarante y conmovedor, capaz de reflejar una era y, a la vez, ser intemporal. Ese mismo año Keaton estelarizó un drama sórdido y oscuro, tan revolucionario como retrógrada, Buscando a Mr. Goodbar (Richard Brooks, 1977). Uno de sus grandes atrevimientos fue actuar en el papel de una amorosa y dedicada maestra de niños sordos que se desliza a la promiscuidad de los bares de solteros, el sexo con desconocidos y el consumo recreativo de coca y anfetaminas con un trágico desenlace. Bajo la dirección de Brooks, Keaton proyectó una imagen femenina de ruptura y un ideal de liberación que se estrella contra la opresión misógina. Ahí la imagen de Keaton se definió como la de una mujer que se busca a sí misma y construye su identidad a pesar de cualquier obstáculo.

ESCOGER SU VESTUARIO EN ANNIE HALL LA CONVIRTIÓ EN SÍMBOLO DE UN ESTILO QUE HA DURADO POR DÉCADAS Y QUE KEATON ATRIBUÍA A OBSERVAR A LAS MUJERES DE SOHO EN MANHATTAN

Así como Keaton en Annie Hall (papel con que ganó un Oscar) se presenta como una inconforme adorable y confundida, en Reds (Warren Beatty, 1981) tiene una devoción de hierro a la causa, contundencia ideológica y sacrificio abrasadores. Esa convicción la llevó en un tono ligero a hacer comedias románticas clásicas como Baby Boom (Charles Shyer, 1987), en la que una ejecutiva yuppie abandona el mundo corporativo cuando sus valores y el “instinto” materno le juegan una emboscada.

WOODY ALLEN DICE HABERSE ENAMORADO de ella a primera vista en 1969 durante el casting de su versión teatral de Play it Again, Sam. Cuando la obra se estrenó, ya eran pareja, lo cual duró algún tiempo. Pero siguieron siendo amigos muy cercanos siempre. Aparte del romance, Allen asegura que la única opinión que tomaba en cuenta acerca de sus películas era la de Keaton.

Una parte enorme del carisma de Keaton se debía a la manera en que armó su vestuario combinando ropa masculina, chalecos, corbatas, pantalones amplios, sombreros, bombines, sacos demasiado grandes, corbatas de moño, boinas, calcetines deportivos, collares de perlas y suéteres de cuello de tortuga (de ahí la pregunta de doble sentido: “¿No estás caliente con eso?”, que pregunta Jack Nicholson en Alguien tiene que ceder). Ese collage ecléctico y proyección de códigos confusos redefinió la androginia y se convirtió en una moda en sí misma. Si bien nunca se sintió a gusto vistiendo las modas de los años 40 en la cinta de la familia Corleone, escoger su vestuario en Annie Hall la convirtió en símbolo de un estilo que ha durado por décadas y que Keaton atribuía a observar y copiar a las mujeres elegantes de SoHo en Manhattan.

Keaton fue un fenómeno y un torbellino que transformó la cultura y nuestra idea de lo que era el estilo, el aplomo y el fulgor de una sonrisa. La extrañaremos en este triste mundo cada día más desalmado y desolado.

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